Cargando Eventos

¿Dónde y Cuándo?

ALEDRA LEGAL 

C/ Ayala, 11 – MADRID

27 de febrero, 2024- 19:00h.

Como todas la semanas, nuestra Reflexión Semanal, Food for Thought, nos alimenta nuestra mente.

El Food for Thought del pasado día 1 de Febrero Un mundo de cosas – Foro de Foros nos sacude y enfrenta a otra problemática perspectiva de nuestra sociedad relacionada con el progreso.

En esta ocasión se presenta como problema el exceso de consumo con su negativo impacto en el medioambiente. Pensando sobre el tema, no puedo sino atribuir gran parte de la causa de ello a los altísimos niveles de eficiencia productiva y logística de las operaciones empresariales del mundo desarrollado pues es eso lo que permite colocar productos de un tipo u otro en la puerta de nuestras casas a precios muy asequibles. Se incrementa con ello la posibilidad y facilidad de adquirir más y más productos.

En paralelo me pregunto yo ¿no es productividad lo que se escucha y se lee todos los días en medios de comunicación como algo imprescindible de mejorar en nuestra sociedad? Y ¿no es la alta productividad lo que destaca a los países que tenemos en nuestro punto de mira como ejemplo?  Y si es así ¿para qué quiere el mundo en su conjunto la productividad si no es para poner en el mercado productos más baratos/competitivos?

Si a la productividad y eficiencia de las operaciones de producción y entrega de bienes y servicios se suman los ingentes y crecientes recursos que cada vez más se destinan empresarialmente a actividades comerciales, de márketing y publicidad bajo una u otra forma, ¿cómo no va a incrementarse el consumo de esos bienes y servicios?

Para muchos este enfermizo consumo es indeseable por su relación con el daño al  medioambiente. Algunos también pensamos que podría ser negativo en la medida que  provoque en muchas personas problemas de insatisfacción o carencia de sentido en una insana relación con el consumo, la imagen y la comparación con los demás como vía de autorrealización. Y sin duda ello será un problema si es causante de enfermedades o inestabilidades mentales en forma de angustias, ansiedades, depresiones, anorexias…e incluso suicidios.

Desde la perspectiva del impacto en la naturaleza y el medioambiente deberíamos asimilar al consumo de bienes las operaciones, trabajos y obras de modificación de infraestructuras, estéticas de oficinas, hoteles, tiendas, restaurantes y todo en general. Pues la realidad es que hoy casi cualquier local, edificio o instalación que este abierta al público requiere de una permanente actualización no tanto por cuestiones tecnológicas sino de pura estética, al ser los usuarios/consumidores cada vez más exigentes y rechazar todo aquello que se convierte con rapidez en algo rancio, viejuno o sencillamente fuera de la tendencia del momento. Y ello en una espiral de velocidad de renovación con muy creciente aceleración.

Y ante esto, ¿pretendemos que nuestro mundo reduzca el consumo en el sentido más amplio de la palabra? Y en caso de respuesta afirmativa ¿pretendemos que esa reducción de consumo (y por tanto de impacto ambiental) se haga mientras luchamos por el crecimiento de la economía? ¿es ello coherente?

Hace tiempo que aprendí que las personas (o una gran mayoría de ellas) son incapaces de entender y reconocer que tienen un problema hasta que no tienen una solución para el mismo. Nuestra sociedad hoy, como colectivo, es víctima de este fenómeno.  Se enfrenta después de miles de años a un problema que se niega a ver y reconocer por no ser capaz todavía de encontrarle solución. Sus inconscientes mecanismos de negación impiden a la sociedad el necesario diagnóstico de la situación como primer paso para evolucionar a un cambio de paradigma que nos lleve a un verdadero progreso no necesariamente asociado a mayor cantidad de prestaciones y riqueza en sentido material sino a la búsqueda de un desarrollo y cuidado de las dimensiones más humanas, emocionales y espirituales, o lo que es lo mismo a un mayor bienestar integral.

Analizando este fenómeno de negación me pregunto ¿cómo es posible que pretendamos reducir el consumo si necesitamos crecer? Y si reducimos la producción ¿qué podemos hacer con las personas hoy dedicadas a la producción y a las operaciones logísticas que se eliminarían? ¿Y qué hacemos con los que se dedican de una u otra forma a la actividad comercial y de marketing  en sentido amplio? ¿Es acaso la burocracia y la regulación, como está de hecho ocurriendo, el principal mecanismos para paliar el problema?

Si miramos a este problema con la sencillez de un niño que todavía no tiene arraigados los paradigmas de pensamiento tradicionales podríamos ver que el arreglo es sencillo: reducimos la productividad y así se producirá menos con las mismas personas con el resultado de un menor consumo manteniendo más puestos de trabajo. y ante esta hipotética  sugerencia seguro que enseguida muchos saltarían diciendo que ello no es posible porque hay que ser competitivo.

El problema que tenemos hoy es que ambas visiones (la del niño y la de que hay que ser competitivos) son correctas. Pero como todavía no tenemos solución para una armónica solución a estas dos realidades que parecen contradictorias nos negamos a aceptar la realidad en la que el mundo desarrollado esta inmerso: nuestro problema no es de riqueza y crecimiento sino de como podemos producir y consumir menos, reducir la excesiva velocidad a la que vivimos y ello mientras somos capaces de  mantener ocupadas dignamente a las personas de la sociedad. En definitiva, en una sociedad que ha dejado de gestionar escasez y tiene que gestionar la abundancia, todavía no podemos concebir mecanismos distintos de funcionamiento social para el reparto de esa riqueza eficientemente generada y el encauzamiento de la energía que todos tenemos con nuestra programación genética o social para ganarnos la vida y sentirnos útiles. Y eso si es un problema que solo podremos arreglar tras comprender el fenómeno sin negarlo. (Ver debajo extracto del libro Rousseau no usa bitcoins)

Es por ello por lo que a menudo me refiero a la necesidad de que el I+D socioeconómico invierta en inventar nuevas “factorías de actividad humana”. Y me refiero a la creación de modos de vida  y de organización socioeconómica  que mantengan más o menos activas a las personas mientras nos sacan de la vorágine en la que vivimos. Y, aunque suene a broma, quizá lo que haya que hacer es entrenar las capacidades, las virtudes y el espíritu para que muchas personas, puedan disfrutar psicológicamente de la vida, sin el estigma de ser subsidiados, mientras los robots y procesos automatizados hacen el duro trabajo para nosotros.

Pensemos en esto con perspectiva y no lo desechemos, aunque nos parezca absurdo por que no lo es. Evitemos el error de llamar absurda a una reflexión que muestra una realidad solo por no tener solución para el problema diagnosticado.

Cierto es que si introducimos en este problema los factores geopolíticos y observamos los distintos bloques existentes en el mundo, cualquier planteamiento se hace más complicado principalmente por motivos asociados a la desigualdad y grandes carencias que todavía existen en el mundo y a la seguridad ante el miedo que provoca la existencia de otros bloques a los que miramos con el mismo resquemor con el que ellos miran a  nuestra sociedad occidental.

En nuestra próxima conversación entre vinos, para intentar avanzar en el análisis, sugiero que no intentemos arreglar todo de golpe y que afrontemos el tema dejando al margen las cuestiones de geopolítica. Es solo una sugerencia con la libertad de cualquier conversador de seguirla o no.

Nos vemos el próximo martes 27 de Febrer0, 2024

 

ANEXO: Extracto libro Rousseau no usa bitcoins (Alfredo Sanfeliz, Editorial Kolima)

UNA SOCIEDAD SIN RUMBO.

Muchos nos encontramos muy despistados, desorientados, sin sentido en nuestra sociedad en frenético desarrollo. Otros todavía no se han preguntado si lo están o no. Y quizá otros muchos nunca se preguntan esas cosas.

 

Lo que hoy llamamos progreso, la espiral tecnológica que vivimos junto con las exigencias de cambio que ello provoca en los ciudadanos me obligan a preguntarme muchas veces “el para qué de todo esto”. Parece que solo nos mueve el “más y más de esto y de lo otro”, la consecución de nuevos records o marcas impactantes, el alcanzar logros que parece que vencen a nuestra propia naturaleza. Y esa es probablemente la respuesta que muchos darían a mi pregunta.

 

Pero a muchos como yo no nos sirven solo esos objetivos para vivir. Casi todos de una u otra forma, con conciencia mayor o menor de ello, necesitamos alcanzar algunos logros de tipo cualitativo que hoy no sabemos ni siquiera mencionar pues ni si quiera la sociedad se formula esta pregunta al haber quedado secuestrada por sí misma para sostener el crecimiento y el desarrollo.

 

Nos olvidamos de que somos humanos y sujetos de felicidad o sufrimiento. Y al olvidar esto la sociedad como tal se olvida de cuestionarse que es lo que lleva al hombre a sufrir o ser feliz de forma más o menos continuada. Y ante la falta de respuesta, que no puede existir porque la sociedad todavía no se lo ha preguntado, ésta sigue frenética corriendo hacia ningún sitio pero regocijándose de todos sus logros en los campos tecnológico, económico y en otros ámbitos de medición tangible y objetiva.

 

Y mientras tanto muchos y muchos miembros de esta moderna sociedad nos preguntamos que para qué, sin que la conversación social acoja todavía si quiera la pregunta para dejarla como duda en su interior.

 

Nos sabemos muy bien hacia dónde vamos. ¿Quizá hacia la inmortalidad, quizá hacia la total automatización, a la deshumanización? ¿Estamos satisfechos en una sociedad en la que el progreso se hace a costa de un impactante incremento de ansiolíticos y antidepresivos? ¿Debe convivir ese progreso con la multiplicación de adicciones no solo al consumo sino al juego, a la tecnología, a la cirugía estética…? El despiste de esta sociedad es tan grande que ni si quiera es consciente de estar despistada.

 

Maestro de Ceremonias

Alfredo Sanfeliz

Fundador y Socio – THE WISE COMPANY

Aledra Legal

C/ Ayala, 11 – Madrid