Conversamos con Fernanda Melchor

Fernanda Melchor: “Muchas experiencias que pensamos que están marcadas por un género o un sexo son universales”

Escribe con furia, pero de manera impecable, minuciosa, como si escaneara el entorno mientras arremete contra él. Fernanda Melchor (Veracruz, 1982) aún no ha cumplido los 40 y es una de las voces más sólidas de la literatura contemporánea en castellano. Su penúltimo libro, Temporada de huracanes, se ha traducido a 15 idiomas y fue finalista del premio International Booker, aunque la gira de promoción se vio truncada por la pandemia. Ahora acaba de publicar Páradais (Random House, 2020), un retrato de dos asesinos adolescentes, la desigualdad y la rabia. Melchor charla con nosotros sobre la humildad provocada por el confinamiento, de los sentimientos universales que trascienden los países y los sexos. También del flaco favor que la cultura de la cancelación le hace a la libertad de expresión.

Páradais, tu tercera novela, llegas después de tres años, tres cuadernos de notas y con una pandemia de por medio… ¿Cómo estás? 

¿Cómo estamos todos? Ha sido un golpe durísimo para todo el mundo. Recientemente mi esposo y yo hemos perdido a un amigo muy querido de nuestra edad. Creo que uno no se lo toma en serio hasta que no recibe un golpe de este tipo. Por cruel que suene, si perdemos a alguien mayor tenemos el consuelo de que al menos vivió, de que ya no sufre, pero perder a una persona joven es un terrible shock. Fuera de todo esto, me preocupa mucho la incertidumbre. En México particularmente la pandemia no ha venido sino a intensificar las desigualdades que ya existían. Si uno vivía con miedo por la violencia, la impunidad, ahora es peor. Aquí no es obligatoria la seguridad social. Si eres trabajador independiente tienes que buscártela y mucha gente está en esa situación. Es desesperante.

Paradójicamente tú estás viviendo un momento de éxito notable: en menos de cuatro años has sido finalista de uno de los premios más reconocidos de la literatura mundial y ahora la nueva novela está teniendo muy buenas críticas. 

Me siento muy contenta. Creo que estoy llegando a un punto no sé si de madurez, pero sí de saber lo que quiero. Y de saber lo que puedo hacer. Fíjate que el año pasado estaba nominada al Booker [el premio literario bienal Internacional Booker que se otorga a escritores con obras de ficción publicadas en inglés] por Temporada de huracanes. Tendría que haber ido a Reino Unido, a Dublín, a Australia, el sudeste asiático, a un montón de lugares. Iba a ser un tour increíble pero…

…Pero tuviste que anularlo y quedarte en casa, como todos.

Sí. Fíjate qué frustrante. También estaba asustada y no hubiera viajado. Pero estaba muy frustrada, era mi momento de presentación y no pude hacerlo. Para un lector que empieza eso es muy importante. También creo que es una lección: forja el carácter. Al escritor le funciona mejor el fracaso que el éxito. Tiene que sentarse a ver que todo es una mierda, necesita estar cerca de la frustración y de la desesperación para poder escribir. Son problemas de primer mundo: llorar porque no pude hacer mi gira internacional cuando la gente está muriendo. Lo tengo todo, no me puedo quejar.

Son problemas de primer mundo: llorar porque no pude hacer mi gira internacional cuando la gente está muriendo

¿En qué momento decides: voy a escribir sobre dos asesinos adolescentes, cada uno de una clase social, que unen sus caminos? ¿Qué prendió la mecha?

Esta historia nació en 2016, cuando yo estaba terminando de corregir Temporada de huracanes. Ya estaba aprobado, pero estaba revisándolo. Soy muy meticulosa y me gusta dejar todo bien pulido y planchadito. Lo que pasó fue que tenía yo un material y pensé que eran dos cosas distintas: una de ellas fue ‘Paradiso’, así se llamó al principio Páradais. Trabajé muy esquemáticamente en tres partes, como los actos de cine clásico. Se quedó en una de las primeras libretas y luego lo retomé en 2018. Fue un año muy difícil para mí porque me separé de mi entonces pareja después de seis años. Lo más duro fue dejar de ser madre porque yo había criado a mi hijastra, la hija de él, y tuve que abandonar ese rol que me aportó tantas satisfacciones y al mismo tiempo mucho agobio. Andaba perdida y me llené de trabajo.

Ese verano de 2018 yo estaba escribiendo una serie para Netflix que precisamente está a punto de estrenarse. Vivía en la Ciudad de México en un apartamento precioso en la colonia Condesa y todos los días caminaba a mi trabajo que estaba en Paseo de la Reforma. Me exprimían en aquel cuarto de escritores como a una naranja, me exprimían todo el jugo. Y yo estaba recién separada, ansiosa por llenar mis horas. 

Y dije: “voy a escribir este primer borrador como salga”. De alguna manera escribir para tele te desliga de esta forma de trabajar tan neurótica de los novelistas, de que todo tiene que estar perfecto. Y así lo hice durante un mes. Trabajaba de 9 a 5, un horario muy gringo. Luego iba caminando a mi apartamento y me reposaba, comía algo, y a las 9 en punto de la noche me sentaba a escribir. A las 12 de la noche me tomaba un somnífero y dormía hasta la mañana siguiente. En un mes escribí 80 cuartillas y ahí está todo lo que después ha sido Páradais.

Es un libro que se podría haber escrito hace 40 años, hace 20 o hace 10… Tocas temas universales como la violencia, la soledad, el clasismo, y hemos avanzado poco. Se han añadido capas como las redes sociales, pero da la sensación de que los personajes no han podido ni podrán salir de donde están. Parece una buena traslación de lo que plantean algunos autores como Michael Sandel sobre el mito de la meritocracia.

Aunque haya elementos inexplicables, terroríficos, sigo siendo una escritora muy anclada en el presente. No puedo evitar hablar de eso. Creo que tiene que ver con nuestras sociedades: México y España son países totalmente distintos, pero también compartimos esta herencia y lo vemos en toda Latinoamérica. Quizás habría que ir hasta la colonia, al predominio de ciertas clases y razas sobre otras. Hay grandes esfuerzos por impedirlo, y también grandes retrocesos. El personaje de Polo está ahí porque quiere, no trabaja y por eso no prospera, pero ve a su madre que se rompe la espalda, que ha logrado subir de empleada doméstica a una oficina y sigue estando explotada por las mismas personas.

Sigo siendo una escritora muy anclada en el presente

¿En algún momento te han dicho que adoptas la voz de personajes masculinos? ¿Acaso existe una voz masculina y otra femenina para escribir?

Claro, llevo diez años escribiendo novelas y desde el inicio me cuestioné esto. Mi primera novela, que trata de un día en la vida de cuatro chicos en el puerto de Veracruz [Falsa liebre, ed. Almadía, 2013] me planteé por qué estaba escribiendo acerca de hombres. Por entonces ya tomé conciencia de que existía el test de Bechdel [método informal ideado por la escritora Alison Bechdel para evaluar la brecha de género en producciones artísticas]. 

Pensé que mi novela no lo pasaba y que era una lástima, que quedaba yo a deber de personajes femeninos fuertes. Pero también me dije que era feminista escribir de lo que me venga la gana. He pasado toda mi adolescencia rodeada de chicos tratando de entenderla, de entender esta sexualidad, admirándolos y al mismo tiempo cuestionándolos y quería escribir de eso. En Temporada de huracanes sentía esta deuda.

En Páradais ahondas mucho en la misoginia.

Mi escritura siempre ha sido muy intensa. Hace años llegué a recibir el elogio de que yo no escribía como una mujer. Y durante mucho tiempo yo también rechacé esta forma de escribir. Más que ser femenina yo creo que era adaptarme a la visión del mercado, de lo que el mercado editorial consideraba que era la escritura de mujeres para mujeres. Temporada de huracanes no existiría sin las decisiones centrales que toman las mujeres, creo que saldré una especie de deuda. Y ahora, con Páradais, pensé: otra vez vuelvo a escribir de batos, pero otra vez quiero hacerlo, me voy a quedar aquí un rato explorando, y me importa un comino si esto no parece escrito por una mujer. 

Sería como exigirle a los hombres que no crearan personajes femeninos complejos. Yo creo que muchas de las experiencias que pensamos que están muy marcadas por un género o un sexo en realidad son universales. Se habla mucho de la violencia que impulsa el deseo sexual masculino, pero el femenino también: todo deseo está marcado por las violencias y las mujeres también somos perpetradoras de violencia. En esta época actual de activismo en el que estamos luchando contra un machismo que nos asesina a las mujeres en Latinoamérica claro que tenemos que concentrarnos en nosotras, pero creo que vale la pena también hablar de las violencias que las mujeres ejercemos.

Uno lo único que tiene es su lenguaje y no puede domesticar su lenguaje.

¿Te preocupa la corrección política en foros progresistas que terminan siendo puritanos? ¿Cómo los escritores van a poder parir cosas interesantes sin que los veten?

Esa es una gran pregunta que me hago todo el tiempo. No solo porque comenzar a ser popular y realmente vender libros, aunque sea lejos del best-seller, y apostar por una fórmula no tan sencilla de digerir por el gran público…. Empiezas a interrogarte. Porque si mi público principal son mujeres jóvenes que pasan su tiempo en redes sociales… Vivir con este miedo a la cancelación, pensando que un día digo una estupidez va a quedar ahí siempre recogido…

También está el riesgo de que el otro extremo del espectro político recoja tus frases, por ejemplo, cuando te refieres a que las mujeres también perpetran violencia.

Es agotador. Ahora mismo en México tenemos un cuate gobernador que tiene cinco señalamientos por abuso sexual. ¿Hasta dónde ciertas fuerzas de la censura se van hacia personas que no han hecho nada? En lo personal no me preocupa tanto en mi idioma, sino en otros. Cómo se van a leer en otras culturas como la americana la misoginia, la gordofobia, que es un tema tan fuerte en Estados Unidos. Para los autores va a ser complicado.

¿Qué harás?

Resistir. Uno lo único que tiene es su lenguaje y no puede domesticar su lenguaje.

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