Un mundo sin soldados

Un mundo sin soldados

Los países aumentan el gasto militar, pero cada vez hay menos personas dispuestas a empuñar un arma de combate

En marzo de 2001, el servicio militar, la ‘mili’, dejó de ser obligatoria en España. El mundo, particularmente el occidental, ya no era un lugar peligroso. Una guerra en el contexto español parecía imposible, un vestigio oscuro del pasado. Y para cumplir con nuestros aliados ya estaban las Fuerzas Armadas, profesionales y dotadas. Menos de 25 años más tarde, el fantasma del servicio militar obligatorio sobrevuela de nuevo Europa, sumida en un estado de alerta no visto desde hace 80 años.

En primavera, Alemania anunció una reforma de sus fuerzas armadas para tenerla lista en caso de guerra. Uno de sus problemas es la falta de personal, y por eso su ministro de Defensa fue taxativo: “Alemania debe estar preparada para la guerra”, y eso supone poner sobre la mesa la vuelta del servicio militar. El primer ministro de Finlandia, Petteri Orpo, ha recomendado a sus aliados europeos que recuperen la ‘mili’. Suecia y Noruega, como Finlandia, nunca la llegaron a suprimir. Letonia y Lituania la han reintroducido. Todo esto debido a la guerra en Ucrania y la amenaza expansionista de Rusia. En España el debate todavía no ha sido lanzado a la arena pública, pero ya hay voces reflotando el asunto. En Francia, la extrema derecha avisó de que el servicio militar podría regresar si tomaba el poder, cosa que sorpresivamente no ha sucedido.

«Hemos tenido tanto éxito en disuadir conflictos entre grandes potencias durante los últimos 75 años que hemos empezado a considerarlos una reliquia del pasado», advertía el Centro de Seguridad para una Nueva América (CNAS en inglés), un grupo de expertos en defensa con sede en Washington, tras publicar un informe que analiza lo que podría ocurrir si el gobierno estadounidense reconsiderase el servicio militar obligatorio.

¿Están los españoles dispuestos a formarse en los cuarteles en caso de amenaza real a nuestra soberanía?

Las conclusiones de CNAS, que en gran medida pueden extrapolarse a los principales países de la Unión Europea, no son alentadoras. Impugnaciones legales al reclutamiento, protestas públicas significativas, desgaste electoral cuasi inasumible para cualquier gobierno que impulsara el retorno del reclutamiento militar, gasto ingente de presupuesto público para acondicionar las instalaciones y obtener el equipamiento necesario para acoger y formar a cientos de miles de reclutas… En conclusión, dice el CNAS, el regreso de la ‘mili’ supondría una conmoción cultural y política en un país que justo suprimió el servicio militar obligatorio tras el traumático fin de la guerra de Vietnam.

En Europa las carencias son aún peores que en Estados Unidos: el ejército alemán lleva años reduciéndose pese a sus esfuerzos por reclutar a profesionales, el Reino Unido podría desmantelar pronto cuatro buques de guerra por falta de marineros para navegar en ellos. En Asia, las Fuerzas de Autodefensa japonesas, a pesar de su aumento de efectivos debido a la preocupación por China, no alcanzan sus objetivos de reclutamiento. Incluso China, que tiene el mayor ejército del mundo en cuanto a número de efectivos, con unos dos millones de personas en activo, tiene dificultades para reclutar a los graduados de secundaria cualificados que necesita para manejar su armamento cada vez más avanzado. Los analistas de defensa incluso dudan de si China dispondría siquiera del personal necesario para llevar a cabo una invasión de Taiwán, como lleva años proclamando.

En contra del reclutamiento no solo juegan los cambios sociales, en particular de los jóvenes, que han perdido todo el interés en desarrollar una carrera militar. También influye la demografía: cada vez hay menos jóvenes en el mundo occidental, incluidas las potencias asiáticas. No hace mucho que expertos en defensa pronosticaban la “paz geriátrica”, propulsada por sociedades con menos soldados disponibles, más envejecidas y menos proclives a iniciar guerras. Rusia, junto a la agresividad territorial de China, han dado al traste con esa sugerente teoría.

En 2024, el gasto militar mundial ha aumentado por noveno año consecutivo, hasta alcanzar un máximo histórico de 2,4 billones de dólares, según datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI en sus siglas en inglés). “Todas las regiones del globo han incrementado el gasto, con Europa, Asia y Oceanía y Oriente Medio encabezando. El aumento sin precedentes del gasto militar es una respuesta directa al deterioro mundial de la paz y la seguridad», afirma el organismo en uno de sus informes. “Los Estados están dando prioridad a la fuerza militar, pero corren el riesgo de entrar en una espiral de acción-reacción en un panorama geopolítico y de seguridad cada vez más volátil».

¿Están los españoles dispuestos a formarse en los cuarteles en caso de amenaza real a nuestra soberanía? No lo parece. Según una encuesta de la consultora Gallup, España es uno de los países con menor disposición a luchar por su país entre los 45 países encuestados. Solo un 47% de españoles respondieron afirmativamente a la llamada a las armas, en contraposición a los más dispuestos, como Armenia (96%) o Arabia Saudí (94%). Los italianos fueron los más reacios, con un escaso 22% de encuestados dispuestos a defender la patria. Gallup concluye que, en términos generales, hay menos gente en el mundo dispuesta a luchar por su país que hace diez años.

Mientras la geopolítica vira hacia una diplomacia más militarizada y el retorno del aroma militar a la vida civil, los ciudadanos se sienten cada vez más alejados del fervor patriótico. Como sugería el CNAS estadounidense en su informe, reintroducir el servicio militar obligatorio va a ser un sapo demasiado grande para cualquier gobierno que aspire a mantenerse en el poder. A menos que, ojalá no se dé el caso, la violencia militar nos toque a la puerta.

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