Elderspeak, lamentable error de cálculo

¿Por qué me habla como si no le entendiese? La sensación que tuvo Pilar, de 70 años, al llamar al médico hace unas semanas porque sentía mareos y dolor de cabeza fue de que le estaban tratando como a una niña pequeña. “Seguramente sin mala intención, la enfermera me hablaba demasiado despacio, aclarándome conceptos sin que se lo hubiera pedido. Por educación le seguí la corriente, pero me dieron ganas de explicarle que no padezco ningún trastorno cognitivo”, explica esta economista jubilada que lleva nadando toda su vida y se lee varios periódicos al día.

Esta forma, voluntaria o no, de tratar a los mayores con condescendencia, en inglés se denomina elderspeak. En castellano no existe una palabra específica, pero abundan los ejemplos de situaciones en las que se emplea. “Las veteranas estamos verdaderamente hartas de que nos hablen como si fuéramos niñas o estuviéramos seniles. De que se utilicen diminutivos cuando se dirigen a nosotros —ponga el culete, deme las gafitas—, formas que nos humillan. Somos así de desagradecidas”, escribía hace unos días en El País la gerontóloga Anna Freixas.

La infantilización es una forma de maltrato, al igual que el abuso físico, económico, psicológico, sexual y la negligencia o el abandono. Están reconocidos por la legislación. En temas de alimentación, higiene o relacionales, muchos mayores se sienten invadidos e incluso violentados por tuteos que no proceden, porque se les meta a todos en el mismo saco, independientemente de que sufran o no problemas motores o mentales. Al referirse a ellos como un único colectivo, los despojamos de individualidad, olvidando que son parte de la sociedad y tan heterogéneos como ella: progresistas y conservadores, sedentarios y activos, aventureros y conformistas. No todos son abuelos ni pertenecen a nadie, aunque no paremos de referirnos a ellos como “nuestros mayores”. Y, sobre todo, se encuentran en una etapa de la vida radicalmente distinta a la niñez.

Hacia dónde vamos

Nuestra sociedad está recuperando poco a poco el paso tras más de dos meses de confinamiento. Una de las cuestiones pendientes en la post-pandemia es qué ha ocurrido con las residencias de ancianos, qué se pudo hacer por todos aquellos que fallecieron y por qué no se hizo. Se abre un proceso doloroso en el que deberán depurarse responsabilidades legales, pero también sociales. En el medio plazo, puede haber un rebrote de la covid-19. ¿Estamos preparados para que no repetir la infamia? En el largo plazo, Occidente envejece y necesitamos instrumentar perspectivas de futuro creíbles, respetuosas y sostenibles para ese sector creciente de población.

Lo que subyace tanto en el infantilizar a los mayores como en el haberlos dejado a su suerte es el poco valor que le conferimos a la veteranía, a la experiencia. Como dice la escritora María Popova,  quizás el mayor reto del envejecimiento es cómo llenar el vacío entre quienes sentimos que somos por dentro y quien nos observa desde el espejo.


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