El desconcierto de los datos

“¿Por qué se facilitan datos si no se dispone de ellos?”, se preguntaba Ana Tudela, cofundadora de Datadista, el pasado 1 de abril en Twitter. La periodista experta en esta materia lleva semanas exponiendo la falta de claridad de las autoridades sobre el coronavirus. Todos los días, el Ministerio de Sanidad actualiza sus cifras en una web dedicada a la COVID-19, pero están lejos de ser exactas. Los expertos reconocen que se está funcionando por aproximación: juntando las fotos parciales de cada día, se elabora una imagen lo más precisa posible de la tendencia.

Para empezar, los casos no reflejan ni mucho menos el número real de contagiados. Mucha gente no tiene síntomas, y al escasear las pruebas, la cifra de positivos podría ser de hasta 10 veces menor que la de infectados, explicaba Pablo Linde en El País, y citaba un controvertido estudio del Imperial College de Londres que habla de siete millones de posibles contagios en España.

Se habla constantemente de aplanar la curva y de mirar al final del túnel, pero no existe una cifra exacta de fallecidos, porque algunos decesos se han producido en sus casas. Tampoco de lo que está ocurriendo en las residencias de mayores, donde se están produciendo muchas muertes.

La situación de las UCI tampoco está clara. Sanidad no facilita el número de hospitalizados e ingresados en cuidados intensivos que han recibido el alta o han fallecido; el cálculo de la tasa de saturación de las UCI está hecho en base a los datos acumulados. ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI, el de la interconexión y la sobreinformación, estemos así?

En el caso de España, apuntan expertos en el tratamiento de datos, la Administración está anticuada y no tiene capacidad de gestión de este tipo de información ni el personal suficiente. Además, cada comunidad autónoma informa de manera distinta al gobierno central: unas envían el número de pacientes que pasan por las UCI desde que empezó la pandemia, otras ofrecen cada día una relación de casos activos, restando altas y fallecimientos. Y esa mezcla es la que ofrece Sanidad.

Al final, periodistas y científicos no tienen más remedio que buscarse la vida. Los miembros de Datadista están dedicando muchas horas de trabajo a depurar los datos oficiales, a limpiarlos y normalizarlos. Gracias a eso, medios, analistas y epidemiólogos disponen de una foto mucho más nítida de la evolución de la pandemia en España. En otros países, medios especializados y expertos independientes intentan hacer lo propio.

El barullo de cifras no se debe a una única causa, sino más bien a una mezcla de factores estructurales y coyunturales. En primer lugar, todos los países están desbordados en mayor o menor medida, con raras excepciones como Corea del Sur, una sociedad disciplinada, con experiencia de epidemias anteriores y un nivel de digitalización altísimo. La mayoría de epidemiólogos tenían experiencia analizando datos históricos; ante una crisis insólita como esta carecían de elementos para prever lo que sucedería, explicaba Tomás Pueyo en una entrevista a El Español.

La forma de medir es muy distinta según los territoriosHasta el punto de que en Italia a finales de marzo se estimaba la tasa de mortalidad del coronavirus en un 11%, mientras que para Alemania era del 1%, en China el 4% y en Israel, del 0,35%. A eso se suma el tiempo de reacción y la infraestructura previa de cada gobierno. En Estados Unidos, la Casa Blanca restó gravedad a la enfermedad, ignorando varias alertas de su Inteligencia. La primera potencia del mundo está viendo sus múltiples carencias a la hora de lidiar con una pandemia. No cuenta con un registro del personal sanitario infectado, algo crucial para evaluar el impacto en el sistema de salud. 

El mapa interactivo en tiempo real de la Universidad Johns Hopkins sobre la expansión del virus no incluye un apartado específico sobre los profesionales de la salud. Los hospitales llevan sus propios registros, aunque algunos no los hacen públicos.

Nina Schwalbe, de la United Nations University International Institute for Global Health, aseguraba en un artículo del Foro Económico Mundial que, al no contabilizar a las personas que no necesitan atención hospitalaria, estamos superando enormemente el porcentaje de personas infectadas que mueren de COVID-19: “El denominador (número de infecciones) es más pequeño de lo que debería ser, por lo que el numerador (número de muertes) tiene mucho poder. 

En este caso, el resultado es que la tasa de mortalidad (numerador dividido por el denominador) informada es más alta de lo que debería ser. Es un mensaje peligroso que está causando miedo, todo impulsado por un denominador falso”.


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