Hay encuentros políticos más o menos corteses, pero nunca inocentes. El viaje del presidente chino Xi Jinping a Corea del Norte, primera visita de Estado a Pyongyang en 14 años, cumplió un objetivo primordial para Xi días antes del G20: mandarle el mensaje a Washington de que China es imprescindible para desnuclearizar la península coreana.
Pekín quería sacar pecho, aunque Donald Trump consiguió robarle los titulares justo después del G20. Hizo lo que ningún presidente americano antes: cruzar la zona desmilitarizada para reunirse con Kim en suelo norcoreano. Doce presidentes americanos antes que él fracasaron al intentar alcanzar un pacto con Corea del Norte. En qué quedará el encuentro está en el aire, pero ha permitido dar un vuelco al relato de la fallida cumbre de Singapur entre ambos mandatarios, de la que acaba de cumplirse un año.
China quería escenificar un acercamiento con Corea del Norte en un momento de tensión con Estados Unidos por el posicionamiento estratégico de Huawei, aderezado con la guerra comercial. Pese a todo, Pekín no oculta que su relación con Pyongyang lleva décadas renqueando. Este 2019 se cumplen 70 años del establecimiento de relaciones diplomáticas entre los dos países. Desde la guerra (1950-53), los chinos han sido el primer apoyo de Corea del Norte, aunque la relación se enfrió con la llegada al poder de Kim Jong Un en 2011 y el apoyo chino a las sanciones internacionales por los misiles y ensayos nucleares. Los líderes norcoreanos hablan de su país como el hermano menor de China, mientras que para los chinos su hermano mayor (Da Ge) fue la antigua URSS y en alguna ocasión se ha intuido un hartazgo hacia la saga Kim. Por un lado, China ha apoyado las sanciones de la ONU, mientras por otro hacía lo posible por diluirlas. Corea del Norte es un polvorín que no puede dejar estallar (la peor pesadilla de Pekín sería un aluvión de refugiados norcoreanos cruzando la frontera del río Tumen y lastrando su economía).
China además es una pieza clave para que la economía norcoreana no se estanque. En el comercio, las cifras oficiales muestran un enfriamiento (el año pasado las importaciones desde Corea del Norte cayeron un 88% y las exportaciones un 33%, según datos de las aduanas chinas), aunque los intercambios informales no han dejado de incrementarse. Los primeros teléfonos y transistores en Pyongyang fueron chinos. El marisco norcoreano sigue entrando y se vende al por mayor en China mezclado con las capturas locales.
La pregunta es si el presidente Xi, que lleva 70 años de ventaja en forma de relaciones bilaterales, conseguirá acaparar el diálogo y apuntarse uno de los mayores tantos de la política internacional actual.
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