Aumenta el ruido en torno al Brexit, al tiempo que crece la presión sobre la primera ministra británica Theresa May. Su plan Chequers no convence a parte de su partido, como ha dejado claro Boris Johnson. Y cuestiones como la frontera de Irlanda del Norte siguen sobre la mesa. Uno de los analistas españoles que mejor han seguido el tema es Ignacio Molina, del Instituto Elcano, profesor de la UAM y editor de Agenda Pública. Así respondía a las preguntas de Foro de Foros.
¿Está crispándose tanto el ambiente entre Reino Unido y la UE como se presenta en los medios?
Hasta hace poco, el escenario base era que ahora se alcanzase un acuerdo de divorcio en el que Londres aceptaba todos los términos requeridos por la UE (pago de la llamada factura por la salida, respeto a los derechos adquiridos de los ciudadanos y solución al tema norirlandés sin desplegar una frontera en la isla) y que comenzase un periodo transitorio de dos años, con el Reino Unido ya fuera de las instituciones (desde marzo de 2019) pero aún sometido a los derechos y deberes del Mercado Interior. En ese periodo, que acabaría en diciembre de 2020, se negociaría la relación futura, con un probable resultado final que consistiría en un Brexit más bien duro (duro no significa hostil, sino similar al acuerdo de libre comercio canadiense, es decir fuera del Mercado Interior y de la Unión Aduanera) con elementos híbridos, o de Brexit blando, en cuestiones políticas y de seguridad, pero incluso comerciales (por ejemplo, acceso al mercado europeo de ciertos bienes y servicios británicos a cambio de reciprocidad y otras contraprestaciones como preferencia británica por la inmigración europea o coordinación regulatorio-jurisdiccional que en la práctica supusiera aceptar el Derecho de la UE en esos sectores concretos).
Sin embargo, las posibilidades de «no acuerdo» aumentan porque el tiempo se echa encima sin que se haya resuelto el problema de la frontera en Irlanda del Norte (el único tema que falta por concretar en la parte del divorcio) y con el enroque del Gobierno británico en torno a su peculiar versión de la relación futura deseable: el llamado plan de Chequers. Un plan que, si bien se presenta como una visión pragmática con respecto a lo que piden los eurófobos radicales y tiene algo de híbrido entre Brexit duro con elementos blandos, resulta inaceptable para la UE en su versión actual (rompe elementos fundamentales de la integración europea). Si Theresa May no ofrece algo más equilibrado, la UE dirá que no hay acuerdo, con consecuencias imprevisibles. Por tanto, sí, la cuerda se está tensando. Y los desarrollos políticos en el interior del Reino Unido (debilidad de May, divisiones dentro de los dos grandes partidos sobre la línea a seguir) no ayudan a destensar; al contrario.
¿Hay realmente alguna oportunidad de que finalmente Reino Unido no se vaya de la Unión Europea, vía por ejemplo otro referéndum?
Si el escenario base antes mencionado de un acuerdo de divorcio (acompañado de la negociación de un acuerdo avanzado de libre comercio para el futuro) pierde enteros a favor de un segundo escenario alternativo de «no acuerdo», paradójicamente también suben las probabilidades de un tercer escenario que es la rectificación (bien porque haya habido elecciones o un nuevo referéndum) y que al final no haya abandono de la UE. No obstante, una cosa es que ahora sea más probable el no acuerdo (que antes tenía un 10% de probabilidades y ahora quizás esté en el 25%) o incluso la rectificación (que antes tenía un 5% y ahora quizás esté en el 10%) y otra muy distinta es que estos dos escenarios alternativos sean los más probables. El escenario de acuerdo ha pasado de ser casi el único plausible a generar dudas (de acuerdo a las cifras antes mostradas a modo de ilustración, habría pasado de tener un 85% a un 65%) pero sigue siendo, pese a todo, el más probable.
Esto se traducirá posiblemente con un acuerdo de retirada y periodo transitorio que se alcanzará in extremis en este mes o noviembre, gracias a una declaración ambigua sobre la relación futura y tratando de dejar para más adelante la resolución concreta de la frontera física en Irlanda, pero garantizando por parte británica que no la habrá. Reino Unido dejará en consecuencia de ser Estado miembro a final de marzo de 2019 y empezará una complejísima negociación de dos años en donde puede pasar cualquier cosa: no acuerdo, Brexit blando, duro o incluso rectificación (aunque en ese caso, el Reino Unido estaría ya fuera de la UE y debería volver a entrar). Pero esa es otra historia a escribir a partir de 2019.
¿Se puede afirmar o no que el Brexit va a producir un empobrecimiento inmediato de Reino Unido o un frenazo a su economía?
No habrá empobrecimiento inmediato pero sí un lento declive (se está produciendo ya) por el descenso de la inversión extranjera o la inflación de los productos importados (por la caída de la libra). Se ha calculado que el frenazo será dilatado pero nítido.
¿Cuál es el «riesgo moral» para otros miembros de la UE que planeen irse? ¿Puede ser usada la amenaza de Brexit (Italexit, Polonexit, etc) para negociar con Europa?
Muy difícilmente, porque justo el Brexit demuestra que el abandono es un error, pues sume al país que se va en una gran incertidumbre económica, política y social mientras la UE se afirma como actor resiliente. Además, no hay apetito mayoritario de abandono en ninguno de los 27; ni siquiera en Italia o Polonia. La amenaza es poco creíble. Solo si la UE se fragmenta y entra en declive mientras el Reino Unido sale exitoso podría tentar a otros países a imitar a los británicos. No parece ser el caso, pero es también importante que la UE demuestre que fuera se está peor que dentro. De ahí en parte la firmeza del equipo negociador de la Comisión con Barnier al frente. Para evitar ese «riesgo moral».
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