Sin estos matices, la política española ya no se entiende: una agenda con el foco desplazado hacia ciertos temas, los cinturones verdes creados en zonas obreras, la venganza de los lugares donde los ciudadanos se sentían relegados, la mezcla de lo público y lo privado y la posibilidad de la creación de un cordón democrático… son algunas de las claves para reflexionar tras estas elecciones.
-Una agenda secuestrada: Como ha ocurrido en países vecinos como Francia o Italia, la irrupción de la extrema derecha en la escena política española implica un desplazamiento del foco, una reubicación de prioridades. Y el retroceso de varias casillas en el debate social. Temas que se consideraban superados, como asociar automáticamente la inmigración a conductas delictivas o inseguridad en las calles, están condenados a volver a ocupar titulares. En Francia, el Frente Nacional lleva décadas poniendo énfasis en que los inmigrantes se integren culturalmente, no cuestiona que el malestar social pueda deberse a la degradación de los servicios sociales de las periferias.
El resto de partidos, bien para disputar el espacio político o bien para oponerse a sus postulados, tiene muy complicado eludir ese marco. Refugiarse en sus esencias demo-cristianas, liberales o socialdemócratas no les ha funcionado y siguen buscando la forma.
-Cinturones verdes: Si miramos un mapa, muchas ciudades españolas tradicionalmente obreras han votado a Vox. El color de la formación verde ha ido tiñendo los cinturones rojos donde se concentra la clase trabajadora. Es el mismo proceso que hemos visto en Alemania con la AfD, en la Hungría de Víktor Orbán; la Austria de Sebastian Kurz o la Bulgaria de Boiko Borisov. Pascal Perrineau, uno de los grandes expertos en la extrema derecha francesa, declaraba a ABC tras las elecciones europeas: “Los obreros y los empleados siguen representando el 20 y 27% de la población francesa, aproximadamente.
Con los años, la desindustrialización, la mundialización, el hundimiento de los sindicatos y las izquierdas, han creado un vacío de representación… los obreros con menos formación y peor pagados, las clases medias que temen la precariedad, los funcionarios de las categorías más modestas, se sienten olvidados y mal representados por las elites políticas, muy alejadas de una Francia obrera, periférica, que también es víctima de peores servicios públicos. Quizá el voto obrero no sea siempre un voto de adhesión, pero siempre es un voto de protesta…”.
-Olvidados que se vengan: El profesor de geografía económica de la London School of Economics Andrés Rodríguez-Pose habla de la “venganza de los lugares que no importan”. Esos ciudadanos que se han sentido relegados, que viven en zonas despobladas o que han experimentado periodos largos de decadencia económica, marginados por los centros de poder, contestan con ultranacionalismo. No tanto por afinidad ideológica, sino por levantar la voz sobre su falta de oportunidades. Ya lo anunció hace casi dos años Rodríguez-Pose en ‘The revenge of the places that don’t matter (and what to do about it)’.
-Lo público y lo privado se entremezclan: La prueba es cómo cada vez más los políticos utilizan Instagram para llevar la comunicación con los electores/seguidores al siguiente nivel. Se retratan abrazando a sus hijos, compartiendo confidencias con sus parejas, practicando deporte o comentando lo que hacen en sus ratos libres. Todo está medido, inclusive el esfuerzo de parecer naturales.
-Un cordón democrático. Se ha hablado mucho del cordón sanitario como medida para aislar a la extrema derecha en los gobiernos. Otra opción sería un cordón democrático que rodee los gobiernos: reforzar el compromiso con los valores constitucionales. Así, no estaría permitido imponer vetos a medios de comunicación, ilegalizar partidos políticos que no hayan cometido una violación de la Carta Magna, ni criminalizar a colectivos.
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