Molière decía que “salen errados nuestros cálculos siempre que entran en ellos el temor o la esperanza”. Pensábamos que 2021 sería de recuperación económica y control de la pandemia, y no fue así. Y pese a todo este año que empieza somos más fuertes. Primero, porque estamos aprendiendo a convivir con el virus. No es una frase vacía: los datos lo avalan. Segundo, porque por fin se están planteando debates sociales, jurídicos y políticos que antes pasaban inadvertidos y que ya no podemos retrasar más.
Ha tenido que producirse un atasco monumental en las rutas marítimas para que Europa entienda que lo de la autonomía estratégica es clave. Ya se hablaba de ella, pero la pandemia ha forzado los tiempos. China se cierra cada vez más, con cuarentenas disuasorias para los extranjeros y una tecnología al servicio de la censura y el nacionalismo. El clima hostil impide al mundo alabar los logros de Pekín -que los hay- para frenar la expansión del virus.
Este 2022 hablaremos de ese juego de fuerzas UE-China-EEUU, que puede encarecer todavía más los precios de la energía, y de cómo las grandes potencias tienen que ir adoptando cambios hacia modelos más verdes, más sostenibles, con más apoyo del sector público y mercados laborales cambiantes. A veces, corrigiendo sus predicciones. Por ejemplo, Estados Unidos creyó que el estímulo económico lastraría su economía y sin embargo ha ocurrido todo lo contrario: gracias a la ayuda del gobierno, millones de americanos dejaron sus empleos precarios, pero no se han contentado con vivir de subvenciones, sino que han empezado a estudiar, han montado negocios, han cubierto agujeros. Han experimentado lo que es el margen de maniobra y lo están aprovechando. Hogares de todos los niveles de renta han aumentado sus ahorros, subrayaba el Wall Street Journal hace unos días. El país en ese sentido es más próspero que antes de la pandemia.
En Europa, este enero está siendo especialmente complicado por la incidencia de la variante ómicron. La Unión Europea estrena presidencia francesa, y Emmanuel Macron deberá compaginar la batuta comunitaria con su campaña a las elecciones presidenciales de abril… y sin el anclaje de la ya ex canciller Angela Merkel. La UE tiene por delante un reto enorme: activar y hacer llegar los fondos que impulsen la recuperación y la fe en un proyecto común. Es un camino largo, entre otras cosas porque las licitaciones tardan en adjudicarse y concederse. Pero si ponemos las luces largas, estamos ante un momento histórico.
Lo interesante será apoyarse en datos para analizarlo. Y este 2022 será también el año de la información. Cada vez cuesta más forjarse una opinión, porque estamos empachados de ella. Da la sensación de que hemos cuidado las interpretaciones y los relatos en detrimento de los análisis factuales. Pero quizás el cinismo esté tocando fondo. Si a estas alturas no han visto la última apuesta fuerte de Netflix, No mires arriba, ni leído o escuchado todos los debates que ha generado, algunos muy forzados, es un buen aperitivo para entender el momento que vivimos. En la cinta, que dirige Adam McKay, esperen más de dos horas de comedia amarga a base de banalización de los acontecimientos, relatos que cambian a toda velocidad y la polarización y la guerra cultural como uno de los elementos de movilización política. Mientras, en el mundo real, que no se nos olvide que hace un año de los disturbios del Capitolio y que Donald Trump fue apartado de las redes sociales. Las menciones de él en redes han bajado un 88%, pero su popularidad ha crecido 9 puntos hasta el 43%. También ha aumentado su recaudación: 56 millones de dólares en la primera mitad de 2021.
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