La salud mental nos pasará factura en esta pandemia. Los profesionales temen una curva más difícil de aplanar que la de las infecciones por covid. ¿Qué van a hacer los gobiernos para remediarlo? Al tiempo que se lanzan planes para reactivar la economía, ¿no deberían reforzarse los servicios de psicología clínica y psiquiatría?
Los picos de estrés y ansiedad aumentan en cada crisis, pero esta es la primera vez que de manera masiva los seres humanos se han visto privados de aquello que los alivia: el contacto con sus seres queridos. La Sociedad Española de Psiquiatría ha calificado la crisis del coronavirus como el mayor reto del sistema sanitario en lo que llevamos de siglo. Debora Kestel, directora del departamento de Salud Mental de la Organización Mundial de la Salud, espera un aumento de enfermedades mentales en niños, adultos y profesionales de la salud por el aislamiento, el miedo, la incertidumbre y las malas perspectivas económicas.
Para quienes ya sufrían un trastorno mental antes de la pandemia, esta ha agudizado su problema al no poder recibir asistencia, o no la suficiente. Las terapias de grupo, talleres y consultas no urgentes se paralizaron durante semanas mientras los pacientes veían sus síntomas aumentar por la soledad o el fallecimiento de algún amigo o familiar. A ellos se suman quienes han desarrollado trastornos debido al confinamiento.
Reconstrucción mental
En España, un estudio de Open Evidence, que depende de la Universitat Oberta de Cataluña, apunta que casi la mitad de los españoles sufrirá trastornos mentales a raíz de esta tragedia. En Estados Unidos, un tercio de la población ha sido diagnosticada con trastornos de ansiedad, depresión o ambos, según datos de mayo de la Oficina del Censo. El Departamento de Salud Mental de Nueva York y la Escuela de Medicina Mount Sinai están midiendo los síntomas de 25.000 pacientes durante cinco meses. En Francia, el ministerio de Sanidad comenzó en marzo un estudio llamado CoviPrev para analizar los comportamientos de la población, sus hábitos durante el confinamiento y los efectos que este ha tenido sobre su psique. En algunos casos el confinamiento ha sido positivo. Por ejemplo, jóvenes que han consumido menos sustancias adictivas y han pasado más tiempo con sus familias, reforzando los vínculos.
El colectivo más minado en todo el mundo ha sido el de los profesionales sanitarios. Han sufrido un desbordamiento; han puesto en peligro sus vidas y las de sus familiares. Han sufrido la impotencia de ver a gente enfermar sin poder atenderlos, de contar con equipos de protección insuficientes e incómodos. A diario se han visto enfrentados a la muerte de sus compañeros, el miedo, la frustración y la culpa. Una investigación del Laboratorio de Psicología del Trabajo y Estudios de la Seguridad de la Universidad Complutense de Madrid ha concluido que el 53% de los sanitarios españoles presentan valores compatibles con estrés postraumático.
La pandemia ha puesto sobre la mesa las grietas de cada sistema sanitario. Y la necesidad de dotar mejor a los servicios de salud mental. Los médicos de atención primaria en España se quejan de que, aunque ahora mismo son la primera puerta para pedir ayuda, siguen teniendo ocho minutos de media para ver a cada paciente. Si se produce una segunda oleada de contagios, temen que los profesionales estén muy debilitados y sin capacidad de respuesta.
La sensación se repite en todos los países afectados por el virus. En Francia, Wissam El Hage, que gestiona el centro regional de psicotraumatología en Tours, Francia, subraya que antes del covid 19 carecían de recursos y se necesita mayor dotación de manera urgente. Los psiquiatras van a estar solicitados por nuevos pacientes, sanitarios incluidos. En Italia, Federico Conte, presidente del Colegio de Psicólogos del Lazio, se quejaba en una tribuna de que los servicios estaban infradotados. “Es vergonzoso tener que determinar el nivel de atraso cultural de nuestro país desde este punto de vista. Hay que tener en cuenta que errores como estos se pagarán muy caro y desde luego retrasarán la recuperación económica”, escribía.
Los profesores June Gruber y Jonathan Rottenberg, de la Universidad de Colorado y la de Florida, respectivamente, apuntan que necesitamos rastrear la salud mental de la población con la misma intensidad que pretendemos rastrear y modelizar el covid-19. “Debemos recopilarmuchos más datos de resultados de salud mental de los que tenemos ahora. Estos datos deben incluir evaluaciones de profesionales de la salud mental, así como informes de ciudadanos comunes que comparten sus experiencias diarias en tiempo real a través de plataformas de encuestas remotas”, escriben en The Conversation. Los datos serían más útiles si se pusiesen a disposición de los profesionales de la psiquiatría, psicología, epidemiología, sociología y salud pública.
Más dotación, mejor rastreo y datos bien analizados y compartidos con quien procede. Para eso no se requiere una vacuna.
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