
Grandes fortunas invierten miles de millones en explorar la longevidad, en un intento de obtener el tan ansiado elixir de la eterna juventud
El sector de la longevidad es el gran objetivo empresarial de las grandes fortunas. El año pasado se invirtieron más de 5.000 millones de dólares en empresas relacionadas con la longevidad en todo el mundo, según el sitio especializado Longevity Technology. La empresa Altos Labs recaudó para sus ensayos nada menos que 3.000 millones de dólares y cuenta entre sus patrocinadores con el multimillonario de la tecnología Yuri Milner y con el fundador de Amazon, Jeff Bezos. Bezos, a su vez, también ha invertido en una startup anti envejecimiento llamada Unity Biotechnology. Por su parte, el fundador de OpenAI, Sam Altman, invirtió recientemente 180 millones de dólares en Retro Biosciences, una empresa que aspira a añadir una década a la esperanza de vida humana. No solo es Silicon Valley. Muchas estrellas de Hollywood y de la industria musical también están aportando grandes sumas en empresas biotecnológicas.
El frenesí empresarial tiene sentido. La longevidad es a fin de cuentas el objetivo de fondo en cualquier investigación clínica. Queremos saber qué nos enferma y cómo curarnos una vez estamos enfermos, ya sea cáncer, alzheimer o cualquier otra patología grave, porque pretendemos vivir más años y con mejor calidad de vida. La mayoría de ultra ricos han superado ya el medio siglo de vida, y su mayor preocupación es cuánto más podrán alargar sus caudalosas y (entendemos) felices existencias.
La prolongación de la vida suena a pseudociencia a primera vista, pero la epigenética, que se ocupa de cómo se expresan nuestros genes en función del entorno y el estilo de vida, es un campo que se considera prometedor y que en la última década ha dado pasos de gigante para desvelar los secretos de cómo envejecemos. El primer «reloj» epigenético fue ideado por el genetista Steve Horvath en 2013, pero las pruebas personales de edad epigenética para consumidores empezaron a popularizarse hace apenas unos años. Las versiones más recientes de estas pruebas ofrecen pistas no sólo sobre la edad cronológica, sino también sobre el grado de envejecimiento biológico basado en factores ambientales y hábitos de vida, que pueden utilizarse para predecir la probabilidad de enfermedad o muerte.
Porque igual que no hay dos personas iguales, no hay dos personas que envejezcan igual, y ese camino es personal e intransferible. Nadie cumple 30, 50 u 80 años de la misma manera. Está la edad cronológica real, y luego está la edad que refleja tu aspecto, cómo te sientes, cuánto pelo te queda, lo rápido que puedes andar o pensar. En cada etapa de la vida, algunas personas parecen mayores o más jóvenes que otras de la misma edad. Pero sólo en el último capítulo de la vida las diferencias se hacen enormes, y las líneas de lo que entendemos como normal se difuminan. No nos escandaliza ver a una persona de 75 años cojeando con un bastón o postrada en una residencia de ancianos, como tampoco nos escandaliza ver a una persona de 75 ejerciendo de consejero delegado de una empresa multinacional.
La técnica de la reprogramación consiste en devolver las células a un estado más joven
Las startups biotecnológicas y los miles de millones procedentes de los ultrarricos pretenden justamente entender qué caminos nos llevan a estar como un roble a los 75 años o a fallecer antes de cumplir los 60. Solo de este modo podremos reprogramar nuestro reloj biológico para que no deje de sonar hasta que alcancemos la centena. Justamente esa palabra, reprogramar, está en el centro del debate (y de la inversión). La técnica de la reprogramación consiste en devolver las células a un estado más joven. En 2012, el biólogo japonés Shinya Yamanaka ganó el premio Nobel gracias a ese descubrimiento. En su laboratorio en Kioto, él y su equipo añadieron sólo cuatro proteínas a una célula de la piel y esperaron unas dos semanas. Algunas células sufrieron una transformación inesperada y asombrosa: volvieron a ser jóvenes. Se convirtieron en células madre casi idénticas a las que se encuentran en un embrión de un día de edad, que acaba de comenzar su andadura vital.
Ensayos de laboratorio con roedores han demostrado la posibilidad de rejuvenecer células. Altos Labs es quien más lejos ha llegado, y de ahí los 3.000 millones que asegura haber recaudado. Sin embargo, la reprogramación también levanta sospechas, y hay un nutrido grupo de científicos que advierte de la imposibilidad de reprogramar a un ser humano y lo tachan de humo para atraer a esas grandes fortunas ávidas por alargar sus vidas.
Así, varias empresas dedicadas a la longevidad siguen adelante con sus planes de fármacos de reprogramación, pero eligen afecciones médicas reconocidas (evitar la caída del cabello, reducir las arrugas de la piel) y limitan sus esfuerzos a órganos concretos. No obstante, nadie duda de que la humanidad será capaz de prolongar su esperanza de vida en las próximas décadas, siguiendo la meteórica progresión del último medio siglo. Hasta qué edad es capaz de aguantar nuestro cuerpo antes de decir basta, por mucho que lo reprogramemos y le imploremos que no nos deje en la estacada, es una incógnita.
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