El pasado 27 de abril de 2015, Foro de Foros organizó la Conversación Intergeneracional “Alberto Artero – Empresa, información económica y prensa digital».
Para que puedas forjarte tu propio criterio y conocer la mayor cantidad de puntos de vista sobre este tema, hemos recopilado lo más interesante de la sesión.
Manolo Rodríguez Casanueva
Vivimos una suerte de segunda revolución en los medios de comunicación. La primera revolución consistió en el paso del papel al online, con las consecuencias conocidas por todos. La segunda revolución tiene como protagonista principal el teléfono móvil, las aplicaciones móviles. El móvil es el lugar donde en la actualidad se practica la comunicación y donde se realizan toda clase de transacciones. El móvil empieza a cuestionar ya la validez de cualquier cabecera digital; la aplicación móvil cambia el modelo de presentación del producto, así como la distribución y la comercialización del mismo. El móvil cambia la estrategia, por lo tanto. El problema consiste es que no parece de momento que exista una fácil adaptación a aquel. O los medios convergen al soporte móvil, o lo más probable -dadas las preferencias de los consumidores- es que numerosos medios digitales acaso desaparecerán.
Asimismo, se comentó que, en cualquier medio informativo que se precie, debe haber un proyecto intelectual, aparte de un proyecto económico. Es decir, que los medios alcancen una posición reconocida ante los diferentes grupos de presión como “cuarto poder”. Hay, igualmente, una crisis de periodismo inserta dentro de la recesión que vivimos, y es aquella en la que el periodismo renuncia a representar un servicio público. Otro requisito sería la independencia, que acaso –se habló- pueda lograrse en estos momentos a través de un “periodismo de periodistas” en el cual la secuencia lógica sería `fichaje de periodista de reconocido prestigio –proyecto adscrito a él- ingresos consiguientes´ por medio de un planteamiento de “capas de cebolla”, digámoslo así, que pase de lo más importante a lo aparentemente más trivial: de la información económica, pongamos por caso, a la crónica social de las celebrities.
Al mismo tiempo que se consideró que el periodismo suele ser un negocio de egos, en el que debes controlar el tuyo y el de los demás, la compra de The Washington Post a cargo de Jeff Bezos ha trastocado algunas cosas. Siempre se creyó que los ganadores en internet serían verticales, por ejemplo, que la información es liderada por Google, que las relaciones personales son comandadas por Facebook,… pero la adquisición de Amazon lo rompe todo: quizá comprar el “Post” resulte más barato de lo que parece, dado el fácil acceso a los conciliábulos del Capitolio que trae consigo. También se advirtió que no hay una demanda potencialmente ilimitada en los medios digitales. Suelen hacerse planes de negocio sobre cuotas, pero no es tan fácil. Estamos hablando de un mercado de bienes complementarios, no sustitutivos: en esta hora me leen a mí, en la siguiente leen a la competencia. Se trabaja por el tiempo de usuario: tenemos un tiempo más bien tasado para dedicarlo a un digital, y urge, pues, ofrecer en la medida de lo posible algo siempre singular, distinto.
¿Cobrar o no cobrar por la información? Se advirtió en el SP2020 que si llegas demasiado pronto te estrellas, como fue el caso de ciertos medios reconocidos, y si tardas más de lo habitual, te quedas fuera.
Ante las diferentes fuentes de financiación (display, brand content, etc.), es posible que haya que ir en dirección a un tipo de publicidad segmentada derivada del conocimiento que se tenga del lector. Más pronto que tarde se comentó que habrá que monetizar los contenidos. La publicidad quizá vaya a menos. Tal vez se acabará pagando si los contenidos sirven para el entretenimiento o para ayudar a la toma de decisiones. Además, existen programas que eliminan las diferentes clases de publicidad. No faltara la publicidad branding, ni tampoco la publicidad prescriptiva (el master para los hijos, el viaje deseado por la familia, etc. ) que será cada vez más complicada, mientras que el elemento transaccional (el banner) acabará por ser al final abandonado.
¿Las diversas redes sociales pueden ser la base de cualquier información?, fue otra interrogante que se planteó. Se puso esta cuestión en duda. El nivel de confiabilidad de Twitter no es excelente: es decir, una infografía puede ser desarrollada por un tercero que se apropia de ella para insertarla en un medio ajeno. Por otra parte, se consideró que el Big Data aún requiere en los medios un tratamiento complicado; los modelos de agregación de contenidos preferentes son todavía relativamente complejos. Por otra parte, puesto que el mercado, con la crisis, expulsó a buenos periodistas, los medios digitales se han aprovechado de ello. Al mismo tiempo, la deflación tecnológica permite ahora pagar menos por los costes de comunicación: la IT, el hosting, etc. son más baratos. Y no debería obviarse el cambio cultural que todo este cúmulo de novedades ronda en torno a las redacciones de los medios. Dicho de otro modo: volviendo al comienzo, habrá que comenzar a escribir pensando en el móvil. Y el trabajo en la redacción, a la espera de la reacción de los lectores en la red, ¿comienza o acaba una vez redactado el texto? Eso implica, se insistió, un profundo cambio cultural en cada una de las redacciones.
Por último, se señaló que el momento político actual en España es fascinante para los medios de información, dada la complejidad del escenario parlamentario que se avecina. El riesgo de fractura social –dada la disparidad de rentas entre las diferentes clases sociales-, al mismo tiempo que la falta de interés entre los jóvenes entre 16 y 24 años por la lectura, debiera ser temas de mayor objeto de interés: El riesgo es que vuelvan los medios a su natural tendencia –como el resto del país- cortoplacista. El objetivo de todos será más bien evitarlo.
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