Ha pasado un año desde que las cuatro grandes sociedades científicas de nuestro país lanzaran un comunicado lamentando “cierta tensión entre la información aportada e interpretada por los científicos expertos y las decisiones políticas tomadas a continuación por las autoridades”. Pedían más financiación, mayor autonomía, y especialistas para afrontar las próximas crisis sanitarias. En definitiva, recursos para poder trabajar contrarreloj en situaciones extremas como esta pandemia.
Doce meses después nos encontramos inmersos en el proceso de vacunación más extendido y ambicioso de la historia: 600 millones de dosis en tres meses. Hemos vivido el año de la ciencia, un hito que no tiene precedentes. Sin embargo, ni las condiciones de trabajo de los científicos han mejorado ni los políticos han ayudado a transmitir sus mensajes. Más bien lo contrario. Medio centenar de sociedades científicas y médicas que representan a unos 170.000 profesionales sanitarios lo resumieron así en una carta abierta al presidente Sánchez y a los 17 presidentes autonómicos: “Ustedes mandan, pero no saben”. Pedían una respuesta clara y basada únicamente en la evidencia científica, no en el enfrentamiento político.
¿Es inevitable la apropiación de la ciencia por la política?
Durante este año los ciudadanos no hemos parado de recibir mensajes contradictorios: las mascarillas no fueron necesarias hasta que llegaron. Cuando ya no había problema de stock, se convirtieron en imprescindibles. La revista Frontiers in Public Health pidió en mayo y junio a 25.000 científicos que evaluaran cómo sus Gobiernos habían ajustado sus medidas a criterios científicos y España quedó en los puestos de cola. La rivalidad política se impuso a los criterios científicos: mientras Sanidad recomendaba restringir la movilidad y confinarse en casa, la Comunidad de Madrid hacía hincapié en evitar medidas drásticas y optaba por acotar zonas sanitarias que los vecinos no sabían determinar. Se pidió paciencia a la población mientras algunos responsables públicos se saltaban la cola para vacunarse. El consejero de Ceuta llegó a alegar que lo hizo en contra de su voluntad: “Yo no quería, no me gustan las vacunas”.
¿Es inevitable la apropiación de la ciencia por la política? Gary Kobinger, miembro del consejo de la Organización Mundial de la Salud, cree que todas las respuestas a las epidemias están politizadas. Ocurrió en el caso del ébola y lo hemos visto con la covid-19. La batalla entre la Unión Europea y Astra Zeneca es la muestra. “Los políticos piensan siempre en su reelección y en términos de perfección. Pero no hay nada perfecto en las respuestas a las epidemias”. Kobinger lamenta que algunos expertos de su país, Canadá, no hayan podido ser lo suficientemente independientes.
Y pese a las improvisaciones y las chapuzas políticas (aciertos también ha habido, sin duda), la ciencia nunca ha ocupado tanto espacio en el debate. La ciudadanía demanda estadísticas, datos. La desinformación y los bulos siguen aumentando, pero también lo hace la búsqueda del rigor y de evidencias. Gana la ciencia.
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