Mantener la cohesión social ante la incertidumbre

El descanso veraniego ha dejado paso a una cruda realidad: España sigue inmersa en una parálisis política que se presenta como una paradoja irresoluble, con el agravante del desempleo (los datos de agosto han sido malos) y el temor fundado a una recesión global. Han caído las ventas de coches, la locomotora alemana se resiente y Estados Unidos y China continúan su pulso comercial. En el horizonte cercano, un posible Brexit duro y la sentencia del procés.

En estas circunstancias, cabe alzar la vista y preguntarse: ¿cómo mantener el pegamento social, los mínimos que permitan avanzar? ¿han provocado la crisis económica y la política daños irreparables en la cohesión ciudadana?

El primer punto de ruptura es el económico. La distribución de renta ha empeorado progresivamente en los últimos 15 años, por encima del promedio europeo. Las relaciones laborales están maltrechas; el precariado parece haberse instalado sin remisión. En el punto álgido del ciclo de desarrollo económico, España sigue con un paro estructural por encima del 14% y de los tres millones de personas.

Recientemente, el economista Santiago Niño Becerra escribió en Twitter: “Me cuenta un lector en un mail que su madre le dice: «Vais a vivir como tus abuelos, tendréis lo justo para vivir». Estoy de acuerdo: para la mayoría así será”. Le respondió José Luis Escrivá, Presidente de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, con una tabla que se comparaba los datos de variables clave para comprender la situación social en España. “Son frecuentes comentarios como los de este tweet frivolizando las duras condiciones de vida y penuria de servicios públicos de generaciones anteriores”, comentó Escrivá, invitando a tomar perspectiva, “sin perjuicio del juicio que nos merezcan las carencias actuales”.

Duele lo político

La convivencia está también dañada. El desafío catalán ha levantado muros sociales y sentimentales infranqueables, y la perspectiva de una sentencia dura contra los perpetradores del intento de secesión (quizá de rebelión) no va a hacer sino agravar el problema. No se prevén soluciones políticas por ninguna parte. Lejos está algún tipo de pacto de Estado entre los partidos para afrontar el problema.

Pese a todo, España ha pasado por momentos mucho peores –pensemos en los años de plomo de ETA- y ha salido reforzada.

¿Acaso hoy la población está más disgregada? ¿Ha aumentado el desafecto o es una percepción ilusoria? Para Francesc Núñez, profesor de Humanidades de la UOC, a la crisis económica y las desavenencias políticas se suman las presiones del individualismo y el entorno digital. “Antes gracias a la ayuda mutua, a los cuidados, sentías que eras parte de una comunidad que te ayudaba a hacer frente a la muerte o a tus problemas. La sociedad digital radicaliza nuestra condición de individuos. Nos relacionamos con los otros más allá de la relación corporal. Es el colmo. Puedes tener muchos contactos en redes sociales pero no estás presente físicamente, con empatía hacia los demás”.

Sociedad líquida

Zygmunt Bauman hablaba de una sociedad líquida, en la que las condiciones de vida están marcadas por la incertidumbre y donde ya nada es para siempre. Las relaciones humanas se vuelven intercambios comerciales: nos relacionamos con los demás mientras nos producen satisfacción. 

El sociólogo polaco señalaba que no nos definimos por lo que hacemos sino por lo que adquirimos y hemos olvidado todas las formas de ser felices salvo la de comprar. El ser que vive para el consumo ha perdido el sentido del compromiso. “A veces confundimos nuestro bien, lo que aumentaría nuestra potencia de existir, con lo que nos apetece y en ese momento nos proporciona bienestar”, reflexiona Núñez. “Llevándolo a la política hoy, dejar a un lado la instrumentalidad, sentarse a negociar y a acordar en el desacuerdo sería una de las claves para lograr la cohesión social”.


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