¿Son incompatibles política y ecología?

La dimisión del ministro francés de Ecología, por sorpresa y tras poco más de un año en el cargo, supone un mazazo para el gobierno de Macron. Pero sobre todo muestra lo poco que interesan las cuestiones medioambientales en Realpolitik

El país que pretendía abanderar la lucha mundial contra el cambio climático de momento carece de margen político para hacerlo. Cuando llegó al Elíseo Emmanuel Macron se propuso un golpe de efecto ecologista. Le dio una vuelta a la expresión de Trump para convertirla en “Make our planet great again” y a la cabeza del ministerio de Transición Ecológica y Solidaria puso a una estrella mediática: Nicolas Hulot.

Hulot, 63 años, activista, parecía el candidato ideal: ajeno a cualquier disciplina de partido, con aura mediática –durante años presentó un clásico de la televisión gala, el programa medioambiental Ushuaïa- y, sobre todo, acreditada pasión por su trabajo. Se había negado a trabajar con los anteriores presidentes (Chirac, Hollande y Sarkozy), pero a Macron le dijo que sí.

Sin embargo, un año y cuatro meses después de tomar posesión, Nicolas Hulot anunció en directo en France Inter que se marchaba, sin haber avisado previamente a su jefe. Su decisión era el fruto de un “cúmulo de decepciones”, dijo. Se sentía “solo” en el Consejo de Ministros, frustrado al ver que no se han reducido las emisiones que provocan efecto invernadero ni el uso de pesticidas. Y que los grupos de presión tienen cada vez más peso en el Elíseo.

A pesar de algunas victorias cosechadas, como frenar la construcción de un aeropuerto cerca de Nantes o  incluir una mención al medio ambiente, el cambio climático y la biodiversidad en la reforma de la Constitución, Hulot insiste en que no ha sido suficiente y que no quiere seguir alimentando falsas expectativas.

La frustración de los ecologistas cuando llegan a primera línea de la política en Francia no es nada nuevo. Nicolas Hulot ha aguantado de media nueve meses menos que sus predecesores –ministros y secretarios de Estados- desde 1971.

Ni Francia ni Europa ni el mundo están cumpliendo los compromisos medioambientales, sentenció Hulot en lo que ya se considera una especie de manifiesto ecologista crítico con el establishment desde el establishment.

“Esta es la prueba de que la política no es capaz de tratar cuestiones medioambientales”, explica Daniel Boy, especialista en ecología política del prestigioso think tank Cevipof. Un ecologista en el gobierno defiende su causa solo, razona Boy, aunque los desafíos que plantea sean de ámbito global, con consecuencias fatales para el planeta, y sus recomendaciones debieran marcar el resto de políticas públicas.

El cortoplacismo manda: derecha e izquierda plantean el tema del sobrecalentamiento global de forma vaga desde hace tres décadas. Pero un gobierno tiene apenas cuatro o cinco años para mostrar resultados, y una política sólida se notaría al cabo de medio siglo.

¿Pueden conciliarse las medidas medioambientales con las que fomentan  el crecimiento económico y la reducción del paro? ¿Y los tiempos electorales con los que exige este reto? Los ecologistas, con Hulot a la cabeza, argumentan que por supuesto. Pero Hulot ha dimitido, según sus palabras, porque no ha sabido convencer.


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