Sobreinformados
Reflexiones de la sesión de Entre Vinos Conversamos.
Este Ágora sintetiza las reflexiones que se aportaron en la primera edición de Entre Vinos Conversamos de 2024, la cual se desarrolló en torno a la actual infoxicación que vivimos y cómo este fenómeno influye en la forma en que estructuramos la información, que se ve dificultada por el ruido generado por la multiplicidad de fuentes que existen. ¿Cómo afecta esta situación a nuestra capacidad para dominar la atención? ¿Se lee habitualmente el contenido de las noticias o sólo los titulares?
Aunque resulta emocionante tener acceso a mucha información, los participantes en la conversación enfatizaron la necesidad de desarrollar un espíritu crítico. ¿Es útil ChatGPT como servidor de información – incluso de información masiva – si no se le formulan las preguntas adecuadas? Un espíritu crítico que, en esta ocasión, llevó a consensuar una preferencia por la sobreinformación frente a la escasez de noticias resultado de un contexto político determinado que decidiera imponer ese límite. A raíz de esta idea, se discutió la tendencia constante hacia la división y el enfrentamiento en entornos hiperideologizados como el de hoy en día, junto con la creciente preocupación por la censura. ¿Se concreta hoy nuestra voluntad de informarnos en la elección de quién creemos que nos miente menos o mejor?
En esta línea, los participantes reenfocaron el diálogo de cómo enfrentarnos a la infoxicación desde dos vertientes: la perspectiva de negocio, donde se trató la información como nueva materia prima; y la perspectiva educativa, que resaltó la necesidad de cuestionar lo que se escucha en redes sociales y de escuchar múltiples perspectivas antes de formar opiniones. Perspectivas que no tienen por qué proceder ni de los medios ni de los canales de información habituales, como ejemplifican el uso de las propias redes sociales, o también de Telegram y de bots conversacionales, para informarnos.
El secuestro de la atención por la sobreinformación.
Aunque tener acceso a mucha información es positivo, se reconoció que discernir requiere una inversión de tiempo que no siempre está disponible; y que el esfuerzo se vuelve todavía mayor si no se nos ha enseñado a manejar la información o a desarrollar nuestra atención.
Este concepto, el de la atención, se planteó además como próximo al de consciencia. Se introdujo la idea de información como agente secuestrador de la atención / consciencia. De cómo hoy en día parece existir una sumisión sutil al prestigio de la información. Otro concepto, el de información, que podríamos entender como carencia de formación (in-formación), lo que sumado a la expansión del entretenimiento podría llegar a adormecer nuestra capacidad para desarrollar una consciencia rica y compleja. También de vivir otras aventuras como el desarrollo de la poética o la búsqueda de la mística. Todos los asistentes se mostraron de acuerdo en la necesidad de que cada uno decida cómo quiere utilizar su consciencia, y de lo emocionante que es dirigirla hacia la aventura y el enriquecimiento personal.
Desgranando el objetivo de la sobreinformación
En este punto, Alfredo Sanfeliz decidió reorientar la conversación y preguntarnos qué es la información. ¿Son datos? ¿Es opinión lo mismo que información? ¿Las valoraciones expresas o implícitas en nuestra forma de expresarnos son información? En este mundo cada vez más mercantilizado, ¿cuál puede ser el ánimo de generar o compartir lo que llamamos información (un input)? Alfredo nos planteó tres posibilidades: el lucimiento personal, el querer vender algo, o el ser un bienhechor. Es inevitable empezar a cuestionarse los intereses, conocidos o desconocidos, de quién emite mensajes, incluido su grado de sesgos. ¿Cómo se defiende el ciudadano de esta situación?
A partir de estas reflexiones, el diálogo de la mesa giró en torno al concepto de verdad, de hechos ciertos y de hasta qué punto son estos hechos manipulables según cómo se cuenten. La manipulación como herramienta no sólo de negocio, sino también de poder. Una visión que se vio contestada por aquellos que preferían sustituir la palabra manipular, y el sesgo negativo que encierra, por influir, y reconocer que la capacidad y pretensión de influir en las cosas es consustancial al ser humano. Una realidad frente a la que se debemos desarrollar la capacidad de entender para qué se quiere intentar influir en nosotros. Es decir, espíritu crítico. Enseñar a pensar con sentimiento de autocrítica y autocontrol para no dejarnos llevar a priori por nuestros sesgos, bien sean progresistas, bien conservadores.
El debate se sumergió entonces en una discusión acerca de lo que es verdad y lo que no, de los hechos que son objetivos y verificables y de cómo llevar a cabo esa verificación. Una parte de la conversación en que la distinción entre hechos físicos y hechos sociales sirvió como referencia para enmarcar diversas reflexiones en torno a la toma de datos como materia prima de la información: el sesgo en las metodologías, la subjetividad intrínseca a los seres humanos, y la veracidad atribuible a una información como espejo de la confianza que se tiene en la honestidad y legitimidad de su emisor. Una legitimidad que podría depender de la gama de grises en que elijamos vivir y de la que queramos informarnos. De la validez que demos al relato de la verdad entendida como reacción ante una acción determinada, siendo conscientes de que la reacción de cada persona será distinta según sea su experiencia vital.
La inteligencia emocional y la capacidad crítica como herramientas ante la sobreinformación.
Para ser capaces de valorar honestidad del emisor, se planteó la necesidad de utilizar tanto nuestra parte analítica como la emocional. De que la inteligencia consiste en saber utilizar ambas, y de que hay que enseñar tanto a aplicar autocontrol sobre la información que mueve nuestra parte emocional, como a saber dotar a nuestra parte racional de una componente emocional.
La utilidad de cultivar ambas partes se ligó entonces con la reflexión de cómo se pueden anunciar hechos de una forma desnuda sin que ello implique contar toda la verdad. Sobre la intencionalidad que puede existir en ocultar información y en seleccionar una u otra parte del mensaje, algo que se ejemplificó con el uso de noticias trágicas como estrategia de poder basada en la construcción de miedo en el consumidor de la noticia. Una realidad a partir de la que se abstrajo la capacidad de un mensaje para servir como generador de rebaño o como inspirador de ruptura con el rebaño (p.ej., Jesucristo y su ruptura con el poder).
Entonces, la idea de rebaño y del acuerdo que mantiene en torno a una idea, nos llevó a valorar: ¿y si reflexionar sobre la información nos estuviera impidiendo discutir el fin mayor, es decir, utilizarla para ponernos de acuerdo? ¿Se utiliza la infoxicación hoy en día para que al final sea más difícil ponernos de acuerdo? Ahora tenemos menos tiempo para verificar hechos. No consumimos información de calidad, sino medios sociales. Cómo consumimos la información hoy en día es uno de los factores que hace que pierda valor. El debate de la información parece por lo tanto inseparable del debate de la adicción a la tecnología que utilizamos para consumirla.
Para terminar la conversación, se rompió una lanza en favor del desacuerdo. Se reflexionó acerca de cómo la búsqueda del acuerdo y del consenso puede volverse tóxica en ocasiones y coartar la creatividad, y de que lo importante es precisamente nuestra actitud vital para gestionar el desacuerdo y si decidimos afrontarlo desde el conflicto (guerra), el entendimiento mutuo (paz) o la celebración de la diferencia (fiesta).
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