Redes, responsabilidad y falsos debates
La pregunta lleva años en el aire: ¿Deben las redes sociales asumir responsabilidad editorial? Desde hace una década, Twitter, Google, Youtube y Facebook han ido adquiriendo un espacio cada vez mayor en el debate público. Después del ataque al Capitolio, el pasado 6 de enero, varias redes sociales decretaron la suspensión temporal de la cuenta de Donald Trump para evitar, según declararon, que el entonces presidente provocase más violencia. ¿Censuraron de forma preventiva? ¿Provocaron un daño mayor a la democracia del que decían querer evitar? ¿Lograron desviar el debate sobre su tamaño e influencia?
Los partidarios de quitarle el micrófono a Trump dicen que su desconexión forzosa ha sido un gran alivio y no consideran que se esté coartando su libertad de expresión. Twitter no es un gobierno, insisten, sino una compañía privada que puede regular sus contenidos como estime oportuno. La primera enmienda en EEUU protege a los ciudadanos de interferencia por parte del Congreso y otras autoridades al impedir que se promulguen leyes para coartarla. Hillary Clinton retuiteó un mensaje que ella misma había colgado en esa red en 2016 en el que pedía a Trump que borrase su cuenta, y añadió el signo que se identifica con una tarea completada.
Apuntalando el argumento contrario están los que ven esta maniobra como una opción fácil y políticamente correcta para las plataformas. Habría sido muy sencillo seguir borrando las fake news y demás salidas de tono del ex mandatario, pero lo que les reportó mejor publicidad fue aplicar la censura preventiva. Además, subrayan, estas compañías tecnológicas han de tener una responsabilidad global más allá de ofrecer un servicio: son un foro mundial de expresión y de debate. “Más que una empresa privada, Google es sinónimo de Internet”, resume Ricardo Dudda en Letras Libres. “La eliminación de la cuenta de Trump de Twitter se debería haber debatido en un tribunal y no en un consejo de administración”.
¿Deben las redes sociales asumir responsabilidad editorial?
¿Cambiará la forma de hacer política? No nos engañemos: las redes no han establecido nuevos criterios que garanticen el espíritu democrático de sus participantes. La prueba es que cuentas de dictaduras como la del presidente sirio Bachar Al Assad, del venezolano Nicolás Maduro o del gobierno norcoreano siguen activas. Tampoco hay que perder la perspectiva de que las redes sociales reflejan una parte minoritaria de la sociedad. En EEUU, solamente un 20 por ciento de adultos utiliza Twitter, según el Pew Research Center y el 80 por ciento de los mensajes provienen del 10 de los usuarios.
“Las plataformas están convirtiéndose en los editores que no querían ser”, y eso implicará otras responsabilidades, opina el economista francés Olivier Babeau, autor de Le nouveau désordre numérique (El nuevo desorden digital, Buchet, 2020).
De ahí la última pregunta en el aire: ¿Este debate ha servido para tapar otro mayor sobre la responsabilidad de los gigantes digitales? El pasado octubre, tras casi año y medio de investigación, la Comisión Federal de Comercio del Congreso estadounidense concluyó que Amazon, Apple, Google y Facebook habían abusado de sus posiciones dominantes, estableciendo “y a menudo dictando” precios y reglas para el comercio electrónico, la búsqueda y publicidad online, las redes sociales y la publicación digital. Las llamadas GAFAM han estado años beneficiándose de la falta de regulación y algunos interpretan los últimos movimientos coordinados como un modo de situarse en el lado correcto tras el cambio de mando en la Casa Blanca. Es el momento de asumir que, como nuevos guardianes de la información, han de asumir mayor responsabilidad y replantear su arquitectura.
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