El giro copernicano, lo han llamado algunos. Varios planes de rescate de la economía estadounidense dotados con casi cuatro billones de dólares en total, que la Casa Blanca pretende sufragar, entre otros, gravando a las rentas altas. El viraje de Joe Biden en sus primeros 100 días de mandato ha sido más que notable. Desde el año 93 ningún presidente se había atrevido a una reforma fiscal semejante. A Clinton le había salido caro. El hecho de que hoy Washington desmienta categóricamente la doctrina de la economía del goteo y entienda que para pagar la factura de la pandemia no solo basta endeudarse, sino que se necesita recaudar más, es un punto de inflexión.
Todavía falta que las distintas alas de los demócratas americanos se pongan de acuerdo y, lo que es más importante, que la reforma de Biden se apruebe. Pero si este planteamiento cuaja, la primera potencia del mundo habrá legitimado de nuevo el Estado fuerte, uno que redistribuye la riqueza y necesita resolver el problema de la desigualdad como condición necesaria para salir de un bache.
El senador republicano Ted Cruz quiso ser incisivo con Biden criticando que fuera “deliberadamente aburrido” y al mismo tiempo mantuviera un planteamiento “radical”. Pero justamente ahí reside el relato del presidente. Viene a decir que si EEUU no invierte en sus familias del mismo modo que lo hace en sus puentes y carreteras, jamás podrá competir con China. Ha sabido unir el relato micro con la geopolítica estratégica.
Los medios liberales, nada sospechosos de apoyar a la izquierda radical, han abierto los brazos. El británico The Economist destaca: “Muchos inversores, desde Wall Street hasta Silicon Valley, están en pie de guerra y afirman que Biden aplastará el crecimiento económico. Eso es una exageración”. En la misma línea titula Chris Giles en el Financial Times: “La izquierda está ganando la batalla económica de las ideas”. Lo radical ahora no viene de la derecha, apunta Giles.
Reagan pasará a la Historia por aquello de que “el Gobierno no es la solución a nuestros problemas, el Gobierno es el problema”. El sueño americano se ha definido desde entonces como la conquista individual, a pesar de que los datos prueban que el terreno de juego no está al mismo nivel para todos.
¿Sentará el presidente Biden, estímulo económico y vacunaciones mediante, las bases de un sueño nuevo, más pegado a la realidad y con mayor papel del Estado?
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