Todo apunta a que el mundo de las grandes empresas digitales va a cambiar en los próximos meses. Una cierta ira contra el poder casi omnímodo de Google, Amazon, Apple y Facebook (recogidas en el acrónimo GAFA) empieza a operar entre bambalinas en Washington y, de forma más abierta, en la campaña electoral para las presidenciales de 2020. Mientras, decenas de fiscales por todo el país coordinan sus esfuerzos para investigarlas por monopolio o violación de la privacidad.
Los candidatos demócratas a liderar el partido contra Donald Trump están siendo muy explícitos en sus críticas al oligopolio digital que representan. Pero los republicanos no se quedan a la zaga. Ellos ponen el foco en la presunta discriminación que estas empresas suponen para sus ideas: alegan que les silencia intencionadamente. Asumen que Silicon Valley es pro-demócrata, y a la vista del apoyo recibido por Barack Obama no les falta parte de razón.
Es en este contexto en el que los reguladores y legisladores están ultimando acciones para atacar la posición dominante de las GAFA. En estos momentos hay un total de 12 investigaciones abiertas por la Comisión Federal de Comercio, el Departamento de Justicia o el Congreso: cinco contra Facebook (dos por cuestiones de libre competencia, dos por privacidad, otra por adquisiciones y una más por su criptomoneda, Libra); cuatro contra Google (tres por competencia y otra por privacidad); dos contra Amazon (por competencia) y otra contra Apple, según la recopilación llevada a cabo por el medio estadounidense Axios.
En concreto, el mes pasado, el Comité Judicial del Congreso de Estados Unidos, exigió a Google, Facebook y Amazon que entreguen correos de sus directivos y una miríada de documentos financieros. Este requerimiento de información es la prueba de la profundidad con la que se las está auditando.
Los Fiscales Generales de cincuenta Estados han anunciado públicamente que están investigando a Alphabet (la empresa matriz de Google) por prácticas monopolísticas en general y, en particular, por cómo están dañando a las PYMES del país. Otro grupo de fiscales prepara una investigación similar contra Facebook. El equivalente al ministerio de Justicia del país (el departamento de Justicia) podría unirse a estas denuncias estatales.
Hacia la playa de las grandes corporaciones digitales se acerca, cada vez con más fuerza, un tsunami legislativo, político y de relaciones públicas. Las redacciones de medio mundo trabajan ya en investigaciones para exponer el poder que han adquirido y las flagrantes violaciones de la privacidad de sus usuarios. Recientemente, por ejemplo, se ha desvelado un esquema por el que Google o Apple pasaban conversaciones grabadas en la intimidad del hogar a expertos en lenguaje, que las revisaban para mejorar sus algoritmos.
Lo más probable es que el cambio tome la forma de regulación y persecución de la elusión fiscal en Europa; y de ruptura o mitigación del monopolio en Estados Unidos. Muchos legisladores recuerdan cómo se luchó con otros gigantes monopolísticos y cómo ello benefició al sistema. Un ejemplo reciente es el de Microsoft.
En el documental de Netflix sobre la vida de Bill Gates, el milmillonario estadounidense solo pierde el temple en una ocasión: cuando el periodista le pregunta sobre la enorme batalla legal que, a finales del siglo XX, emprendió el Estado contra su enorme compañía. Una trifulca que terminó con el fallo judicial contra Microsoft por abuso de mercado en los sistemas operativos de los PC: no solo formaba un monopolio, sino que la empresa de Gates había operado contra todos aquellos que supusieran un reto para su dominio, comprándolos o echándolos del mercado. Se ordenó que Microsoft se desmembrara en empresas más pequeñas.
La apelación y un defecto de forma rebajó la penitencia y la compañía no fue dividida por la fuerza. Sí lo habían sido otras anteriormente: la tecnológica AT&T, heredera de Bell Companies, que fue “rota” por imperativo legal en los ochenta en varias “baby bell” companies, para evitar su disruptivo dominio del mercado.
Hay claras discrepancias entre el caso de las GAFA y los clásicos de Microsoft, AT&T, Standard Oil… El principal es que la Ley anti-trust estadounidense se basa en el daño que los monopolios crean a los usuarios porque elevan los precios. Pero Google o Facebook son gratuitos.
Además, estas batallas legales entre el Estado y corporaciones con centenares de miles de millones de euros y miles de abogados en nómina nunca son fáciles. Pero el sector considera que un hachazo fuerte a las tecnológicas está por llegar. Solo falta por saber el cuándo y el cómo.
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