Retratos de Foro de Foros I: Luis de Lezama

Retratos de Foro de Foros I: Luis de Lezama

El Gorino, un chaval enjuto y deformado por la polio, el Angelito, con su chepa, o Tino, que quería ser torero y se hacía llamar el Explosivo de la Mancha podrían ser personajes salidos de El Buscón, pero existieron en el barrio madrileño de Entrevías en los 60. Como a tantos buscavidas que huían de la miseria, Luis de Lezama (Álava, 1936) los acogió en la parroquia de San Carlos Borromeo. El párroco hizo de padre, buscando soluciones para que todos pudieran comer. Rebuscaban chatarra que luego vendían al chamarilero. Lezama se convirtió en el cura de los ‘maletillas’. Con ellos se turnaba para ducharse antes de que se acabara el butano en el albergue que fundó para darles cobijo.

De aquello ha pasado más de medio siglo y el cura Lezama hoy emplea a más de 600 personas en más de 20 restaurantes, en una iniciativa que mezcla lo social y lo empresarial. Sigue dando misa y fundó hace más de una década el Colegio Santa María la Blanca de Madrid, conocido como uno de los más punteros del mundo, con más de 2.200 alumnos. La pandemia le ha trastocado, pero su análisis va mucho más allá.

  • ¿Percibes más hostilidad en el ambiente ahora o en los barrios chabolistas del 65?

La vida hoy es evidentemente mucho más hostil. El ladrón no te roba dinero, te roba pensamientos y el alma y yo prefiero que me roben el dinero. Entonces el carterista era honrado. Sacaba el dinero y echaba la cartera a un buzón de Correos y hasta venía a la parroquia y te echaba cinco duros al cepillo porque se le había dado bien. No es que cualquier tiempo pasado fuera mejor, es que entonces era todo muy distinto. La gente había venido a la ciudad a abrirse camino en la vida, pero no a robar los corazones de los demás.

  • Miremos hacia donde miremos, se hace difícil el optimismo…

Es lógico. Las perspectivas de futuro se acaban para muchos, que ven que el mañana es mucho más conflictivo de lo que esperaban. Cada uno trata de crear seguridades, aprende un oficio o estudia… invierte días, horas, noches, y luego se arriesga preparando oposiciones o levantando la persiana de un negocio. Y de repente se ha encontrado con que nada de eso le está siendo útil. La gente no encuentra el resorte, no encuentra el agujero por donde salir.

  • De las crisis solapadas, sanitaria, social, económica… ¿cuál te preocupa más?

Sin salud no hay nada. Es absurdo cómo mareamos la perdiz en torno a la Sanidad cuando debemos estar todos a una. Sobre la base de una crisis sanitaria hay una especie de necesidad física y mental de reanimar esta sociedad. Porque esto no ha sido una gripe que se pasa. Mucha gente se acostó con el coronavirus como una amenaza y pretendía levantarse como si todas las cosas volvieran a suceder. Y no.

 

«El dinero puede hacer medicina pero no compra la salud»

 

  • Eso os ha ocurrido con los restaurantes…

Sí, algún negocio se cerró con la mesa preparada para el día siguiente y cuando lo hemos abierto nos hemos dado cuenta de que han pasado seis meses. Ese realismo pragmático nos está comiendo el coco. ¿Qué vamos a hacer en el futuro? Porque el sistema ya no es el mismo, la sociedad ya no es la misma, los pensamientos originales se han perdido. Y es como si te hubieras sentado encima de una caja fuerte llena de oro y has perdido la llave. ¿Cómo la abres?

  • Estamos llegando a unos niveles muy altos de polarización, de debates viciados, de agresividad. ¿Crees que es una cuestión coyuntural por el estrés y la urgencia de la pandemia? ¿Te preocupa que se instalen las guerras culturales del “ellos Vs nosotros”?

Nos habíamos montado en una base de sociedad fundamentada en un desarrollo imparable. Nos creíamos que había que sumar, sumar y sumar. Hasta que ha llegado un momento en que no se suma más. Parece que hay que cambiar de métodos y desconocemos cuáles son. Quienes creían que con el dinero iban a poder solucionar la mayoría de los problemas de su vida se han dado cuenta de que el dinero no soluciona. El dinero puede hacer medicina pero no compra la salud. Puede comprar voluntades hasta cierto punto. Se ha exacerbado el poder del dinero hasta tal punto que habíamos deshumanizado la convivencia. Parece que la naturaleza ha tendido a defenderse de la agresividad de la inteligencia del ser humano.

  • ¿Lo que estamos viviendo nos va a cambiar sustancialmente?

Desde luego que sí. Algunos van a morir amargados y eso me da mucha pena. Pero esto también nos ha situado en los valores del acompañamiento, en los de la soledad, en los de la comunidad. Nos está haciendo comprender que sin el otro no tenemos salvación.

  • Los mayores están siendo los grandes abandonados en esta pandemia. Muchos se quejan de que cuando uno llega a una determinada edad se le deja de considerar como un activo y su criterio deja de importar…

Parece que nos hubiéramos olvidado de que en las tribus ancestrales el consejo de los viejos era siempre el más escuchado. En esta sociedad a los viejos nos han querido aparcar, silenciar. A unos con la comodidad propia del capital, a otros con la ingratitud de hijos que no reconocen para nada la obligación con los padres. Hay una generación vengativa, que habiendo disfrutado concretamente en España de los beneficios de la democracia a base del trabajo de sus padres ha dicho: no nos sirve lo que hicisteis, no queremos saber nada de la España del 78, queremos hacer la España del futuro. Y no se puede construir el futuro sin tener en cuenta el pasado ni por supuesto el presente.

 

«Estamos comprendiendo que sin el otro no tenemos salvación»

 

  • ¿Existe una dicotomía vida-economía o es un falso debate?

Hace muy bien el Gobierno en prever el Estado de alarma hasta el 6 de mayo o hasta el 22, pero que por favor no destruya las esperanzas de los pobres. Hay mucha gente que no va a llegar al 6 de mayo porque no tiene soluciones; otros porque las previstas no son suficientes y otros porque van a morir de amargura y frustración porque están solos, sin sitio en esta sociedad. Esto es muy grave. Comprendo que los sanitarios están agotados y los políticos, amargados por no poder encontrar solución a los problemas. Pero creo que es muy importante contarnos la verdad.

  • Miremos al futuro. ¿Te agrada el Papa Francisco?

Es un alivio. Porque durante años en el proceso histórico hemos vivido en una Iglesia que se quedaba siempre en el misterio. Yo creo que los misterios existen pero las realidades humanas no se pueden ocultar. Supongo que no es fácil abrirse camino en la maraña que le rodeaba. Lo que nunca se entiende es que las mentiras vengan del propio entorno. El discernimiento del Papa con su entorno tiene que ser un drama diario. Pero no menos que el de un presidente del Gobierno con el entorno que le rodea.

  • Llevas toda la vida educando a jóvenes. Pusiste en marcha el colegio Santa María La Blanca con más de 2200 alumnos y fuiste pionero en abrir escuelas de hostelería. ¿Cómo están cambiando las generaciones?

Comparto más con los jóvenes de 15 a 18 que con los de 20 a 30. Hay un cambio diferencial. Los otros son consentidos y resabios y creen que porque han estudiado en la universidad lo saben todo y se creen autosuficientes.

  • La escuela ha tenido que volcarse en Internet a marchas forzadas, pero vosotros teníais terreno ganado. 

Nosotros no hemos tenido ningún problema en adaptarnos porque desde el inicio hemos aprendido a potenciar las cualidades personales de los chavales. Enseñar no es dar una clase de matemáticas. Enseñanza online no es hacer en vídeo una clase de matemáticas con el profesor moderno y atildado dando su lección magistral delante de una cámara.

 

«El sectarismo se apodera de nosotros en lo social en lo económico y en lo religioso»

 

  • Hace diez años os criticaron por eso…

Es una tontería eso de que a los niños no hay que dejarles meter el teléfono en el colegio. Lo que hay que hacer es acostumbrarles a valorar los tiempos: cuándo pueden usarlo y cuándo no. Pero mis alumnos de 12-14 años tienen teléfono y es un utensilio más que transmite la formación. Cuando abrimos el colegio en 2007-2008 con los primeros ordenadores, fui a Portugal a comprar 500 ordenadores pequeños con un crédito en la mano. Los padres se asustaron por si les iba a distraer. Pero teníamos que ayudarles a crear sus criterios, a enseñarles a elegir. Si tú le das un cuchillo a un niño le puede servir para mucho bueno, pero también para mucho malo.

  • Los avances tecnológicos también nos muestran nuestras limitaciones.

A los humanos se nos están bajando los humos. Observamos cada día nuestras limitaciones y el inevitable envejecimiento. Yo puedo pensar muy bien hoy, pero no tengo la facilidad que tenía para andar veinte pasos más. Eso te hace muchas veces frustrarte o por el contrario tener confianza en los más jóvenes. Una cultura mediocre, tecnológica y adoctrinada tiene que dar paso a unos jóvenes bastante más empeñados en valores, en servicios comunes, en compañerismo. Y yo estoy atisbando que eso sucede. Los jóvenes de 18 años, aunque vayan de botellón, empiezan a ser mucho más responsables que los de 35.

  • ¿Sigues confiando en el diálogo?

Lo más importante hoy es compartir las ideas, mucho más que los bienes materiales. Construir un país o una empresa no es fiarte de tu seguimiento doctrinal porque está por encima de la ideologización de un lado o de otro. Si aplicas tu ideología no crearás algo común, una comunidad, crearás una secta. Y el sectarismo se apodera de nosotros en lo social en lo económico y en lo religioso. Hay que prescindir de ciertos atavismos que son sectarios.

 

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