Apenas unos días antes de que se conociera oficialmente la sentencia del Supremo sobre los líderes independentistas catalanes, el gobierno lanzó This is the real Spain, una nueva plataforma para subrayar la calidad democrática de España. En un vídeo difundido en redes sociales, varios ministros incidían en la idea de que España es la casa de todos, “everybody’s land”. Para algunos expertos en diplomacia y relaciones internacionales, no debía haberse difundido justo ahora y habría sido mejor reforzar los roadshows, los actos patrocinados y las voces no institucionales en foros en el extranjero. “Es un poco extraño este mensaje de autoconsumo de que somos una nación libre y una democracia consolidada. En Estados consolidados no suele darse así”, opina un experto en diplomacia pública que prefiere no ser citado en un asunto tan sensible. Otros consideran, sin embargo, que es el momento de coger el altavoz.
En La Moncloa se trabaja desde hace meses para contrarrestar el discurso independentista promovido desde Bruselas por Carles Puigdemont y en redes sociales por simpatizantes con el secesionismo, aunque la causa nunca consiguió prender en Europa. Al leer el argumentario de la secretaría de Estado, España Global, se percibe la sensación de querer recuperar el tiempo perdido. De explicar que, como en toda democracia madura, en España no existe persecución judicial de determinadas ideas, sino de actos.
Con los argumentos jurídicos en la mano, aún queda mucho por seducir. La reputación exterior de España en 2019 continúa recuperándose después de un ajuste muy duro en 2011-2013, según muestra el último estudio La reputación de España en el mundo, del Real Instituto Elcano. En el listado de la consultora Brand Finance de este año, España queda en el puesto número 11, por detrás de Italia, por ejemplo, a pesar de la inestabilidad interna o los desencuentros entre Roma y Bruselas.
Se mueve, y mucho
La sensación de parálisis política podría llevar a una falsa percepción de que España está anquilosada. Sin embargo, crece a un ritmo más rápido que las principales economías de la Unión Europea. Es uno de los países que mejores resultados obtuvo en el último Índice de Seguridad Global y una de las democracias plenas según The Economist, aunque la mítica revista no tenga en cuenta variables clave como el desempleo o la disparidad de rentas -aspectos en los que nuestro país cojea-.
Además, se trasplantan casi el doble de órganos por millón de población que en los países vecinos de la UE, gracias al sistema sanitario y la solidaridad ciudadana. España contribuirá con 100 millones de euros al fondo conjunto de la Agenda 2030 y con otros 100 millones al fondo de lucha contra el sida, la malaria y la tuberculosis. El propio Bill Gates alababa públicamente que en tiempos en los que muchos países se han replegado en sí mismos, España siga comprometida con luchar contra la pobreza y las enfermedades.
A pesar de la desigualdad, que existe y en mayor medida tras la crisis, uno de los mayores éxitos colectivos está en la reducción de la brecha de renta entre regiones, con un sistema descentralizado y sin que haya afectado a los polos existentes. Y todo sin culpar a Bruselas: España es una excepción en el mapa europeo a la hora de digerir problemas sin recurrir a la eurofobia.
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