El coste de robotizar al ser humano
Tuvimos la inmensa suerte de poder reunir a Idoia Salazar y a Richard Benjamins, co-fundadores de OdiseIA, el Observatorio Del Impacto Social y Etico de la Inteligencia Artificial, para una nueva sesión de “Comenzamos con…” el pasado día 24 de Enero. Allí tratamos entre otros temas la necesidad de desarrollar estándares de calidad tanto en los modelos de IA como en los datos usados para entrenarlos, o del impacto que los sistemas basados en Inteligencia Artificial (IA) pueden llegar a tener en nuestras sociedades a no mucho tardar. Una duda se hizo eco en todos nosotros al finalizar: ¿Es posible que en nuestra confianza en los algoritmos estemos depositando parte de lo que nos hace humanos?
En “La sensación de poder”, cuento breve escrito en 1957 por el célebre Isaac Asimov, el autor imaginaba cómo pequeños dispositivos individuales, computadores de operaciones aritméticas (calculadoras de bolsillo, las cuales no se inventarían hasta los años 70) podrían hacer que la humanidad olvidara cómo sumar, restar o multiplicar. Un selecto grupo de empresas centradas en la innovación tecnológica han bombardeado nuestras cabezas los últimos años con la idea de que mejorar nuestra productividad implica un mayor nivel de felicidad. Cuanto más sea uno capaz de hacer, y más variado y rápido, tanto mejor es su vida. Para ello, nos ofrecen un océano de apps orientadas a maximizar nuestro aprovechamiento del tiempo y la perfecta armonización de nuestra rutina con la aventura. Hasta una tarde de domingo de frío invierno debe tornarse en un momento de crecimiento personal, salvo pena de sentirnos culpables. Es un mensaje que encierra altas dosis de peligro, como demuestran el constante aumento de casos de depresión, estrés, ansiedad y, en última instancia, suicidio[1, 2, 3].
Para entender esta relación, y que algunos critican catalogándolo como “robotización de las personas”, analicemos tres de los últimos hitos en Inteligencia Artificial: Whisper[4], Dall-E2[5] y ChatGPT[6], todas desarrolladas por OpenAI. Whisper es un modelo de reconocimiento automático del habla que iguala la destreza de un ser humano al oír e identificar las palabras de un discurso o conversación. Es decir, es capaz de transcribir el habla humana a texto con la misma precisión con que lo haría una persona real. Sin duda es una herramienta poderosísima para, por ejemplo, mejorar la integración de personas con algún tipo de dificultad auditiva. Pero al mismo tiempo, ¿podría provocar que dejásemos de escuchar y atender a nuestros semejantes? Si supiéramos que toda conversación que mantuviéramos permanecerá en un registro escrito que podemos consultar a voluntad, ¿por qué concentrarse en escuchar a nuestro interlocutor?
Ya hemos hablado en una ocasión anterior acerca de la naturaleza y limitaciones de Dall-E2, la herramienta que permite generar imágenes según los deseos del usuario, y que no requiere más que un texto con instrucciones precisas en cuanto al contenido y estilo de la imagen a crear. Mientras los profesionales de publicidad y diseño temen por sus empleos a la par que exploran horizontes desconocidos hasta ahora, nos preguntamos: ¿los filtros de belleza y retoque fotográfico potenciados por IAs no llevarán a nuestros jóvenes a buscar de manera compulsiva unos estándares de belleza, nunca mejor dicho, artificiales? ¿Puede alguien ser feliz persiguiendo semejante quimera?
Y por último, ChatGPT. Para quien todavía no haya oído hablar de ello, es un sistema de diálogo escrito. Es decir, una IA diseñada y entrenada para generar contenido escrito realista a lo largo de una conversación con una persona. Por su correcto uso del lenguaje, la consistencia del texto generado y la exposición a ingentes cantidades de datos e información repartidos por Internet, ChatGPT ha asombrado al mundo entero[7, 8]. Mientras colegios y Universidades debaten acerca de cómo evaluar los deberes de sus alumnos a partir de ahora, revistas científicas como Nature han emprendido una auténtica cruzada para salvaguardar la “integridad” de los artículos publicados. Enfrente, muchos argumentan que el uso de esta herramienta no puede ser considerado diferente al ya ubicuo corrector automático de ortografía, y que el uso de asistentes al lenguaje como ChatGPT permite al humano centrarse en las ideas y el aspecto creativo de su trabajo. Pero, ¿y si como de un cuento de Asimov se tratara, permitimos que los niños y niñas olviden cómo transmitir sus ideas a través de la correcta redacción y estructuración de sus ideas? Ya hay indicadores que aputan a que esto podría estar sucediendo[9]. Por no hablar del trabajo monótono y repetitivo de cientos de humanos dedicados a proporcionar etiquetas para el entrenamiento de estos modelos, muchas veces en condiciones cuanto menos discutibles.
En nuestra búsqueda de la eficiencia, ¿estamos dejando atrás nuestra humanidad? Surgen defensores del ocio como paradigma de lo que significa ser humano, con la completa robotización del trabajo como bandera. O dignos hijos de Lutero, clamando que sólo la completa asimilación de la IA como motor de una cada vez más acelerada y productiva sociedad resolverá todos nuestros problemas. Pero, ¿y si Sísifo, condenado al trabajo eterno sin recompensa, tuviera algo que enseñarnos en esta era tecnológica? Y como él, Faetón y su imprudencia; la vanidad de Aracne o de Narciso; la avaricia de Midas. Toda cultura alberga un conjunto de valores, alimentados durante milenios, que conviene no olvidar en aras de una vida de continua estimulación y producción. Antes al contrario, urge encontrarnos de nuevo a nosotros mismos, entender que estas herramientas “inteligentes” son un medio a nuestra plenitud, y no al revés.
Referencias
[1]: Mental Health America. The state of mental health in America.
[2]: Keles B, McCrae N, Grealish A. A systematic review: the influence of social media on depression, anxiety and psychological distress in adolescents. International Journal of Adolescence and Youth. 2020;25(1):79-93. doi:10.1080/02673843.2019.1590851
[3]: Hunt MG, Marx R, Lipson C, Young J. No more fomo: limiting social media decreases loneliness and depression. Journal of Social and Clinical Psychology. 2018;37(10):751-768. doi:10.1521/jscp.2018.37.10.751
[4]: Radford, A., Kim, J.W., Xu, T., Brockman, G., McLeavey, C., & Sutskever, I. (2022). Robust Speech Recognition via Large-Scale Weak Supervision. ArXiv, abs/2212.04356.
[5]: Ramesh, A., Dhariwal, P., Nichol, A., Chu, C., & Chen, M. (2022). Hierarchical Text-Conditional Image Generation with CLIP Latents. ArXiv, abs/2204.06125.
[6]: OpenAI. ChatGPT: Optimizing Language Models for Dialogue.
[7]: Castelvecchi, D. (2022). Are ChatGPT and AlphaCode going to replace programmers? Nature.
[8]: Gilson, A., Safranek, C.W., Huang, T., Socrates, V., Chi, L.S., Taylor, R.A., & Chartash, D. (2022). How Well Does ChatGPT Do When Taking the Medical Licensing Exams? The Implications of Large Language Models for Medical Education and Knowledge Assessment. medRxiv.
[9]: Ruben, M. A., Stosic, M. D., Correale, J., & Blanch-Hartigan, D. (2021). Is Technology Enhancing or Hindering Interpersonal Communication? A Framework and Preliminary Results to Examine the Relationship Between Technology Use and Nonverbal Decoding Skill. Frontiers in Psychology, 11.
Un comentario
Estaba de acuerdo con los avances tecnológicos cuando desarrollaban destrezas manuales más fuerza, más precisión….. Yo no tuve una calculadora hasta los 17 años y era capaz de hacer cálculos mentales de cierta complejidad y no digamos en papel. Reto a cualquier lector de «joven» de este comentario que haga una raíz cuadrada de un número de 4 o 5 cifras sin apoyo electrónico. La pérdida de esa capacidad de cálculo ¿qué significa para nuestra red neuronal? ¿qué puede suponer ante una tormenta solar no convencional?
Pero ante todo debemos ponernos de acuerdo en que significa ser un ser humano y poder contestar a la pregunta de la doctora Zuboff «Can the digital future be our home?