Abrazar la incertidumbre

Abrazar la incertidumbre. Nos gusta pensar que vivimos en un mundo de certezas, pero nos equivocamos. Ser conscientes de ello es clave para tomar buenas decisiones.

“La calidad de nuestras vidas es la suma de la calidad de nuestras decisiones más el azar”. El autor de esta sentencia no es un filósofo o un matemático laureado, sino Annie Duke, exjugadora de póker de élite y gurú mundial en el arte de progresar en un mundo regido por las probabilidades. Dice Duke que muy rara vez existe la certidumbre en la toma de decisiones importantes de nuestras vidas, como por ejemplo “compro o no esta vivienda”, “es adecuada esta pareja para formar una familia”, “invierto todos mis ahorros en este negocio”, “cambio de este a otro empleo”. Y como no hay certezas absolutas, debemos tomar las decisiones que sepamos que tienen más probabilidades de éxito. ¿Cómo? Teniendo la máxima información posible en nuestra mano.

Tener la fotografía completa es casi imposible, pues siempre hay algún dato inaccesible, y aun en el caso de que tengamos toda la información tampoco sabremos al 100% que esa decisión nos dará el resultado deseado, porque el azar siempre juega un papel. Lo más que podemos hacer es domesticarlo, reducirlo a la mínima expresión, pero nunca eliminarlo. De ese azar residual surgen por ejemplo los ‘cisnes negros’, esos sucesos que ocurre por sorpresa, sin que ningún analista lo haya previsto por ser improbable, y que para bien o para mal tienen un gran impacto en la economía y la sociedad en general (¿le suena un virus llamado covid-19?).

Duke ha desarrollado su teoría en el libro Decide y apuesta (Planeta, 2019). Lo que propone esta exjugadora de póker acostumbrada al cálculo de probabilidades parece simple y lo es, de ahí su valor. ¿Tenemos una gran decisión por delante? Reunamos toda la información posible, comparemos, reflexionemos, asesorémonos. Hagamos todo lo posible para concluir que esa acción tiene más de un 50% de probabilidades de salir bien, o de salir mal. Si hemos hecho ese ejercicio, la decisión siempre será la correcta aunque el resultado haya sido un descalabro.

“A veces tomamos buenas decisiones que terminan en un mal resultado. En vez de verlo como un fracaso, deberíamos entender que era la decisión acertada. Trazar una relación estrecha entre decisión y resultado puede tener consecuencias catastróficas”, porque nos lleva a pensar que un buen resultado siempre se debe a una buena decisión y viceversa, explica Duke. Por ejemplo, invertir el sueldo de todo un mes en lotería y ganar un premio cuatro veces superior a ese salario supone un gran resultado, pero una toma de decisiones horrible, solo maquillada por el azar. Si el apostante asocia decisión a resultado, es probable que termine arruinado en poco tiempo. Justo de eso va la ludopatía, de tratar de emular buenos resultados esporádicos con malas decisiones constantes.

Sin embargo, asociar estrechamente los resultados con la calidad de nuestras decisiones es un instinto que, en cuestiones simples, nos ha ayudado a sobrevivir como especie. Si un hombre primitivo oía un ruido entre la vegetación, sabía que debía huir porque se podría tratar de un depredador. Si se equivocaba no había ningún perjuicio, pero si se confiaba y no hacía caso a esa correlación podía terminar muerto. Estas asociaciones entre decisión y resultado se llaman ‘conexiones de predicción’. El  historiador Michael Shermer las explica extensamente en The Believing Brain (2012, edición en inglés), un ensayo en el que aborda desde la neurociencia y las ciencias sociales las razones por las que nos aferramos a credos religiosos, políticos y culturales, por muy extravagantes o nocivos que puedan ser. En nuestras cabezas, esos credos gozan de categoría de certeza, ya que los humanos tendemos a confundir confianza (irracionalidad) con certeza (racionalidad), y eso nos suele llevar a decisiones erróneas. 

 

Cuenta Shermer que, además, somos susceptibles a multitud de trampas cognitivas: asumir causalidad cuando solo hay correlación o tomar datos sueltos y sesgados para confirmar la narrativa que más nos convenga (el llamado ‘cherry picking’). Esto se debe a que nuestro cerebro ha evolucionado para crear certeza y orden. Estamos incómodos con la idea de que el azar juega un papel importante en nuestras vidas. Sabemos que tiene un papel, pero necesitamos pensar en un mundo predecible para ordenar el caos que es en realidad la vida sobre la tierra.

El primero que nos sugirió abrazar un mundo de probabilidades fue John von Neumann, uno de los científicos más brillantes de la primera mitad del siglo XX. Es el padre de la teoría de juegos, desarrollada en su Teoría de juegos y del comportamiento económico (1944), La ciencia política, la economía, los negocios y hasta el método científico han bebido de ella desde entonces. Sintetizando mucho, la teoría de juegos toma la lógica de los modelos matemáticos para afrontar el reto de decidir en condiciones cambiantes, con información oculta y con multitud de personas envueltas en la situación, cuyas intenciones también deberemos calibrar antes de actuar. Von Neumann influyó sobre multitud de premios Nobel e inspiró la película Una mente maravillosa, basada en la vida de su discípulo John Nash.

Es un hecho que cuando pensamos en probabilidades, somos menos propensos a tomar los resultados adversos como única prueba de que nuestra decisión ha sido un error. Como dice Annie Duke siguiendo el símil del juego, nuestra vida se parece mucho más al póker que al ajedrez: “Con toda su complejidad, el ajedrez no es un gran modelo para la toma de decisiones en la vida, pues muchas de ellas implican información oculta y azar, y eso no ocurre en en el ajedrez. En cambio el póker es un juego de información incompleta, incerteza, influencia de múltiples personas, engaño y azar.”

El neurocientífico Stuart Firestein argumenta en su libro Ignorancia: cómo impulsa la ciencia (2021, edición en inglés) que la expresión “no lo sé” no es un fracaso sino un paso necesario para progresar. “La ignorancia consciente es el preludio de todos los avances reales en ciencia”, afirma Firestein. Quizá necesitamos despojarnos de prejuicios y confianzas irracionales en nuestro día a día. Partir de ese “no lo sé” inspirador, para, acto seguido, armarnos de información y datos objetivos con el fin de afrontar la incertidumbre cargados de munición. Hay motivos para pensar que nos ayudará a tomar mejores decisiones.

Compartir :

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

¿Alguna pregunta?

Para más información sobre lo que hacemos, ponte en contacto con nosotros.

¡Gracias!

Sin la colaboración de todos ellos, Foro de Foros no sería posible.

Próxima actividad:

Beers & Movies

25 de junio

Cines Verdi

Días
Horas
Minutos