ChatGPT irrumpe en clase

ChatGPT irrumpe en clase

Este es el primer curso en el que millones de estudiantes usarán ampliamente los chatbots, mientras la comunidad educativa debate cómo afrontar la nueva realidad.

Si no puedes con tu enemigo, únete a él. Esta parece la conclusión de la comunidad educativa ante la irrupción de la inteligencia artificial (IA) generativa, que, entre otros avances tecnológicos, brinda la posibilidad de automatizar la creación de contenidos de cualquier tipo mediante chatbots. ChatGPT, de la empresa OpenIA, es el software más famoso, pero todas las grandes tecnológicas, como Microsoft y Google, tienen el suyo.

El abanico de posibilidades que los chatbots ofrecen al mundo académico son apabullantes: resumir largas y ferragosas lecciones, desarrollar problemas complejos en base a unas pocas premisas, redactar textos científicos impecables, escribir fórmulas intrincadísimas. Sin duda, la IA generativa es una herramienta de alto valor para millones de profesionales, que consiguen así agilizar procesos muchas veces tediosos y ganar tiempo de calidad; pero también es un filón para aquellos estudiantes dispuestos a aprobar asignaturas con sobresaliente y con el mínimo esfuerzo. Es, en resumidas cuentas, un campo abonado para plagiar con total impunidad. ChatGPT irrumpe en clase y todavía no tenemos claro si debemos echarlo del aula o ponerle una mesa al lado del profesor.

Cuando ChatGPT fue lanzado a finales de 2022, hace menos de un año, sacudió los cimientos de distintos sectores profesionales y generó estupor en la comunidad educativa. ¿Habría que prohibir su uso en las aulas? ¿Hay tiempo y capacidad suficiente para detectar, uno a uno, que ningún trabajo haya sido realizado por un chatbot en lugar de por el alumno? Expertos informáticos y profesores pronto vieron que no se pueden poner puertas al campo, y que lo más sensato iba a ser acotar y racionalizar su uso. Un ejemplo es la ciudad de Nueva York: en enero anunció que iba a prohibir los chatbots en sus centros de enseñanza; en mayo reculó y afirmó que los chatbots son una herramienta de aprendizaje “fundamental”. ChatGPT apenas está en pañales, pero el consenso es que ha llegado para quedarse y cambiará el entorno de la enseñanza en el futuro próximo.

El escenario ideal es que los chatbots hagan por la escritura y la investigación lo que la calculadora hizo por las matemáticas: ayudar a los estudiantes en las partes más tediosas del trabajo y permitirles llegar más lejos. El problema es que los educadores apenas están comenzando a entender la herramienta, y algunos ni siquiera eso. Los alumnos juegan con mucha ventaja.

Turnitin, un software diseñado para escanear textos en búsqueda de plagios, revisó entre abril y junio de este año más de 65 millones de trabajos y descubrió que el 10,3% de ellos contenían IA en más del 20% de su contenido, y que el 3,3% de los trabajos podían haber sido generados por IA en un 80%. Es decir, el trabajo de los chatbots ya está presente en los entornos educativos sin que la mayoría nos demos cuenta, incluidos los profesores.

“El impacto del ChatGPT en la enseñanza superior ha sido inmediato y divisivo. Muchas universidades lo han prohibido por temor al plagio de los estudiantes, y varios países lo han bloqueado”, advierte la UNESCO en un informe específico de abril de este año. “Esto puede tener implicaciones más profundas para las asignaturas que se basan más en la escritura o en la información, áreas en las que ChatGPT puede ser más útil”, prosigue el organismo, que exige a los gobiernos de todo el mundo una respuesta coordinada para integrar ChatGPT en la educación priorizando «la seguridad, la inclusión, la diversidad, la transparencia y la calidad». Es más, marca la edad mínima recomendable para empezar a usar inteligencia artificial en los 13 años.

Algunos profesores llaman a la calma y afirman que, pese a todo, el instinto del profesor suele ser el mejor detector de plagios. Y cada vez más docentes hablan abiertamente de ChatGPT en clase con un doble objetivo: dar a entender a los alumnos que el profesor lo conoce y que se anden con ojo, y que aprendan las cosas positivas de una herramienta con un potencial enorme para hacer el bien en el mundo académico.

En un vídeo reciente en La Vanguardia, el docente e investigador Pablo Foncillas era muy ilustrativo en favor de la herramienta: “Un niño o niña que inicia parvulitos se va a graduar en el cole en torno a 2040 y la carrera universitaria la acabará en el 2045. Nuestro sistema educativo debe pensar en cómo será el mundo en ese momento”. Foncillas señala que con la invención de la imprenta hace más de 500 años, los libros se convirtieron en la principal herramienta para recopilar información, y nuestro sistema educativo ha estado diseñado en torno a leer todo lo que se pueda para a continuación asimilar todo el conocimiento en nuestra cabeza. “Lo que pasa es que ahora tenemos todo tipo de información al alcance de nuestros dedos y para complicar aun mas las cosas la inteligencia artificial puede sintetizar nuevos pensamientos y unir ideas”, avisa. Así de profundo ve este docente el cambio que provocarán los chatbots en la educación y el conocimiento.

¿Dónde está pues el límite? ¿Corremos el peligro de ser engullidos por un tsunami que arrase el sistema educativo si le abrimos la puerta a la inteligencia artificial? Daniel Oppenheimer, especialista en ciencias conductuales en la Universidad Carnegie Mellon (Estados Unidos), afirma que todo depende de la asignatura y del tipo de aprendizaje que se pretenda estimular. “Puede ser útil pensar en ChatGPT como si fuera una calculadora. Si se estuviera enseñando a sumar, una calculadora podría dificultar el aprendizaje. Pero en un curso de cálculo, la misma herramienta podría liberar recursos cognitivos para ayudar a los alumnos a desarrollar las habilidades más avanzadas que necesitan aprender”. Así, encontrar formas de incorporar herramientas de IA en las aulas podría ayudar a preparar a los estudiantes para el mundo real, donde tendrán que aplicar conceptos en lugar de simplemente recordar hechos, subraya el experto: «ChatGPT enseña a los alumnos a formular mejores preguntas y a defenderlas, lo que podría ayudarles a convertirse en verdaderos científicos».

Aún no existe un consenso o unas «mejores prácticas» para enseñar en un mundo post-ChatGPT. Aunque la herramienta supone una responsabilidad adicional para todos y cada uno de los profesores a partir de este curso: prohibir ChatGPT para atajar el plagio y el perjuicio en el desarrollo cognitivo de los jóvenes, o abrazar la tecnología para extraer todo lo bueno que tiene, a riesgo de que te la intenten colar constantemente. No es una decisión sencilla, aunque el consenso académico gira hacia abrirle las puertas a los chatbots, aunque eso sí con mucha prudencia.

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2 comentarios

  1. Como docente universitaria, mi punto de vista es que cualquier intento de excluir a ChatGPT de nuestras aulas es inútil y contrario a la historia. El progreso no se detiene, el que se detiene es el humano que no lo digiere. Por lo tanto las reflexiones sobre si o el no son poco relevantes.
    Por el contrario, la reflexión sobre el cómo debería ser una prioridad. Tenemos que dar respuesta a los miles de docentes que, si, saben que con ChatGPT algunas de sus tareas son más sencillas, pero no tienen ni idea de qué hacer con él en el aula. ¿Cómo se le da la vuelta a la forma de enseñar?
    Y esa reflexión sobre el cómo, nos conduce a otra más importante aún: el qué. ¿Qué se debe enseñar en un mundo donde ChatGPT es el futuro Google? ¿Qué hay que saber?
    Estas preguntas me consumen, F1 Ayuda.

    1. Querida Diana,
      Muchas gracias por tu comentario y reflexión.
      Seguro que es interesante para otras personas.
      Un saludo,

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