Mapa de cisnes blancos: hacia dónde mirar en busca de optimismo

Hemos vivido una versión extrema del llamado cisne negro, un hecho negativo inesperado que lo cambia todo de manera drástica. Pero esta pandemia ha impulsado también cambios que pueden revertir positivamente en el planeta y en nuestra sociedad. Aquí, algunas pistas para ayudar a divisar posibles cisnes blancos, sorpresas positivas, en el cielo tormentoso de la actualidad. 

“Para mí el cisne blanco sería encontrar una solución fiable y accesible contra la enfermedad”, admite Francisco Vidal, economista jefe de Intermoney. “Algo incluso mejor sería que, en un momento dado, sin saber por qué, el virus desapareciera. Una vez que tuviésemos ese cisne blanco, podríamos ver confianza y consumo e inversión que superasen las expectativas. Por desgracia, de momento nada nos hace pensar que puede ocurrir”. En lo económico, lo sensato es asumir que vienen tiempos duros, pero sin dejar de buscar salidas. En España esta semana las grandes empresas de diferentes sectores, convocadas por la CEOE, están tratando de articular propuestas para la reconstrucción del país. Una muestra de que se puede remar conjuntamente. “Aquí venimos a sumar”, dijo el presidente de la patronal, Antonio Garamendi. De la necesidad se está haciendo virtud.

Nos contaba Ignacio de la Torre, economista jefe de Arcano, en esta entrevista para Foro de Foros, que esta crisis va a ser muy intensa en el corto plazo pero mucho menos duradera en el tiempo. “Esta vez la banca es solvente y es líquida. Está actuando como correa de transmisión y por eso la masa monetaria está llegando con mucha fuerza”, aclaraba. Para él, la relevancia del fondo de reconstrucción europeo es histórica. Por la movilización de dinero que va a estar entre 4 y 5 puntos de PIB, pero también por el esquema de desempleo europeo y las inyecciones del Banco Europeo de Inversiones y la posibilidad de acudir al MEDE. Una movilización europea potente, exprés, que ha supuesto para muchos una sorpresa, en comparación con el letargo sufrido en la crisis de 2008.

¿Y la política? Las amenazas de fractura están movilizando el compromiso institucional, el europeísmo y modelos de convivencia para garantizar la solidez de la democracia. Algunos han pronosticado el fin de la globalización tras esta pandemia. Cierto es que el comercio mundial de bienes puede contraerse entre un 10 y un 30% este año y que estamos viendo la anarquía subyacente en la gobernanza mundial, como decía The Economist. Pero cada vez más voces defienden que en sociedades fragmentadas, nacionalistas, es más difícil solucionar los problemas globales. 

Lo vemos a muchos niveles. A finales de abril, en la ciudad alemana de Chemnitz se juntaron más de 2.000 personas en Internet para debatir con su alcaldesa y sus colaboradores. Fue la primera gran asamblea virtual del consistorio, y podría sentar las bases de una mayor implicación ciudadana en la política local.

La necesidad de respetar el distanciamiento social también ha impulsado la agenda verde en las ciudades. En Amberes se han abierto casi 20 kilómetros más de carriles para bicicletas. Otras ciudades han ensanchado las aceras y han empezado a descongestionar espacios. En Europa aumenta la conciencia de que la salud y el medio ambiente son bienes comunes prioritarios, además de una fuente de innovación y empleo. La red Eurocities, que agrupa a más de 140 ciudades europeas, ha impulsado un manifiesto para atraer más inversión. ¿Quedarán estos eventos en anécdota o se convertirán en tendencia?


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