La respuesta es complicada e Internet no es un termómetro infalible para medir cómo están relacionándose las distintas generaciones durante esta pandemia: los mayores están infrarrepresentados y a los jóvenes no les hace justicia. Lo cierto es que en todo el mundo se han multiplicado las iniciativas solidarias sin importar la edad.
Una de las editoras del diario Financial Times, Rana Foroohar, describe su batalla para hacer entender los protocolos de higiene y confinamiento a sus hijos adolescentes. “Esto se ha convertido en una batalla de boomers contra millenials”, ironizaba. Es cierto que para referirse al coronavirus en redes sociales algunos jóvenes usaron el término despectivo Boomer Remover, algo así como lo que eliminaría a la generación del boom demográfico (nacida entre 1946 y 1964). Mientras los mayores se encerraban aterrados en sus casas, decenas de inconscientes organizaban en París, Nueva York o Berlín las llamadas corona fiestas, jactándose de que la epidemia no les afectaba.
¿Pero hablamos de incidentes aislados o de una tendencia? Internet está permitiendo a mucha gente trabajar y entretenerse, que no es poco, pero no es un termómetro infalible para medir cómo se relacionan las distintas generaciones. Los mayores están infrarrepresentados y a los jóvenes no les hace justicia.
Para Leir Milburn, politólogo de la Universidad de Leicester y autor de Generation Left, el coronavirus está forzando a los mayores a valorar más el trabajo precario de los jóvenes que se dedican al reparto de comida, al mantenimiento o a todos los servicios esenciales estos días. «Había una desconexión que se está enmendando».
Además, en medio mundo han nacido plataformas para solicitar y ofrecer ayuda. En Estados Unidos, la página School Closures asiste con clases a distancia a las familias. En Belgrado, voluntarios se organizan para charlar y tomar café como remedio antisoledad. En Reino Unido, donde los concursos en los pubs son una institución, se organizan ahora de manera virtual en Facebook y a uno llegaron a apuntarse casi 200.000 personas.
En España, Solidarios Covid 19, permite hasta que un experto explique cómo reparar a distancia un ordenador. Redes de voluntariado existentes como la Plataforma de Voluntariado de España, CERMI o la Fundación Once están reforzando sus acciones. Bancos, aseguradoras, farmacias, ortopedias… llaman a sus clientes para brindarles ayuda con sus gestiones. Los sanitarios en distintos hospitales del país han montado una red de cartas de ánimo para los enfermos y sus familiares.
Se han multiplicado las iniciativas solidarias entre generaciones. Vecinos jóvenes están haciendo los recados a sus conciudadanos mayores, les dejan pan y bizcochos en la puerta, se interesan por su bienestar desde el balcón, fabrican mascarillas para los demás. El confinamiento ha inyectado humanidad a comunidades donde hasta hace poco nadie se conocía ni compartía su tiempo. Individuos organizados de todas las edades están llegando donde los gobiernos no pueden, no saben o no quieren. Como escribía George Monbiot en The Guardian, las películas de terror se equivocaban: esta crisis nos ha vuelto vecinos que se preocupan unos de otros.
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