Más que una punta de lanza en la lucha contra el coronavirus, la Organización Mundial de la Salud está siendo un foco de polémica internacional. Estados Unidos ha suspendido su contribución presupuestaria, alegando que la agencia de la ONU ayudó a Pekín a ocultar información sobre la pandemia. Universidades y ONG cuestionan su gestión de la información y de los tiempos. ¿Tienen fundamento estas acusaciones? ¿Son interesadas?
En cada gran epidemia mundial, a la OMS le han llovido críticas: en 2009, durante la pandemia de gripe A (H1N1), se dijo que había exagerado y que se había alineado con los intereses de las farmacéuticas. Cinco años después, en 2014, se criticó su lentitud a la hora de gestionar el ébola, que acabó con 11.000 vidas. En la lucha contra la Covid-19, el líder de la agencia de la ONU ha sido acusado de plegarse ante Pekín, ocultando datos y dificultando la gestión a los demás países. Lo cierto es que en esta pandemia, la OMS nunca ha puesto en duda la versión oficial china.
Repasemos los tiempos: El 14 de enero la agencia afirmó en un tuit que el virus no se transmitía entre humanos. Esa era la postura oficial de Pekín. A la OMS, no obstante, le había llegado la alerta de Taiwán, preocupada por la gravedad del nuevo virus, a través de la agencia internacional de regulación sanitaria de la ONU.
Taiwán no forman parte de la OMS por presiones de Pekín, que reclama la soberanía de la isla, y no fue tenida en cuenta. El 20 de enero, China declaró el cierre de la ciudad de Wuhan al tiempo que confirmaba el contagio humano. La OMS no dio la voz de alarma mundial, decidió esperar. El 26 de enero, su director general, el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, viajó a la capital china para recopilar información. Después alabó la gestión china.
Por entonces ya eran públicas las alertas de varios médicos chinos y la represión que habían sufrido. El caso más conocido era el del oftalmólogo Li Wenliang, de Wuhan, que el 31 de diciembre avisó a sus colegas de un virus parecido al SARS. Fue reprendido por la policía, que le acusó de alimentar bulos. Más tarde se contagió y falleció.
La alerta de la OMS llegó el 30 de enero.
El 15 de febrero, Tedros, que es microbiólogo y experto en malaria, declaró que China había permitido al mundo ganar tiempo gracias a su gestión. Celebró que China había «fijado un ejemplo en el control de los brotes de enfermedades». En ningún momento cuestionó la estrategia ni las cifras oficiales. Hasta el 11 de marzo, cuando se contaban más de 120.000 contagios, 4.500 muertes y 114 países afectados, la OMS no declaró la pandemia.
Cambio de tono
Quienes hablan de una relación acrítica de la OMS con el gobierno chino apuntan también al contraste entre esta crisis del coronavirus y la del 2003, cuando la agencia internacional fue contundente con la gestión del SARS: “Pekín escondía la existencia de casos en la capital. La OMS montó una rueda de prensa y dijo: “La comunidad internacional ha dejado de creerse las cifras chinas”. A las 48 horas, el ministro de Sanidad y el alcalde de Pekín fueron destituidos y China se puso manos a la obra.
La OMS había desempeñado su papel plenamente, también ayudando al gobierno a darse cuenta de su error. Pero era 2003 y China no era tan poderosa como hoy, ni tan influyente en el seno de la ONU ni de la OMS en particular”, escribía en Twitter Pierre Haski, corresponsal de Libération en Pekín en aquella época y hoy presidente de Reporters Sans Frontières.
Las críticas más agresivas a la gestión de la organización provienen de los dos mayores rivales de China: Estados Unidos y Japón. Estados Unidos era el mayor contribuyente a la OMS, pero acaba de congelar su aportación a instancias de Donald Trump.
Tras la noticia, la Fundación Bill y Melinda Gates, el segundo mayor donante mundial de la organización, ha decidido aumentar su contribución hasta los 250 millones de dólares (aunque una contribución no compensa la falta de otra, ya que van a partidas diferentes dentro del organismo). Trump acusa a la OMS de ser sinocéntrica y de no haber informado ni liderado la lucha contra la Covid-19. En su día habló del “virus chino», declaraciones racistas que han alimentado el odio: decenas de americanos de origen asiático están siendo señalados e increpados por sus compatriotas. En Japón, donde la pandemia ha provocado pérdidas astronómicas por el retraso de los Juegos Olímpicos de Tokio, el primer ministro Taro Aso dijo sarcásticamente que la OMS debería llamarse OCS, Organización China de la Salud.
El telón de fondo
China está tomando posiciones en instituciones internacionales al tiempo que Estados Unidos ha ido retrayéndose de ellas. Esta crisis reaviva un pulso político por la hegemonía internacional que ya existía. Por otro lado, el debate sobre si la OMS es o no una marioneta al servicio de Pekín beneficia a gobiernos como el de EEUU o el británico, cuyos dirigentes cuestionaron la gravedad de la enfermedad hasta que esta cobró dimensiones dramáticas.
¿Qué responsabilidad tiene la OMS en su actuación ante el coronavirus? Creada en 1948, es una agencia sin capacidad para imponer políticas sanitarias a los gobiernos ni sancionarlos. Su labor es de orientación y consejo y maneja la información que le proporcionan los estados. Para tener una OMS más activa y restrictiva, sería necesario primero que sus miembros le otorgaran esos poderes.
Michèle Stanton-Jean, viceministro de Sanidad de Canadá y antiguo miembro del comité ejecutivo de la OMS entre 1998 y 2000, lamentaba en una entrevista esta semana que se juzgue rápidamente a las organizaciones internacionales: “La OMS desempeña un papel de liderazgo en la recopilación de datos y la asistencia en el desarrollo de sistemas de salud adecuados y programas de educación en salud pública. Cientos de investigadores participan en sus proyectos. Cualesquiera que sean sus fallas, debemos tratar de reformarlo, no dejarlo. Reconstruir estructuras no siempre es la respuesta”.
«La OMS no puede obligar a los gobiernos a seguir sus recomendaciones porque los gobiernos no le dieron esa autoridad», señalaba para France24 Suerie Moon, codirectora del Centro de Salud Global del Instituto de Altos Estudios Internacionales y del Desarrollo de Ginebra.
Los países miembros de todo organismo internacional son celosos de su soberanía. Cuando pase la pandemia y se hagan los análisis forenses, sabremos quién ofreció qué datos y en qué momento. Se calibrarán la solidaridad y la responsabilidad de cada autoridad. Quizás entonces habrá que repensar las competencias que los gobiernos están dispuestos a ceder para después exigir responsabilidades.