El español Pepe Castedo forjó lazos entre España y China en los años 60, antes de que ambos países establecieran relaciones diplomáticas. En vida nunca recibió el reconocimiento merecido. Un libro reivindica ahora su memoria.
No se pueden analizar las relaciones entre la China contemporánea y España sin detenerse en una figura: los wai guo zhuan jia o expertos extranjeros. Algunos eran profesores, otros simplemente se habían exiliado de la dictadura franquista, otros eran simpatizantes del comunismo y venían de la URSS… Todos coincidieron en una época muy concreta en la que, en el caso de España, todavía no existían relaciones diplomáticas con el país asiático. Uno de ellos fue Pepe Castedo, gallego solitario y extravagante, lleno de humanidad, según quienes lo conocieron.
El director del Observatorio de Política china, Xulio Ríos, acaba de publicar ‘Pepe Castedo: Vida y azares’ (Teófilo Edicións, 2019), una edición especial español-chino en la que pretende rendir homenaje a quien hizo mucho por la comprensión entre las dos culturas, aunque en vida no disfrutó de reconocimiento.
Castedo nació en Madrid, aunque siempre se reivindicó “gallego de Ferrol”. Republicano, se marchó a Francia y después a la URSS. Supuestamente desengañado del comunismo soviético, volvió a Francia, donde desempeñó muchos trabajos precarios. Tras muchos azares recaló en Pekín en 1964, en plena restauración burocrática china, cuando todavía dolía el fracaso del Gran Salto Adelante.
Cuatro años antes, el distanciamiento entre la URSS y Mao se había hecho insostenible y los soviéticos habían llamado de vuelta de sus compatriotas que fueron a ayudar al desarrollo de China. Se abrió entonces la puerta a colaboradores de otros países. Como Castedo, todos se alojaban en el llamado Hotel de la Amistad, mimados y vigilados por igual.
La figura de Castedo fascinó al escritor y ensayista Xulio Ríos, una de las voces más respetadas en España sobre política china. “Cuando China es tu objeto de estudio, como es mi caso, procuras contextualizar el momento indagando también en el pasado”, explica para Foro de Foros. “Y si queremos analizar las relaciones entre la China contemporánea y España, por ejemplo, es imposible prescindir de los expertos españoles que en un periodo de inexistencia de relaciones diplomáticas constituían un principal foco de proyección en dicho país.
A Pepe Castedo llegué en dicho contexto, después de escuchar a colegas chinos y latinoamericanos hablando de él con gran veneración y respeto. Pero también después de constatar, por ejemplo, el olvido de los españoles que fundaron Radio Pekín. Me sonroja y avergüenza que esta gente caiga en el olvido. En el caso de Pepe, el interés se vio acentuado por sus raíces gallegas. Lo mío es un toque de atención. Ojalá que sirva para que otros indaguen con mayor profundidad”.
Pepe Castedo adoraba a sus alumnos. Les enseñaba español con pocos medios y sin hablar él mismo mandarín. Para reforzar sus explicaciones empleaba la mímica. Cuenta Javier Reverte que en un viaje él pudo reconocer a varios alumnos de Castedo porque tenían un acento gallego bien marcado.
Su cariño por China no le impidió ser crítico y discrepar con muchas actitudes de Mao. Y en parte por el cansancio acumulado de haber presenciado el horror de la Revolución Cultural, decidió volver a España al morir Franco. Pero el regreso fue duro: las relaciones con su familia eran complicadas y la nostalgia de China le hizo plantearse volver. En 1981, cuando trató de reincorporarse a las aulas en Pekín, los responsables habían cambiado, ya no había sitio para él. Le niegan el visado. Un año más tarde se suicidó.
Para Xulio Ríos la historia de este hombre en apariencia hosco, pero de gran sensibilidad y humor es un ejemplo de figura descuidada. “Si lo comparamos con el nivel de reconocimiento que tienen otras figuras similares en el mundo anglosajón… Tampoco la actitud oficial de China es para lanzar las campanas al vuelo. Les dio mucho en tiempos muy difíciles y cuando necesitó su ayuda le cerraron la puerta. Para su debido reconocimiento, queda mucho trabajo por hacer en ambas partes. Muchos de sus exalumnos y excolegas están muy comprometidos con ese afán”, cuenta Ríos.
Gracias al trabajo del antiguo embajador Felipe de la Morena, España le concedió a Pepe Castedo en 1980 la Orden de Alfonso X El Sabio. Se convirtió así en su primer titular por méritos educativos en China. Pero todavía existen muchos interrogantes sobre su vida. Y sobre el legado de estos singulares expertos a las relaciones con la segunda potencia del mundo.
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