El empleo en remoto tiene grandes beneficios pero también riesgos importantes, como por ejemplo olvidarnos de que no estamos hechos para estar sentados
El terremoto laboral que trajo la pandemia nos suena a cosa del pasado, pero las empresas siguen luchando por encontrar el equilibrio adecuado entre el trabajo presencial y el remoto, y los trabajadores siguen luchando por su autonomía, una vez han descubierto con el confinamiento que trabajar desde casa es posible, fundamentalmente en los empleos del sector servicios. El eje del debate y de la disputa entonces y ahora es la productividad. Si los empleados son igual de productivos en entornos remotos, ¿por qué pedirles que vuelvan a la oficina? En igualdad de condiciones, el trabajo a distancia es más barato y cómodo que los desplazamientos. Pero, responderán muchos encargados de área y ejecutivos de empresa, ¿es realmente igual de productivo un trabajador en su casa?
Aunque la productividad es importante, no se han tenido suficientemente en cuenta los posibles efectos negativos del trabajo a distancia para la salud de algunas personas. Quienes tienen el privilegio de poder trabajar desde casa pueden acabar dándose cuenta de que el trabajo a distancia es perjudicial para su bienestar mental y físico. Algunos estudios arrojan pruebas en este sentido, pero es imposible sacar conclusiones categóricas, pues cómo afrontar el trabajo en remoto es un proceso individual, al cual ciertamente muchas personas saben sacarle partido y ser más felices.
En un de estos estudios, publicado en 2022 por la Universidad de Roma LUMSA, una parte de los trabajadores de la muestra prosperaron en el entorno remoto, y valoraron tener más tiempo para comportamientos saludables, como hacer ejercicio y establecer vínculos con la familia, mientras que otros se volvieron menos activos, aumentaron de peso e informaron de sentimientos de aislamiento y depresión.
Los cambios sociales y laborales se suceden a una velocidad cada vez más vertiginosa, pero nuestros cuerpos siguen siendo los mismos desde hace 300.000 años. Suena a obviedad, pero conviene no pasarlo por alto: el ser humano necesita moverse. Cuanto más nos movemos, más sanos estamos. Movernos todos los días no sólo nos hace sentir mejor; es una de las formas de medicina preventiva más eficaces y de mayor alcance. Además, el sedentarismo está estrechamente relacionado con las enfermedades. Más tiempo sentado y menos movimiento a lo largo del día pueden hacer que una persona esté menos sana. Y el trabajo en remoto frente a una pantalla de ordenador fomenta justamente eso.
En el mundo actual, uno puede pedir comida, relacionarse e incluso trabajar sin dar un solo paso. Lo mismo ocurre con los empleos, cada vez más estáticos y vinculados a la tecnología. Aunque no nos demos cuenta, cada vez nos movemos menos en nuestras jornadas laborales. La cosa no se soluciona (solo) con ir al gimnasio un par de veces por semana. El ejercicio necesario para una buena salud puede ser algo tan anodino como ir andando a comer, subir las escaleras en el trabajo y caminar hasta el metro o por el aparcamiento. Esos pasos de fondo se suman a lo largo de días, semanas y meses. Son las llamadas actividades NEAT, acrónimo en inglés de las actividades no programadas que activan la termogénesis, es decir, que generan calor en el organismo debido a las reacciones metabólicas. Una vida activa es más saludable justamente porque agita nuestro metabolismo.
«Puesto que el trabajo a distancia, sea 100% remoto o híbrido, ha llegado para quedarse, merece una reflexión social y una regulación legal acorde a su importancia.»
En su ensayo El cerebro en movimiento (Los libros de la Catarata, 2024), los investigadores Coral Sanfeliu y José Luis Trejo inciden en la importancia de la actividad física, aunque sea moderada, para gozar de una vida larga y de calidad. Sobre lo antinatural de mantener nuestros cuerpos postrados en una silla de escritorio durante ocho o diez horas al día, Sanfeliu, que dirige el Grupo de Neurodegeneración y Envejecimiento del Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona, dijo lo siguiente en una entrevista en El País: “Estar sentado ocho horas al día es perjudicial y afecta a las conexiones del cerebro y los neurotransmisores. Es verdad que no es lo mismo estar sentado delante del ordenador, que delante de la televisión, que es aún peor. Cuando pasamos ocho horas sentados, hay que hacer una hora de actividad para compensar. El sedentarismo aumentó con la pandemia y se teme que vayan a aumentar las demencias, no solo por los daños que pueda tener a largo plazo la enfermedad, sino por la inactividad. Aparte del aumento de problemas como la depresión o la ansiedad”.
Oro aspecto a valorar del trabajo a distancia es la salud mental. Los humanos somos animales sociales. Al igual que tenemos el imperativo biológico de movernos, también necesitamos relacionarnos. Cuando socializamos en persona, aprendemos a leer el lenguaje corporal, a entender los matices no expresados en la comunicación y a trabajar más eficazmente con los demás. Por eso algunos estudios sugieren que los índices de depresión y ansiedad aumentan durante el trabajo a distancia. De nuevo, esto no quiere decir que todos los que trabajan desde casa se enfrenten a una crisis de salud. Hay muchas personas que prosperan en el mundo del trabajo a distancia. Los padres con hijos tienen más tiempo para estar con sus familias, la gente tiene más tiempo para pasear a sus perros y a veces incluso para ir a clases de gimnasia. Pero no es oro todo lo que reluce ni es tan obvia la decisión de trabajar en remoto.
Puesto que el trabajo a distancia, sea 100% remoto o híbrido, ha llegado para quedarse, merece una reflexión social y una regulación legal acorde a su importancia. No en vano, es uno de los mayores cambios en materia laboral del último medio siglo. Que los trabajadores, en su gran mayoría, reclamen cada vez más como un requisito el poder trabajar a distancia, mientras grandes ejecutivos como Jeff Bezos o Elon Musk exijan a sus empleados regresar presencialmente a las oficinas, demuestra que vienen turbulencias en la negociación laboral de los próximos años
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