La sociedad de las pastillas
Reflexiones sobre Food for Thought
El pasado 30 de mayo se publicaba el Food For Thought con el título La sociedad de las pastillas. El artículo confirma lo que es una apreciación generalizada de lo que ocurre en nuestra sociedad en relación con el incremento acelerado del consumo de pastillas y muy especialmente de los llamados ansiolíticos y antidepresivos que se muestran como los de mayor consumo.
La primera reacción ante esto suele ser de rechazo, pues vivimos con una creencia muy arraigada respecto de la peligrosidad del consumo de medicinas. Posiblemente no nos paramos a pensar y hacer una comparación con cómo sería de peligroso nuestro mundo si no tuviéramos la suerte de poder disponer con facilidad de todas esas pastillas, cuyo consumo el artículo denuncia con tono crítico. Por ello, creo que la reflexión social debería estar centrada fundamentalmente, no tanto en el consumo, sino en analizar cuáles son las razones estructurales que en nuestra sociedad nos llevan a eso que a veces llamamos exceso de consumo de pastillas. Pues, en sí mismo, el consumo para paliar el dolor o situaciones horrorosas de ansiedad o insomnio, creo que no debe de verse sino como una bendición mientras no sepamos ni podamos combatir esos males por otras vías. Basta hacer un repaso de los titulares de los Food for Thought de los últimos meses o años para ver que hoy en Occidente, como sociedad, estamos muy perdidos y secuestrados por un sistema socioeconómico que entre todos hemos creado y que muchos piensan que nos lleva a una espiral de deterioro de la salud psico-social y del sentido del propio sistema.
Son muchísimos los logros y aspectos positivos de los que hoy disfrutamos en nuestra avanzada y rica sociedad. Pero si tuviera que destacar algunas ideas relacionadas con el origen y crecimiento de ciertos desequilibrios mentales o de salud psicológica me atrevería a señalar los siguientes:
- Los jóvenes hoy en Occidente no tienen como preocupación que les falte algún día comida, ropa o refugio. Puede decirse que nacemos con el sentimiento que la necesidades básicas estarán siempre cubiertas.
- Al experimentar ese sentimiento, nuestra maquinaria interna de hacerse preguntas y vislumbrar nuevos problemas para resolverlos se centra en cuestiones mucho más sofisticadas relacionadas con el propósito, el por qué y para que de nuestras vidas, las relaciones con los demás, …. Podría decirse que, al no tener problemas reales, nos los creamos en el ámbito de nuestro encaje social y relacional con la peculiaridad de que a los problemas psicológicos todavía en Occidente no les prestamos suficiente importancia.
- El entrenamiento o educación de los jóvenes para la dureza, el esfuerzo y la frustración es hoy muy débil. En gran medida puede decirse que educamos a nuestros hijos para enriquecerlos con experiencias, viajes y para estudiar y hacer lo que a cada uno le guste como parte de un ambiente social buenista y posibilista en el que parece que todo se puede si se quiere. Un auténtico engaño para los más jóvenes pues creo que sería mejor enseñarles a que “quieran lo que puedan” en lugar de hacerles creer que “pueden lo que quieren”.
- Las trayectorias vitales de las anteriores generaciones solían ofrecer buenas posibilidades de mejora respecto de la vida de sus progenitores y la cultura del esfuerzo, entonces mucho más arraigada. Me atrevo a decir que ofrecía un ratio de recompensa mucho mayor del que hoy ofrece o consigue el esfuerzo en una sociedad oportunista, cambiante y azarosa en la que todo vale con unos principios que cada vez quedan más en lo formal sin calado sustancial. La tecnología y la automatización no parecen ofrecer un futuro muy halagüeño en términos de nivel futuro de empleo o al menos ello sí es un sentimiento negativo muy extendido.
- Los ciudadanos sufrimos el continuo restriegue que nuestra sociedad hace de los logros, lujos y vidas aparentemente atractivas de los demás con la presión creciente para muchos para no perderse nada (FOMO). El sistema es un incesante creador de más y más necesidades que lleva a los ciudadanos con la lengua fuera y convierte la aspiración principal de muchos jóvenes y no tan jóvenes en conseguir más y más de todo: viajes, planes, experiencias, estética, títulos, récords, notoriedad… Los desasosiegos derivados de preguntas, interrogantes y comparaciones se hacen muy presentes en una sociedad con las RRSS omnipresentes. El consumo es el combustible del funcionamiento social y por ello nada que pueda llevar a frenarlo será bien acogido pues el dinero siempre se impone.
- El enfoque de la educación está mucho más orientado a desarrollar “empleados” que a desarrollar personas con potencial de ser y crecer como personas de forma compatible con la dedicación profesional. Y ello con el problema de que esa empleabilidad es casi siempre muy efímera al tratarse generalmente de competencias o áreas de conocimiento que pronto son automatizadas o banalizadas. De ello nace el amplio colectivo de personas con siete masters pero desempleadas o trabajando de camareras.
- La insignificante educación humana en todo aquello que no tiene un tinte utilitarista deteriora nuestra comprensión general de lo que somos como individuos y como sociedad. La formación humana en valores reales se queda en lo superficial y promueve una ilusa sociedad en la que parece haber solo derechos sin que nos afecten demasiado las obligaciones y sacrificios pues para esa parte negativa siempre está el Estado que nos resolverá los problemas. A ello se suman las dificultades a las que especialmente los jóvenes se enfrentan para tener claras referencias de lo que esta bien y esta mal en una atmosfera confrontada entre extremos que impide una equilibrada conversación social en torno a los temas derivados de la influencia y logros de los llamados progresista.
- Y podríamos seguir con muchas cosas que parecen llevarnos a una sociedad en la que muchos ciudadanos viven con un traje de felicidad, pero sin verdadero arraigo interno de satisfacción y sumidos en un ambiente en el que prima el utilitarismo y la mentira en todas sus versiones (engaño, manipulación, Fake news, post verdad, el mayor valor de la imagen sobre la realidad, relatos que maquillan lo inaceptable, hipocresía, prácticas comerciales engañosas, ocultación de los verdaderos interés, la simplificación populista y polarizante de nuestros problemas, el uso sesgado y distorsionador de las estadísticas y de los expertos…)
..."estoy convencido de que, dentro de muy poco tiempo, empezarán a surgir activistas en defensa de una sostenibilidad psico-social para defender la calidad psicológica de nuestra sociedad"
Creo que es este mix de condiciones el que lleva a más y más personas a sentir que viven vidas sin sentido, desorientadas, confundidas, desasosegadas, llenas de frustración e insatisfechas en su necesidad de sentirse queridas y reconocidas en un entorno de permanente competencia en todos los ámbitos donde la sencillez de lo humano se está perdiendo y en los que la eficacia, lo útil y la productividad para seguir fomentando el consumo se imponen muy por encima de los valores humanos supuestamente imperantes.
¿Hasta dónde vamos a contribuir y dejar que nuestro sistema socioeconómico siga sobreviviendo solo a base de crecimiento medido en términos contables macro y microeconómicos? ¿Es eso sostenible? ¿Es conveniente para nuestro bienestar más allá del ámbito material?
Desde hace tiempo vengo llamando la atención (ver libro Rousseau no usa bitcoins, Editorial Kolima 2018 [2]) sobre lo que para mí es una creciente necesidad en el mundo empresarial. Me refiero a tener muy presente la sostenibilidad socio emocional pues, de alguna forma, esta creciente actividad económica con agresiva competencia y sostenida en el consumo como base para el crecimiento, está llevando a crear más y más ciudadanos muy desencajados, hastiados, excluidos psicológicamente o con una grave desorientación y falta de sentido provocando esas necesidades de medicación. Y por ello, en ese contexto, hoy en mi opinión esas medicinas son una bendición.
Invito a los lectores a enriquecer o discrepar de la anterior perspectiva, pues será necesario elevar nuestra mirada, analizar estas cuestiones como sociedad y dar contestación a preguntas clave como ¿para qué y cómo queremos estar en el mundo? ¿para ser más ricos? ¿para ser más eficaces? ¿para tener mejores resultados en todo aquello que estamos permanentemente midiendo? o quizá mejor ¿para conseguir un mundo más amable y más humano? o ¿para dedicar más esfuerzo a conseguir una verdadera felicidad sabiendo que a partir de ciertos niveles de riqueza son los factores psicológicos los más relevantes para ello?
Particularmente admiro muchísimas cosas de esta sociedad, pero en lo que se refiere a su rumbo socioeconómico y a la medición y criterio de lo que entendemos por bueno y malo me gustaría ya que se declarase que en Occidente hemos adquirido unos niveles más que suficientes de riqueza. Con ello, y sin renunciar a un razonable progreso, innovación y mejora, deberíamos centrar nuestro objetivo en todo aquello que no es medible, pero que a la vez es lo único verdaderamente valioso para un ser humano una vez superadas sus necesidades biológicas. Como seres principalmente sintientes (así lo afirma la neurociencia) que gozamos, sufrimos y vivimos experiencias desde nuestros sentimientos con capacidad de amar y ser amados, nada resulta más importante que el amor, la belleza, el cariño, la amabilidad, la alegría… y por supuesto el desarrollo de la virtudes para vivir una vida con sentido. Y todo ello es observable pero no medible.
Seguro que esto suena cursi y blando y algunos pensarán que son comentarios de un iluso, pues la sociedad debe de continuar sin remedio con nuestro sistema basado en una voraz competencia y sostenido sobre un irrenunciable crecimiento. Pero estoy convencido de que, dentro de muy poco tiempo, empezarán a surgir activistas en defensa de una sostenibilidad psico-social para defender la calidad psicológica de nuestra sociedad, como surgió hace ya muchos años (y ha conseguido sus objetivos) el activismo para defender la calidad de nuestro ecosistema ambiental. No encuentro razones para que no se produzca ese paralelismo.
Debemos ensalzar y agradecer la labor de nuestras empresas pues solo ellas son y serán capaces de crear la riqueza material que necesitamos para seguir viviendo con calidad, y seguro que lo seguirán haciendo. También tengo claro que las empresas no son ni tienen que ser fábricas de amor, de cariño, amabilidad, belleza, alegría…. pues ello no es estrictamente su misión. Pero sí deben velar por que el entorno social que crean con sus dinámicas competitivas y de desarrollo de productos y servicios y su llegada al mercado no sea generador de una atmósfera social irrespirable en la que los ciudadanos se sientan saturados, agobiados, estresados, manejados y frustrados ante la imposibilidad de satisfacer las nuevas y artificiales necesidades (psicológicas y de operatividad) por ellas creadas.
Ojalá la sociedad a través de sus decisiones de consumo vaya despertando para exigir de forma creciente a las empresas una evolución hacia prácticas que incluyan esta perspectiva incorporando las necesarias sensibilidades para contribuir a una sociedad en la que la vida pueda resultar más amable sin imponer la carga de más y más necesidades y tentaciones creadas. Seguramente las empresas que se anticipen a incorporar esta visión tendrán un hueco más amplio en el futuro y si lo hacen bien y sin caer en “social-kindness washing” sus marcas serán más queridas.
En definitiva, sin dedicarnos a echar las culpas a los demás, pongamos entre todos la economía a nuestro servicio en lugar de vivir subyugados por ella. Todavía no sabemos como hacerlo, pero comencemos no negando el diagnóstico. Ello nos debería llevar, cada vez más, a hablar de una riqueza relacionada con el bienestar psicológico e incluso espiritual, vertiente esta enfermizamente despreciada e incluso denostada en nuestra sociedad tan racionalista y utilitarista.
Dejo el tema fácil para la réplica por otras visiones complementarias o discrepantes no tanto para generar debate para ver quien tiene más razón (pésimo y extendido vicio humano) sino una conversación dirigida al intercambio de visiones para conseguir enriquecernos con la recíproca comprensión de unos y otros como base para enderezar las partes menos atractivas del progreso.
Sanfeliz Mezquita, Alfredo
Fundador y Socio – THE WISE COMPANY
Miembro y Patrono – FORO DE FOROS
Referencias
[1] Foro de Foros., “La sociedad de las pastillas” (2024).
[2] Sanfeliz, Alfredo., “Rousseau No Usa Bitcoins. Una Revolución Pacífica Hacia Una Sociedad Con Sentido” (2018), Kolima books.
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