Entre vinos conversamos en mayo y una vez más se pone de manifiesto que apelamos a la ciencia y a las estadísticas cuando nos conviene y para lo que nos conviene...
Entre vinos conversamos en mayo y otra tarde más, lo celebramos en el Café Comercial.
El singular ADN de nuestras conversaciones se va poniendo cada vez más de manifiesto para mostrar cómo, con las actitudes de escucha y respeto a los demás, nos enriquecemos enormemente para comprender la complejidad y las distintas perspectivas que cada uno tiene ante ella. Algo muy necesario para abordar la gestión y encontrar las soluciones a los problemas y dilemas a los que permanentemente nos enfrentamos en la sociedad como consecuencia del progreso.
En general, todos nos referimos mucho a la ciencia como columna que debería permitir abordar con rigor y de forma constructiva la gestión de las distintas problemáticas, pero de nuevo se observa el escepticismo que puede derivarse del color o sesgo que cada uno atribuye a la ciencia por más que la pura ciencia debiera ser incolora. Por ello, aunque todos aceptamos la ciencia como buen criterio, a la hora de la verdad en lo que no nos ponemos de acuerdo es en lo que es verdaderamente ciencia frente a lo que son estudios científicos interesados.
En nuestra conversación volvieron a aparecer las denuncias por el hecho de que, ante determinados temas, exista gran presión social que impide abordarlos con claridad y con la ciencia como valor o criterio fundamental por el temor a ser cancelados, con especial referencia a la dificultad de simplemente mencionar la energía nuclear en muchos ámbitos como mera posibilidad o vía de solución a los problemas medioambientales.
Una vez más se pone de manifiesto que apelamos a la ciencia y a las estadísticas cuando nos conviene y para lo que nos conviene, constituyendo dicho fenómeno la manifestación de como argumentamos racionalmente aquello que desde nuestro interior y de forma muy poco consciente determina nuestras preferencias, lo que nos atrae, lo que rechazamos, lo que nos despierta simpatía y antipatía. Todo ese sistema, llamado pensamiento rápido en terminología de Daniel Kahneman (premio Nobel de Economía por sus teorías de la economía conductual) acaba poniéndose de manifiesto y dominando en nuestras conversaciones, adaptándose nuestros razonamientos a lo que corresponda para defender lo que nos conviene. La simple toma de conciencia de ello por las personas en una conversación constituye un paso muy valioso para la recíproca comprensión de unos y otros y para crear el clima adecuado para abordar conjuntamente soluciones a los problemas y retos.
Así lo intentamos siempre cuando Entre Vinos Conversamos.
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