
El poder del asombro
Vivimos demasiado ocupados como para detenernos en seco y maravillarnos ante algo. No debemos perder esa virtud.
El asombro, esa sensación que nos hace detenernos en seco y contemplar el mundo con fascinación, es una de las experiencias humanas más sublimes. Abrumados por la rutina y la monotonía de nuestros días, el asombro nos ofrece un refugio contra la banalidad. Es una cualidad tan humana, nos es tan propia, que a menudo la infravaloramos, cuando en realidad es el motor que mueve el mundo. A nivel individual, el asombro reconfigura nuestras mentes: borra ideas preconcebidas y abre puertas al conocimiento.
Lo dijo Albert Einstein en 1930: “La cosa más bella que podemos experimentar es lo misterioso. Es la fuente de toda verdad y ciencia”. Por lo misterioso, Einstein se refiere a lo nuevo, a lo desconocido. Es la búsqueda de esa sensación única del asombro lo que ha motivado a los grandes científicos y pensadores. Lo expuso también el célebre filósofo inglés Francis Bacon: “El asombro es la semilla de la que crece el conocimiento”. Pues el asombro y la creatividad están intrínsecamente conectados. Cuando lo experimentamos, nuestra mente se abre a nuevas posibilidades. Nos sentimos inspirados, impulsados a crear y expresarnos de maneras únicas. Es el poder del asombro.
En el año 2003, los psicólogos Dacher Keltner y Jonathan Haidt ofrecieron una definición canónica del asombro. Le otorgaron dos características centrales: la percepción de la inmensidad y la necesidad de acomodación. Es decir, cuando nos encontramos con información que no encaja en nuestro marco de expectativas, tenemos que cambiar nuestros esquemas para acomodar la nueva información. Keltner y Haidt concluyeron que el asombro transforma la noción del tiempo y hace disminuir la tendencia a aferrarse a los propios pensamientos.
Para probar la hipótesis de que el asombro impulsa el interés por la ciencia, Jonathon McPhetres, profesor de la Universidad de Rochester, llevó a cabo cuatro estudios en 2019 en los que manipuló la experiencia del asombro de una persona a través de vídeos y de realidad virtual. Descubrió que una vez que las personas eran conscientes de una laguna particular en sus conocimientos, esa conciencia les llevaba a un mayor interés por la ciencia.
«Está claro que el asombro nos hace darnos cuenta de lo que no sabemos sobre el mundo natural. Llegamos a saber cuánto desconocemos, lo cual es un privilegio porque la mayoría de la gente no sabe cuánto desconoce», dijo McPhetres, refiriéndose a lo que los psicólogos llaman el efecto Dunning-Kruger, es decir, la tendencia a sobreestimar nuestros conocimientos. «Para mí, esto significa que los seres humanos somos criaturas curiosas, maravillosas, orientadas al crecimiento e interesadas en conocer nuestro lugar en el universo», prosiguió el investigador en un artículo de la revista Cognition and Emotion. «Nos encanta ver cosas nuevas, experimentar lo desconocido y aprender sobre nuestro mundo. Todos tenemos esta experiencia en común».
El asombro tiene enormes posibilidades pedagógicas. Según Ketlner, el asombro “puede ser uno de los métodos más potentes y rápidos para el crecimiento personal”. O como lo expone McPhetres en un ejemplo obvio pero revelador: «Puede ser tan sencillo como mostrar a los alumnos vídeos realmente asombrosos de las cosas que están a punto de aprender en física y cálculo». Es decir, si enmarcamos la ciencia de forma inspiradora e interesante, la ciencia será inspiradora e interesante.
La eficacia del asombro en el ámbito educativo puede potenciarse aún más dando a los alumnos tiempo para reconocer y reflexionar sobre sus experiencias de asombro, dicen los expertos. Esto les permitiría indagar cómo se han alterado sus formas de ver y pensar, permitiéndoles construir una nueva comprensión del mundo.
No obstante, nuestra sociedad actual navega en dirección contraria al asombro. Lo explicó en 2021 Juan Luis Fuentes, profesor de la Universidad Complutense, en un artículo sobre la materia: “Si la experiencia del asombro resulta tan gratificante y reporta tantos beneficios para el ser humano, cabe preguntarse por qué los jóvenes prefieren, en general, escuchar reguetón en lugar de a Beethoven, o muchos adultos eligen la prensa rosa en lugar de los grandes documentales sobre las maravillas de la naturaleza”. Fuentes señala la sobreestimulación, en especial entre la infancia, como uno de los grandes males. El bombardeo de estímulos “no sólo resulta ineficaz, como diversos estudios han demostrado, sino que contribuye a apagar la chispa de la natural curiosidad y capacidad de asombro de los niños ante las cosas pequeñas y espontáneas, que constituye una inigualable motivación interna para el descubrimiento del mundo exterior”.
Ya en la edad adulta, las limitaciones de una existencia rutinaria y ansiosa nos constriñen. Pasamos cada vez más tiempo trabajando y en el transporte que socializando o disfrutando de la naturaleza. Piense en la última vez que expermentó asombro. Puede ser algo tan sencillo como una puesta de sol única. Seguramente hace mucho tiempo que no se asombra, o se asombra con muy poca frecuencia.
Cultivar el asombro en la vida cotidiana, dicen los expertos, es una habilidad que podemos desarrollar. No es necesario viajar a lugares exóticos o presenciar eventos extraordinarios para experimentar la sensación. Está a nuestro alcance en cada momento, si estamos dispuestos a ello. Cosas tan sencillas, aunque complicadas en nuestro agitado día a día, como dedicar la atención plena a algo que nos rodea, explorar la naturaleza, aprender y crear en cualquier formato. Es posible y depende de nosotros. Ese siempre es un buen comienzo
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2 comentarios
Excelente artículo. Me sorprende que, salvo honrosas excepciones, los educadores, profesores y otros enseñantes o expositores no utilicen más frecuentemente el recurso del asombro como elemento pedagógico para atraer a sus alumnos. Por no mencionar conferenciantes y comunicadores en sus múltiples variedades.
Mil gracias Margy. Me encanta esta selección de artículos
Querido Ángel, me alegro mucho y que lo comentes a la sociedad.
Nuestro Food for Thought, es muy valioso.
A seguir disfrutando,
Margy L.