El trabajo tras la pandemia

Cuando celebramos el VI Encuentro Intergeneracional – La Granja 2020, no podíamos imaginar lo que se nos venía encima con la Covid-19. Analizamos el futuro del trabajo sin saber que cualquier variable (automatización, reconversión industrial, plataformas, fiscalidad…) se vería trastocada por la pandemia al cabo de pocos días. Establecer conclusiones cerradas es aventurado, ya que aún no conocemos el impacto y la duración de esta crisis. Pero sí podemos analizar qué ha fallado y qué necesitamos cambiar en la (nueva) normalidad.

Esta crisis ha visibilizado el trabajo informal, que constituye más de dos tercios de todo el empleo en el mundo. De 2.000 millones de trabajadores, 1.600 millones son informales. Según el Observatorio de la OIT: El COVID-19 y el mundo del trabajo, el primer mes de la crisis se habría cobrado un 60 por ciento de sus ingresos.

La vulnerabilidad ya existía: esta pandemia la ha agudizado. Después del verano, como comentábamos hace unas semanas en otro Food for Thought, se espera una oleada de quiebras de pequeñas empresas. Obligadas a suspender su actividad, muchas no tienen ahorros para aguantar ni acceso a crédito. Sin ayudas, o no las suficientes, desaparecerán. Muchos autónomos tendrán que reinventarse. “Esto no ha hecho más que empezar”, subraya Luz Rodríguez, doctora en Derecho del Trabajo de la Universidad de Castilla-La Mancha Luz Rodríguez y una de las debatientes en La Granja. “Los ERTES han sujetado una parte del empleo, aunque no tenemos ningún dato oficial desde febrero serían 3,6 millones, pero no creo que la actividad económica vaya a recuperarse rápidamente si tenemos que mantener distancia seguridad, no podemos viajar entre provincias, los negocios deben reducir el aforo…”. Rodríguez recuerda la anterior crisis de 2008, en la que la mayor destrucción fue la del empleo temporal. “Ahora son casi 4 millones de contratos temporales que no van a volver”. Se plantea cuánto tiempo será sostenible tener a 7 millones de dependientes de prestaciones por desempleo.

Salen perdiendo los jóvenes, una crisis más. Al contar con menos experiencia, son los primeros que han visto reducidas sus horas de trabajo o directamente han sido despedidos. Muchos trabajan a tiempo parcial o en el sector de plataformas digitales, que se caracteriza por remuneración baja, horarios irregulares y a veces escasas medidas de seguridad y protección social. Puede que reciban prestaciones, o no. En todo caso, sus expectativas de futuro se vieron truncadas en 2008 y ahora una vez más, a pesar que son la generación más preparada de la historia de España. A largo plazo, esa sensación de precariedad insorteable puede suponer un coste social alto.

El empujón necesario del teletrabajo: pensábamos que no podríamos y… lo estamos haciendo. El teletrabajo le ha salido rentable a muchas empresas: la productividad de sus empleados ha aumentado durante el estado de alarma. Según los datos de conexión de los trabajadores a las redes privadas virtuales, las VPN, durante las seis primeras semanas de confinamiento, la jornada laboral ha aumentado en dos horas en España y en el resto de países europeos, salvo Italia. En Estados Unidos, tres horas. Los trabajadores empiezan antes y terminan después gracias a que ya no tienen que desplazarse.

Sin embargo, teletrabajar no es trabajar a distancia. Habrá que pensar en racionalizar los horarios, darle a los empleados la capacidad de autogestión que no tienen en este contexto de encierro, sin colegio ni posibilidad de socializar. En el futuro se tendrá que hablar de quién pone los medios o quién paga las conexiones wifi, por ejemplo.

“Esta experiencia nos ha demostrado algunos fallos, pero también dos elementos en positivo: el primero es cómo la tecnología nos ha ayudado en la socialización y en el teletrabajo. Un tercio de la actividad económica posiblemente se ha podido sostener gracias a la tecnología”, destaca Luz Rodríguez. “El segundo elemento son los cuidados: somos una población envejecida y vamos a necesitar un sistema de cuidados más fuerte. Eso tiene un coste económico, pero también supone un camino abierto. Nunca en nuestro país hemos tenido un sector de cuidados fuerte que generase empleo estable y profesionales bien remunerados, no solo en beneficio de ellos, sino de las personas que tienen que ser cuidadas”.

Los grandes consensos políticos hoy parecen lejanos, pero sí se puede avanzar en cuestiones estratégicas para relanzar el país. “Por ejemplo, la automatización del sector público no es una cuestión de alta ciencia, son ordenadores y conexiones. La administración hubiera sido mucho más eficiente si hubiera estado más digitalizada”, apunta Rodríguez.

¿Cómo evolucionará el trabajo tras la pandemia?


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