El teletrabajo, al rescate de los pueblos

El teletrabajo, al rescate de los pueblos

Los empleados cada vez valoran más trabajar desde casa, pero el contexto económico no ayuda. De su éxito puede depender la supervivencia de muchos entornos rurales.

Se da la paradoja, en estos tiempos de cisnes negros y giros inesperados, de que parte de las esperanzas del mundo rural por sobrevivir a la despoblación pasan por la llegada de urbanitas cuyo último interés es dedicarse al agro. No es un concepto nuevo. Hace una década que se sugiere que el campo es un lugar excelente para que se establezcan personas jóvenes o familias que tienen la posibilidad de trabajar a distancia. Pero hasta que irrumpió la pandemia de Covid-19, esa idea no era más que una entelequia. Por un lado, muchos de esos pueblos no gozaban de buena conexión a internet, lo que les invalidaba ya de entrada, y además casi ninguna empresa permitía a sus empleados teletrabajar de forma permanente. Hoy el asunto del acceso a internet continúa pendiente en demasiados rincones de España, pero la cultura laboral ha cambiado radicalmente. Hoy no solo las empresas han aprendido que el teletrabajo es una opción laboral, sino que muchos empleados exigen ese derecho a sus empresas a riesgo de marcharse a la competencia.

Augurar un trasvase masivo de urbanitas hacia el pueblo sería ingenuo, pero el mundo rural tiene una ventaja: necesita muy poco para mantener sus constantes vitales. Con cinco niños se mantiene abierto el colegio; con una decena de habitantes se puede mantener un centro médico. Con solo un puñado de vecinos se puede dar sustento al panadero ambulante, al dueño del bar, a la familia de la tienda de víveres. Y así se activa el círculo virtuoso de la prosperidad en un núcleo de población rural. El problema es que la situación es tan crítica que en cientos de pueblos ni siquiera hay habitantes para cubrir esos mínimos. Los colegios cierran, los médicos rurales ya no visitan, el comercio desaparece y el pueblo muere junto a sus últimos habitantes ya ancianos. El teletrabajo procedente de la gran ciudad puede detener, en un último aliento, esta dinámica de despoblación que es ya uno de los grandes problemas sociales y económicos de España.

Lo rural es “un lugar fantástico para vivir, pero difícil para trabajar, y ahora es fantástico para trabajar, pero difícil para vivir. La eclosión, tardía pero imparable, del teletrabajo en España facilita que cualquier actividad de alto valor productivo o creativo se pueda llevar a cabo desde una aldea recóndita con vistas a parajes de ensueño”, afirma a este respecto el politólogo Víctor Lapuente en El País

Salvando todas las distancias, en Estados Unidos el teletrabajo ya está volteando la realidad demográfica e inmobiliaria de sus grandes ciudades y de los núcleos de población medianos y pequeños que las rodean. Los trabajadores eligen vivir en entornos más alejados y agradables porque sus empresas ahora sí les dan flexibilidad, y esto produce un notable crecimiento poblacional y económico en esos núcleos. Se las denomina ‘Zoom towns’, o ‘pueblos Zoom’, en referencia al programa de videollamadas que tan popular se hizo en la pandemia.

Hay motivos para ser cautelosamente optimistas con el teletrabajo y sus derivaciones socioeconómicas. A pesar de la amenaza de recesión global, Prithwiraj Choudhury, economista de la universidad de Harvard y de la consultora Ernst & Young, considera que 2023 será un buen año para el teletrabajo en base a los resultados de un estudio que ha liderado. “Hay dos tipos de empresas”, concluye Choudhury, “unas abrazarán el trabajo en remoto y otras lo rechazarán. Creo que las segundas perderán su capital laboral”. Ya lo dijo Bill Gates en 2019, antes de la pandemia, en una frase premonitoria: “La competencia por contratar a los mejores aumentará en los próximos años. Las empresas que den más flexibilidad a sus empleados tendrán ventaja en este ámbito”. No imaginaba Gates cuán pronto llegaría ese vuelco.

No obstante, estamos muy lejos de ese cambio de paradigma. Puede que incluso nunca se llegue a producir. Multinacionales como Apple o Goldman Sachs han vuelto a la casilla de salida y han prohibido el teletrabajo. Los ejecutivos no creen que teletrabajar sea bueno para la productividad de sus empleados ni para la cuenta de resultados. El CEO de Goldman Sachs lo tildó directamente como una “aberración”. Los empleados opinan justamente lo contrario. Una encuesta sobre teletrabajo publicado por la Harvard Business Review, concluyó que mientras los ejecutivos y gerentes creían que el teletrabajo reducía notablemente la productividad, los empleados encuestados pensaban que la incrementaba exponencialmente, y que además ellos eran más felices.

España es un lugar históricamente reticente al teletrabajo. En parte debido a su  tejido productivo, en el que el sector tecnológico es minoritario. En parte también a la cultura del presencialismo, las largas jornadas y la escasa confianza en la honestidad del empleado. Según datos de la última Encuesta de Población Activa (EPA), en el segundo trimestre de 2022 el 90% de los asalariados trabajaron solo desde la oficina. La cifra de empleados en remoto llegó a situarse en el 16,2% de la población activa en 2021, pero desde entonces está en retroceso, hasta el punto de que una de cada cuatro empresas españolas no permite teletrabajar ni un solo día, según señala la EPA. 

Como país, lo tenemos todo dispuesto para evolucionar hacia el teletrabajo: tenemos la normalización que el confinamiento trajo a marchas forzadas, tenemos la voluntad de los empleados y la necesidad demográfica del trasvase de población de la gran ciudad hacia otros puntos de la península. Tenemos también los ejemplos positivos, que existen y son ilusionantes. Lo afirma la Red Española de Desarrollo Rural: el trabajo a distancia ha proporcionado “un aliento de vida a algunos pueblos de los llamados de la España vaciada, que agonizaban (y agonizan) ante el drama de la pérdida de población”. Solamente falta la adhesión de los directivos y los empresarios, que deben convencerse de que el círculo también es virtuoso para ellos.

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