Pautas para una reforma fiscal inexcusable

En 2007, España tenía uno de los mayores superávits públicos de la UE, y tan solo 2 años después, en 2009, sufría el mayor déficit público de Europa y el más alto desde el inicio de la fiscalidad moderna. Mientras que durante este periodo, la caída de la actividad por el inicio de la crisis fue poco más del 4%, la caída en la recaudación supero el 15,3%.

Esto, que no ha ocurrido en ningún otro país desarrollado, es debido a que nuestro sistema impositivo está mal diseñado y solo es capaz de recaudar bajo los efectos de una burbuja inmobiliaria. Se pinchó la burbuja, se vinieron abajo los ingresos y se dejó al descubierto las deficiencias de nuestro sistema impositivo. Estas deficiencias son claras. En comparación con otros países desarrollados, nuestro sistema tributario cuenta con tipos impositivos altos (claramente por encima de la media) y bases impositivas bajas (y como consecuencia tipos efectivos bajos).

Como han puesto de relieve los distintos expertos la causa principal de la baja recaudación se encuentra, más allá del fraude fiscal, en la gran cantidad de deducciones, exenciones y demás beneficios fiscales que presenta nuestro sistema impositivo. Todas ellas reducen las bases imponibles y lastran la recaudación, incluso con nuestros altos y distorsionantes tipos impositivos. De hecho, actualmente, a pesar de las subidas de impuestos realizadas en los últimos años, España continua recaudando cerca de 8 puntos de PIB menos que la media de la Unión Europea. Es más, España recauda (en términos de porcentaje de PIB) menos que la media en todas y cada una de las figuras impositivas (IPRF, IVA, Sociedades, etc).

Si a esto le unimos que estamos en la mitad de un proceso de consolidación fiscal inacabado, parece inexcusable una reforma fiscal en profundidad. Pero, ¿cuál es la reforma fiscal que necesita España? y ¿Cuál es el nivel de ingresos que necesitamos para financiar nuestro Estado de Bienestar?