Nos gustan los personajes inmorales

Nos gustan los personajes inmorales

Nos gustan los personajes inmorales

Los tipos malos son mucho más interesantes que los tipos rectos, un filón para la literatura que tiene una explicación psicológica.

Eche un vistazo a la novela que tiene pensado leer en sus vacaciones de verano y observe sus principales personajes. Al menos uno de ellos, quizá el protagonista, será un personaje moralmente censurable, cuando no directamente inmoral. No hay de qué preocuparse, no tiene usted un problema social. A todos nos gustan los personajes inmorales y la literatura da buena cuenta de ello. Varios estudios científicos han tratado de entender por qué.

Es un hecho que los tipos malos son más interesantes que los tipos rectos. La literatura antigua lo atestigua, con multitud de obras protagonizadas por grandes villanos y extremos morales en sus tramas. La Epopeya de Gilgamesh (escrita entre los años 2150 – 1400 a.C.), la obra literaria más antigua del mundo, es una narración de moralidad ambigua, en la que un tipo malo se ve obligado a mejorar moralmente. Gilgamesh nos enseña dónde están nuestros límites y hasta dónde podemos llegar como seres humanos. Tomemos otro ejemplo: la Ilíada y la Odisea de Homero; o uno más cercano, la obras magnas de William Shakespeare. Acérquese a cualquier librería y verá las estanterías principales plagadas de ejemplos contemporáneos.

Generalmente, la inmoralidad en la literatura ha tenido el fin último de mostrarnos el mal camino, aquel que no se debe transitar, pues tiene consecuencias nefastas. Porque al final, el bien del protagonista siempre triunfa sobre la bajeza moral del antagonista. Este esquema ciertamente maniqueo se ha ido rompiendo con el paso de los siglos. Hoy, es habitual que los malos protagonicen novelas, películas y series, y ya no necesariamente para terminar vilipendiados. En ocasiones, incluso empatizamos con ellos. Y la verdad es que nos encanta.

Los psicólogos evolutivos afirman que nos atraen estas historias porque el asesinato, la violación y el robo han jugado un papel importante en la sociedad humana desde nuestros días de cazadores-recolectores. Está en nuestra naturaleza estar muy en sintonía con los delitos menores, e instintivamente queremos descubrir las claves que llevan a los delincuentes a actuar, para así protegernos mejor a nosotros mismos y a nuestro entorno.

En los últimos años, se ha producido un boom de películas y series de televisión protagonizados por personajes moralmente detestables. Es la ley de la oferta y la demanda. Si un producto triunfa, el mercado se llena hasta quedar saturado. Es lo que ha ocurrido con la ficción criminal. En 2022, un equipo de neuropsicólogos del Boston College y la City University de Nueva York (CUNY) tomó la plataforma Netflix como campo de estudio para tratar de averiguar si los extremos morales, particularmente los negativos, llaman nuestra curiosidad. Partieron de un dato muy concluyente: comprobaron que los programas más vistos en Netflix tienen protagonistas inmorales, y que la inmoralidad y las horas vistas están correlacionadas: cuanto más inmoral es el protagonista, más horas pasa la gente viendo el programa.

“La búsqueda de la bondad moral es una máxima de la humanidad, en todas sus culturas y religiones. Pero hay algo en la esencia de la bondad: que es muy aburrida”. Así de crudo expuso el asunto años atrás la filósofa Susan R. Wolf, que explicó por qué sentimos cierto rechazo hacia los “santos morales”. A la que podemos escapar del imperativo de ser bondadosos, y eso es a través de la ficción, lo hacemos, proyectando en personajes inventados nuestra necesidad de romper la baraja.

Esto explica también el auge de los llamados true crime, o crímenes reales, un género narrativo que ha estallado con fuerza en los últimos años. No es más que la crónica negra o de sucesos de toda la vida, solo que con una narrativa mucho más sofisticada. El true crime consiste en reconstruir, con todo lujo de detalles y mediante la voz de sus protagonistas, asesinatos, robos, estafas y crímenes de toda índole perpetrados por seres a cual más inmoral. Cuanto más complejo el protagonista, cuanto más podamos comprender sus bajas pasiones, más ingredientes tendrá para el éxito.

Como apuntan los autores del estudio, la curiosidad es un gran impulsor de conocimiento, y está asociada también a la memoria y la creatividad. En consecuencia, la inmoralidad en formato ficción puede fomentar esas emociones constructivas. “La curiosidad moral”, dicen los autores, “permite a la gente aprender sobre información social crítica: cómo son las mentes y qué efecto tienen las acciones de aquellos que rompen las normas”. Aprendiendo de ellos podemos calibrar las consecuencias de esos actos y evitarlos. “Estos resultados proporcionan pruebas experimentales de que nos sentimos atraídos por la maldad moral, a pesar de la teoría de que deberíamos evitarla. La gente siente curiosidad por las personas moralmente ambiguas, especialmente por saber por qué hacen las cosas que hacen”, concluye el estudio.

Un estudio de la Northwestern University (Estados Unidos) del año 2020 publicado en la revista Psychological Science fue un paso más allá, y concluyó que los villanos nos seducen especialmente si tienen rasgos de carácter parecidos a cada lector o espectador concreto, pues representan versiones potencialmente más oscuras de nosotros mismos, y eso nos genera morbo moral. En la vida real nos repugnaría, pero en la ficción se crea una red de seguridad cognitiva que sí nos permite disfrutar de esos personaje malvados que de algún modo se parecen a nosotros.

Los autores de la Northwestern llegan a la misma conclusión que el más reciente del Boston College y la CUNY: disfrutamos de los personajes inmorales porque nos permiten aprender cosas. «Nuestra investigación sugiere que las historias y los mundos ficticios pueden ofrecer un ‘refugio seguro’ en comparación con un personaje malvado que nos recuerda a nosotros mismos. (…) Cuando las personas se sienten protegidas por el velo de la ficción, pueden mostrar un mayor interés en aprender sobre personajes oscuros y siniestros que se les parecen”.

Así que si usted es de los que se da atracones de true crime o ha metido en su maleta de viaje una novela criminal, no se preocupe, no hace más que demostrar su condición de ser humano

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