Reconectar con la naturaleza
Las ciudades del futuro han de tener claro que a mayor intensidad de gris en nuestras vidas, mayor es el perjuicio sobre la salud pública.
La pérdida de contacto con el medio natural está en la raíz de los principales males de la sociedad actual, que podemos resumir en el rápido declive de nuestra salud mental y física. Hay multitud de indicios que señalan la relación entre vivir en entornos urbanos masificados y la pérdida de calidad de vida. Recientemente, una investigación pionera de la Universidad de Tokio ha tratado de recopilar todas las pruebas para hacer tangible científicamente lo que antes era intangible u opinable. El resultado es esclarecedor. Confirma algunas creencias, tales como la necesidad de ampliar las zonas verdes en las ciudades, y esboza una hoja de ruta para reconfigurar los entornos humanos del futuro. Sin duda, necesitamos reconectar con la naturaleza.
Una obviedad como que tener acceso a entornos naturales mejora nuestro estado de ánimo no siempre se refleja en la planificación urbanística de muchas ciudades. Madrid protagonizó la última controversia a nivel nacional, aunque casi todas las grandes ciudades españolas han vivido episodios similares. El debate está a la orden del día en todo el mundo, principalmente en países superpoblados como China o la India, con serias dificultades para cambiar de modelo por intereses políticos.
La pacificación de entornos es entendida por muchos gobiernos como la acción de homogeneizar la trama urbana con kilométricas planchas de asfalto y cemento. Es barato, requiere poco mantenimiento y permite a los vehículos públicos moverse fácilmente, desde los camiones de limpieza a los furgones de la policía. Sin embargo, está comprobado que a mayor intensidad de gris en nuestra vida diaria, menor es nuestra salud. Lo que por un lado la administración ahorra en urbanismo, luego lo paga exponencialmente en gasto sanitario.
Un trabajo liderado por la Universidad de Tokio ha recopilado toda la literatura científica al respecto y ha concretado nada menos que 227 vías a través de las cuales las interacciones de las personas con la naturaleza pueden afectar positiva o negativamente al bienestar. Para tratar de concretar lo intangible (por ejemplo, cómo cuantificamos la afectación de no ver vegetación sobre nuestra salud mental) los investigadores emplean un concepto denominado Servicios Ecosistémicos Culturales (CES, en inglés) y lo vinculan con los indicadores de salud pública.
Traigamos uno de los ejemplos: los investigadores quisieron ver si el ejercicio físico, algo que sabemos es bueno para la salud, es más beneficioso si se expone directamente a la naturaleza. Se tomaron cinco grupos de 20 sujetos y se les proyectaron 30 escenas en una pared mientras usaban una cinta de correr, divididas en cuatro categorías: rural agradable, rural desagradable, urbano agradable y urbano desagradable. Los indicadores de presión arterial, autoestima y estado de ánimo fueron mucho más favorables en los escenarios agradables, tanto el rural como el urbano. En ambos, la vegetación era abundante. Los entornos sin vegetación no aportaron mayor beneficio que el puramente físico de la quema de calorías. Y en esto viene también otra advertencia: no es solo el urbanismo feroz, también la pérdida de vegetación en el mundo rural nos afecta negativamente.
Un parque bien diseñado, por ejemplo, puede ser un lugar para la recreación y el ocio, así como para conectarse con otras personas y apreciar la vida silvestre. Un bosque con sus ecosistemas conservados actúa en el mismo sentido. Ya en 2018, un estudio titulado Los beneficios para la salud del aire libre, elaborado por la Universidad de East Anglia (Reino Unido), concluyó que el incremento de la exposición a espacios verdes reduce la mortalidad y mejora la salud mental, empezando por la calidad del sueño.
Los investigadores de la Universidad de Tokio comprobaron que el recreo en zonas verdes y el turismo en entornos ecológicamente ricos desata un mecanismo “regenerativo” en nuestra salud, como es el alivio del estrés y la mejora del humor. Todos lo hemos sentido alguna vez, y es uno de los motivos por los que el turismo verde está ganando peso en el sector del ocio. Además de advertir a los gestores públicos sobre el camino que hay que seguir en el urbanismo del siglo XXI, los autores subrayan que reconectar a las sociedades con la naturaleza es la mejor manera de conservar los ecosistemas, hoy en serio peligro por la sobreexplotación. En este proceso, debe ser “la población local la que ayude a mantener y gestionar los servicios” en los espacios medioambientalmente sensibles, dijo el autor principal del estudio, Lam Thi Mai Huynh, al diario The Washington Post. Una encuesta reciente del Centro de Investigación Pew indica que de casi 20.000 personas sondeadas en 17 países, casi un 75% cree que el cambio climático y la pérdida de entornos naturales le causará sufrimiento personal en algún momento en el futuro.
“No estamos haciendo suficiente ejercicio, no nos estamos calmando lo suficiente de las tensiones del día a día. ¿por qué no hacer algo que ayude a nuestros sistemas nerviosos a relajarse un poco?», se pregunta Florence Williams, periodista y ensayista especializada en medio ambiente y salud. En Canadá ya están tomando medidas en este sentido. Desde inicios de año, las personas que acudan a una consulta médica pueden salir con una receta bastante curiosa: un pase gratis para visitar los parques nacionales canadienses. El objetivo es proporcionar a los profesionales de la salud herramientas que animen a sus pacientes a pasar más tiempo en la naturaleza. La medida suena algo extravagante, pero es un primer paso hacia una necesaria reconexión con la naturaleza.
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