El futuro verde de América Latina

En América Latina aún están digiriendo los Papeles de Pandora. El continente es uno de los más mencionados en las últimas revelaciones del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación. Tres jefes de Estado en activo -el chileno Sebastián Piñera, el ecuatoriano Guillermo Lasso y el dominicano Luis Abinader- y 11 ex dirigentes, además de empresarios, artistas y deportistas de élite, han escondido su dinero en paraísos fiscales.

En Europa también ha salpicado este escándalo. Aquí la recuperación se está viendo lastrada por el aumento de la desigualdad y de la deuda. Sin embargo, en América Latina todo se multiplica: las secuelas de la pandemia, las revueltas en la calle, los daños del atasco en el transporte marítimo. Son escenarios muy diversos (la respuesta de Chile, sus recursos y sus ciclos tienen poco que ver con los de Haití, por ejemplo), pero existe un sustrato común: la covid 19 ha colmado el vaso.

Antes de la pandemia, el continente no convergía bajo ningún indicador con las regiones del mundo más avanzadas, como apunta Adrián Blanco en este análisis para Elcano. Con la paralización de la economía y la crisis sanitaria se han acrecentado las tensiones sociales. La CEPAL, Comisión Económica para América Latina de Naciones Unidas, estima que el total de ciudadanos pobres ascendió a 209 millones a finales de 2020, 22 millones de personas más que en 2019. Este mismo organismo afirma que los costes de la desigualdad se han vuelto insostenibles.

A esto hay que añadir un bucle perverso: ¿Cómo puede ganar América Latina en poder blando si la analizamos siempre en negativo? Solo en los últimos diez días, en los diarios europeos aparece mencionada Colombia por la detención de su narco más buscado, Venezuela por su hiperinflación, Ecuador por la oleada de violencia o Brasil por la gestión corrupta de su gobierno. Prácticamente no llegan historias de buena gobernanza o de éxito empresarial.

En los últimos años se ha reavivado el debate histórico sobre el coste humano de la conquista de América. Un planteamiento necesario, seguro, pero ¿qué hay de la mirada a futuro? El director de la ONG Human Rights Watch America, José Miguel Vivanco, señalaba en una entrevista en El País que en tres décadas no había visto un declive semejante de los derechos humanos en la región. No se refería solo a dictaduras, sino a supuestos gobiernos democráticos que han emprendido una deriva populista. Vivanco subraya un dato muy crudo: Latinoamérica no está en el mapa de la ONU ni en el de la OEA. Tampoco en el de la Unión Europea ni de Estados Unidos, salvo en lo que tiene que ver con migración.

Una salida verde.

En América Latina está un 40 por ciento de la biodiversidad mundial y un 50 por ciento de los bosques tropicales. Entre las opciones que tiene el continente está jugar la carta verde en la próxima cumbre del clima. En primer lugar, para recibir más apoyo económico. El calentamiento global está causando estragos incalculables desde México a Tierra de Fuego. El año pasado, el sur de la Amazonía sufrió una de las peores sequías en medio siglo; en Guatemala se perdió casi el 80 por ciento de la cosecha por los huracanes e inundaciones. Aun así, allí no llega toda la ayuda que debería de ese paquete que los países ricos destinan a paliar los estragos del cambio climático (una contribución, por cierto, de 100.000 millones de dólares anuales fijada en 2009, pero que según la OCDE las naciones pudientes no han llegado a completar). América Latina tiene más regiones en desarrollo que África, por eso según los criterios actuales no le corresponde tanta ayuda. De ahí que para los expertos sea clave que en la COP se pacte una nueva meta de financiación para el periodo 2020-2025 basada en otros indicadores.

En segundo lugar, Latinoamérica tiene una baza para ser destino de inversiones verdes, ya que el potencial de las energías solar, eólica, hidroeléctrica y geotérmica es enorme. Panamá, por ejemplo, es uno de los tres países en el mundo negativos en carbono, es decir, que absorben más gases de efecto invernadero que los que emiten. Pero, de nuevo, la política se impone y los escollos tienen nombre: el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, a quien una ONG acaba de denunciar ante el Tribunal Penal Internacional de La Haya por presuntos crímenes contra la humanidad por la deforestación de Amazonía; el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, que ha levantado ampollas en Estados Unidos por impulsar restricciones a proyectos de generación eléctrica de plantas eólicas y solares privadas.


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