La esperanza de salud

La esperanza de salud

La esperanza de salud

En una carta abierta al Gobierno antes de las elecciones generales del 23 de julio, el Círculo de Empresarios recomendó el retraso voluntario de la edad de jubilación hasta entre 68 y 72 años. “El sistema de pensiones está exhausto”, argumentaba la misiva. “Para garantizar la sostenibilidad, eficiencia y solidaridad del sistema, es imprescindible el retraso voluntario de la edad de jubilación acompañado de un sistema de incentivos”.

Retrasar la edad de jubilación es un debate social controvertido y urgente. Un asunto que en la vecina Francia ha provocado graves disturbios callejeros durante meses este año, en protesta contra la ley que prolonga la edad de jubilación de los 62 a los 64 años, ley ya aprobada por el parlamento.

Es innegable que la prestación de jubilación ha engordado de manera formidable desde que en 1881 el canciller alemán Otto von Bismarck fijase la edad de jubilación en 70 años, cuando la esperanza de vida media eran 40 años. Era, pues, una oferta pionera pero simbólica, accesible solo a los más afortunados. Una nota a pie de página dentro del presupuesto público de un país. Incluso cuando se alcanzó el consenso de los 65 años a mediados del siglo pasado, el número de personas que percibían una pensión y su duración en el tiempo era relativamente menor. En 1980, el sistema de pensiones era sostenible; en 2020, con los mismos requisitos, era insostenible, pues afortunadamente nuestras vidas se han alargado mucho y gozamos de una mejor salud que hace 40 años.

Actualmente, en España la edad de jubilación se sitúa en 66 años y 4 meses, o en 65 años si ya se han cotizado 37 años y nueve meses. A partir de 2027 aumentará a los 67 años, y para jubilarse a los 65 será necesario haber cotizado 38 años y seis meses. Es evidente que las placas tectónicas del sistema de pensiones se están moviendo en todo el mundo y la pregunta que empieza a surgir como un clamor es: si los 65 años fueron la cifra estándar durante el siglo XX, ¿cuál es la edad de jubilación ideal (y sostenible) para el ciudadano del siglo XXI?

Desde un punto de vista económico, es evidente que retrasar la edad de jubilación al máximo fortalece el tesoro público de un país. Pero si nos vamos al plano humano, que es el realmente importante, ¿qué implicaciones mentales y físicas tiene retrasar la edad de jubilación? Es un debate pantanoso, pues no hay una respuesta única para todos los casos. 

Al calor de este dilema ha surgido la interesante diferenciación entre “esperanza de vida” y “esperanza de salud”.  A la hora de fijar una edad de jubilación, quizá debemos poner más el foco en cuántos años gozamos de buenas condiciones físicas y mentales, en lugar de seguir anclados en a qué edad morimos. Pues por muchos años que vivamos, si trabajamos más allá de nuestra esperanza de salud, o nos retiramos justo cuando nuestras facultades mentales y físicas empiezan a decaer, el sistema será injusto para con sus ciudadanos.

En 2020, el INE cuantificó el número de años que un español vive con buena salud física y mental: 66,3 años. La cifra es igual para hombres y mujeres. Es un dato excelente. La media de la Unión Europea es de 64,5 años para las mujeres y 63,5 años para los hombres. En esa media hay mucho margen para la casuística: una persona vive con salud más o menos años en función del tipo de trabajo que desempeñe, de su estilo de vida y de su renta. Tener título universitario alarga la buena salud en comparación a no tenerlo. Y luego por supuesto están las excepciones a todo ello. 

Pero si un español vive con buena salud 66,3 años y hoy la edad de jubilación está justamente ahí, en 66,4 años, ¿es justo, incluso humano, retrasar la jubilación a los 67 años o incluso a más allá de lo 70? ¿De verdad debemos dedicar todo nuestros años de buena salud, hasta sacrificar un puñado de años con salud deficiente, en pos de la insaciable maquinaria productiva?

Es un debate complejo, pues no todo es blanco o negro. Se diría que adelantar la edad de jubilación para disfrutar plenamente de los últimos años de buena salud sería un progreso social incuestionable, pero al mismo tiempo numerosos estudios sugieren que el descenso de la actividad física y el menor número de interacciones sociales que conlleva abandonar la vida laboral son en gran parte responsables del declive posterior a la jubilación, y que aquellas personas que están en activo hasta más allá de los 65 años gozan, en general, de mejor salud física y cognitiva. Obviamente, esto aplica especialmente en los trabajos intelectuales. En trabajos físicos, prolongar la edad de jubilación lo que hace es justamente empeorar la salud de los afectados.

Especialistas como el médico y divulgador canadiense Peter Attia están haciendo hincapié en el concepto de “esperanza de salud” frente a la popular “esperanza de vida”. Attia recomienda pensar en cómo queremos vivir lo que él llama nuestra “década marginal”, es decir, la última década de nuestras vidas. Si queremos que sea gratificante, no limitada por la enfermedad, debemos empezar desde ya a adoptar un estilo de vida saludable, desde la dieta al ejercicio pasando por las horas de sueño. Attia defiende un cambio de paradigma: no debemos ansiar vivir hasta los 100 años, sino vivir en buenas condiciones toda nuestra vida, aunque no lleguemos ni de cerca a la centena. “Si mejoramos nuestra salud, de modo que a los 80 años funcionemos como si tuviéramos 65, es casi imposible que no prolonguemos la vida entre cinco y diez años más», indica Attia.

En el debate ético acerca de la edad ideal de jubilación, parece que las mujeres tienen ventaja sobre los hombres. “El hombre vincula más su identidad al desempeño profesional y, al jubilarse, se le plantea una crisis de identidad y a veces aparece la depresión y la sensación de soledad; en cambio la mujer que cuida envejece con una identidad multidimensional: ha sido madre, esposa, suegra, vecina… y ha trabajado, y cuando le falta el trabajo no le faltan otras ocupaciones, así que esa multiidentidad las protege”, afirmó María Silvestre, directora del DeustoBarómetro, en un acto del programa Siempre Acompañados de la Fundación la Caixa, según recoge La Vanguardia. Datos todos ellos importantes que enriquecen y complican el ya enrevesado debate acerca de dónde debemos fijar el listón de la jubilación.

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