Repensar el tiempo libre

Repensar el tiempo libre

Repensar el tiempo libre

Tenemos menos tiempo libre que hace 50 años. Las tareas del hogar y la crianza intensiva de los hijos son los principales motivos.

La mayoría de personas en los países desarrollados tienen menos tiempo libre que las generaciones anteriores. Lo sostienen con argumentos sólidos Helen Hester y Nick Srnicek en el reciente ensayo After Work (Después del trabajo). Los autores lanzan esta frase como síntesis argumental:  «Un ama de casa de la década de 1870 encontraría irreconocible una casa de la década de 1940, mientras que un ama de casa de la década de 1940 encontraría la casa de la década de 2020 casi totalmente igual». Es decir, el escaso alivio en las tareas del hogar es el centro de nuestras miserias. Y los avances tecnológicos en aparatos domésticos, en lugar de resolver han empeorado el problema. Debemos repensar el tiempo libre.

Sostienen Hester y Srnicek, académica feminista y economista marxista respectivamente, que el único nuevo electrodoméstico que ha ahorrado trabajo desde los años 50 es el microondas. Peor aún, el tiempo ahorrado por los inventos de principios del siglo XX (la instalación de fontanería y electricidad en la vivienda, la lavadora, la aspiradora) ha quedado anulado por la consecuencia imprevista de crear expectativas de perfección doméstica. Lavamos tres veces más ropa que en los años cincuenta, dicen los autores. Se espera que nuestra ropa esté «tan inmaculada como el día que la compramos». Hasta algunas personas han convertido las tareas domésticas en «una especie de tendencia terapéutica del bienestar», y el cocinar en una especie de competición foodie destinada a presumir en redes sociales.

El argumento es muy interesante porque casi todos nos vemos reflejados en él. El tiempo fuera del trabajo queda consumido bien por las tareas del hogar, bien por gestiones administrativas, bien por la crianza de los hijos. ¿Es nuestro tiempo libre realmente libre?

La OCDE, en un informe del año 2020 sobre la distribución del tiempo, concluye que el tiempo medio dedicado al ocio “aumentó entre los años setenta y ochenta y disminuyó en las décadas siguientes a un ritmo acelerado”. En la década de 2010, dice la OCDE, el tiempo medio dedicado al ocio disminuyó en 8 de los 13 países para los que se dispone de datos: por ejemplo, se redujo un 14% en Corea, un 11% en España, un 6% en los Países Bajos, un 5% en Hungría y un 1% en Estados Unidos. El número de personas en situación de «pobreza de tiempo» (que la OCDE define como aquellas para las que la proporción de tiempo dedicado a actividades de ocio es inferior al 60% de la media) ha aumentado desde 2000 en los 10 países para los que se dispone de datos.

Lo que Hester y Srnicek ejecutan es una ampliación conceptual de la paradoja de Cowan, uno de los enigmas sociales más extravagantes y a la vez con mayores implicaciones. Hace cuarenta años, la historiadora estadounidense Ruth Schwartz Cowan reveló que el tiempo dedicado a las tareas domésticas por un hogar medio no había disminuido desde la década de 1870, a pesar de la aparición de nuevas tecnologías en el hogar. «La reducción del trabajo no asalariado es necesaria», escriben los autores de After Work. «No sólo porque gran parte del mismo sea monótono. Más bien, esta reducción es esencial porque amplía la disponibilidad de tiempo libre que es el prerrequisito para cualquier libertad significativa”.

Además del aumento de los estándares de limpieza e higiene personal, que nos llevan (se podría argumentar que con razón) a ser mucho más exigentes contra la suciedad, Hester y Srnicek apuntan hacia la «creciente individualización» de la sociedad en las últimas décadas. Tareas que históricamente se habían distribuido por barrios y redes de parentesco empezaron a recaer exclusivamente en una nueva figura emergente, la del «ama de casa solitaria».

Es cierto que hoy todas las tareas domésticas se realizan de puertas hacia adentro en los hogares. También la crianza de los hijos parece un reto unifamiliar. Los datos indican que el tiempo que dedicamos a su educación se ha duplicado desde la década de los setenta, privándonos de tareas de ocio como disfrutar de la cultura (ir al cine, leer un libro) o disfrutar de los amigos. Esto se debe principalmente a la llamada “crianza intensiva”, la obsesión de muchos padres por llevar en volandas a sus hijos en su crianza, ocio y educación.

Según los autores, el aparente callejón sin salida entre la ambición personal con nuestro tiempo libre y la crianza de los hijos y las tareas del hogar que nos lo impiden no es “el final de la historia” sino el punto de partida, la alerta que nos indica que debemos organizar mejor nuestro tiempo fuera del trabajo. Muy particularmente las mujeres, que se siguen llevando la peor parte en la llamada “pobreza de tiempo”. Indica la OCDE que las mujeres dedican hoy al cuidado de los hijos más del doble de tiempo que en los años 70. Pues si bien los hombres han dado un paso adelante significativo en contribuir a las tareas del hogar, los datos no son tan positivos en relación a la crianza de los hijos. Sin duda, un buen abanico de hechos que nos invitan a repensar qué hacemos (mal) con nuestro tiempo libre

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