El desplome repentino de los criptoactivos ha fulminado los ahorros de miles de jóvenes, la mayoría de origen humilde, a quienes una serie de gurús financieros les había prometido hacerse ricos sin trabajar.
El desplome abrupto y repentino del Bitcoin, que días atrás se dejó la mitad de su valor global en solo unas horas, ha fulminado los ahorros de miles de personas, principalmente jóvenes de origen humilde y sin formación financiera que invirtieron todo su dinero en comprar criptomonedas bajo la promesa del enriquecimiento seguro. Otras criptodivisas han corrido incluso peor suerte. Cientos de jóvenes pedían ayuda desesperada en Twitter porque Luna, la divisa en la que tenían invertidos miles de euros, había sido de pronto desindexada y su valor reducido de 80 dólares a menos de 10 céntimos la unidad en solo cuatro días, pasando de un valor total de 20.000 millones de dólares a casi cero. Los afectados asistían entre atónitos y aterrados al desplome.
Llevamos ya unos años inmersos en el debate de las criptodivisas, el llamado ‘oro digital’, un activo cuyo valor de cambio no está respaldado por un banco central, sino por la tecnología ‘blockchain’. Es, en esencia, un mercado ultra especulativo, cuyo valor es la confianza de los usuarios, y es justamente eso lo que lo hace vulnerable: depende enteramente de los vaivenes de un mercado no regulado y de sus actores privados más importantes. Por ejemplo, un simple tweet de Elon Musk, hombre más rico del mundo y gran impulsor de las criptodivisas, depreció un 10% el valor del Bitcoin, la unidad de referencia, en mayo de 2021. Meses antes ya había originado la tendencia opuesta: disparar su valor tras una adquisición masiva.
En esta montaña rusa financiera quienes más están padeciendo son los jóvenes. Las criptomonedas parecen un producto creado para llamar su atención e invitarles a invertir. Se puede manejar una cartera mediante distintas apps móviles y comprar o vender activos de manera sencilla. Los jóvenes, adolescentes muchos, siguen con devoción a sus gurús y se intercambian éxitos y fracasos en las redes sociales, donde periódicamente circulan historias increíbles de personas que se han hecho millonarias casi por casualidad.
Las empresas aplican técnicas de gamificación (aprender mediante las herramientas del juego) para que invertir en criptodivisas parezca una especie de reto desenfadado, adrenalínico incluso, en el que uno puede hacerse rico con una pizca de valentía y paciencia. Si a esto añadimos ese punto transgresor de un mercado que opera al margen de una autoridad central y que está enteramente sustentado por la tecnología, tenemos en la coctelera todos los ingredientes para captar a los jóvenes.
El mercado de las criptomonedas acumula un valor de 1,2 billones de dólares, según el portal CoinMarketCap, una capitalización equivalente a la de Amazon. Por eso algunos gobiernos llevan un tiempo recordando a sus ciudadanos de que se trata de un mercado de alto riesgo. “Puede ser extraordinariamente difícil, incluso para inversores expertos, evaluar los activos y separar los hechos de las expectativas”, ha afirmado el Departamento de Trabajo de Estados Unidos, en un intento de prevenir que miles de personas inviertan sus ahorros, e incluso parte de sus fondos de pensiones, en criptodivisas. El Banco de Inglaterra también ha emitido comunicados públicos en el mismo sentido. Incluso ha lanzado campañas para inversores novatos a través de plataformas como Instagram y TikTok, que es donde las empresas captan principalmente a sus clientes. “Casi la mitad de los inversores que invierten sin estar aconsejados financieramente no se dan cuenta de que pueden perder dinero por el riesgo de su inversión. Eso es lo que nos preocupa», afirma Sarah Pritchard, directora ejecutiva de mercados de la Autoridad de Conducta Financiera de Reino Unido.
Es alarmante la ligereza con que las empresas que se dedican a las criptodivisas lanzan el anzuelo a millones de personas sin formación financiera ni tecnológica bajo la falsa promesa de ganancias aseguradas, con el respaldo promocional de estrellas del deporte y del entretenimiento. “Hemos pasado del perfil originario, que era una persona que entiende de tecnología, que entiende de finanzas, que además comprende muy bien los pasos que sigue esta tecnología y que se lo puede permitir, al perfil de personas que con todo el entusiasmo que se ha generado en torno a las criptomonedas se han incluso endeudado para poner sus ahorros con la promesa de grandes retornos sin tener necesariamente los conocimientos ni de finanzas ni de tecnología”, apunta Raquel Jorge, investigadora del Real Instituto Elcano.
Es un fenómeno parecido al vivido años atrás con las casas de apuestas, que casualmente persiguen a un patrón parecido de usuarios: jóvenes de extracción humilde cuyo sueño es ganar dinero sin esfuerzo. Todo está preparado para hacerles caer en la espiral. En el caso de las criptodivisas el fenómeno es más extremo incluso: los jóvenes no acuden bajo la promesa de ganar unos cientos de euros caídos del cielo jugando a la ruleta; los jóvenes invierten en ‘crypto’ con la firme voluntad de hacerse ricos porque eso les han prometido.
Un activo altamente especulativo siempre es una baza para charlatanes y estafadores. En España, varios eventos masivos con jóvenes inversores en criptodivisas han prendido todas las alarmas. En concreto, los organizados por la presunta academia de ‘trading’ IM Mastery Academy, que está siendo investigada por la Policía Nacional como estructura de estafa piramidal. Hasta 9.000 personas se congregaron en abril en Badalona (Barcelona) para escuchar a sus gurús financieros dar lecciones de inversión salpicadas con mensajes de autosuperación y siempre con el mismo mantra: invertir en criptodivisas es la autopista hacia la “libertad financiera”.
Según el neobanco español Rebellion Pay, el 38% de los españoles entre 25 y 40 años se ha planteado comprar criptomonedas en los últimos meses. Por eso hablar de criptomonedas no es solo hablar de economía o de finanzas. También es hablar de política, de la confianza en las instituciones y del cambio social que puede producir. ¿Es el futuro de los sistemas financieros o una burbuja que atrapará a los más ingenuos y vulnerables? Ante los movimientos sísmicos de los últimos años, provocados por el crecimiento exponencial del mercado de criptodivisas, expertos y gobiernos temen una catástrofe parecida a la de la burbuja de las puntocom, que derrumbó el índice bursátil Nasdaq en octubre del 2002 debido al enorme volumen ficticio que habían alcanzado las empresas vinculadas a internet, que prometían el nacimiento de una nueva economía.