Cinco ideas para cerrar un curso intenso

Antes de hacer la maleta, reflexionamos sobre varios factores que marcarán la próxima actualidad.

1- La política sosa. “Sé que este discurso ha sido aburrido”, reconoció el presidente estadounidense Joe Biden hace unos días en Chicago. Durante algo más de media hora, le habló a su audiencia sobre infraestructuras, crecimiento económico y productividad, con muchas estadísticas y cifras pero nada de aquel flow que desprendía Barack Obama. Biden sabe que puede resultar tedioso, pero es parte de su marketing: desde el primer día sus asesores han forzado el marcar la diferencia con su predecesor. Desde que Donald Trump ha salido de la Casa Blanca se ha reducido el ruido y Estados Unidos ha vuelto a ser un interlocutor previsible. Se deshicieron varios entuertos de la era Trump, por ejemplo, al volver al Acuerdo del Clima de París. Aunque eso no quiere decir que Biden esté cumpliendo sus promesas electorales: la reforma policial, la migratoria y la del control de armas siguen en suspenso, lo que pondrá mucha presión sobre los demócratas en los próximos meses.

2- Bruselas: quién te ha visto y quién te ve. Por primera vez en la historia, hace un año la Unión Europea pactó emisiones de deuda conjunta para afrontar la pandemia. Quién nos lo iba a decir, cuando hace menos de una década, en 2012, la receta para afrontar la crisis económica dividía radicalmente a los socios comunitarios. Por aquel entonces el Banco Mundial pidió a Angela Merkel que apostara por los eurobonos y por un ‘momento Hamilton’, en referencia al primer secretario del Tesoro de Estados Unidos que, tras mucho pelear, creó un banco central potente que asumiera las deudas de los estados. El caso es que la pandemia, además de un sufrimiento incalculable, le ha proporcionado a la Unión Europea la cohesión que necesitaba: todos los estados garantizan las responsabilidades de todos. El reto de las administraciones públicas es gestionar ese esfuerzo económico sin precedentes.

3- Una mirada al espacio. No nos referimos a la mediática incursión del fundador de Amazon, Jeff Bezos, que apenas duró 10 minutos, sino a adoptar la estrategia de las misiones espaciales nada menos que para resolver los problemas del capitalismo contemporáneo. Eso recomienda la economista Mariana Mazzucatto, que se ha inspirado en la estrategia que emprendió Estados Unidos en 1962 para llevar un hombre a la Luna y traerlo de vuelta a salvo. “El sector público tenía el mando y trabajaba cerca de las empresas. Lo que integró todos los esfuerzos y les dio un sentido fue que formaban parte de una misión. Hoy en día se necesita con urgencia un enfoque orientado por misiones”, dice. No faltan teorías sobre la refundación del sistema, pero Mazzucatto parte de un punto original: cree que no se trata tanto del tamaño de una Administración, sino de lo que hace. “Los gobiernos no pueden desarrollar las misiones solos. Para llevarlas a cabo, deben trabajar junto con empresas motivadas por el propósito. Esto requiere abordar uno de los mayores dilemas del capitalismo moderno: reestructurar las empresas de tal modo que los beneficios privados se reinviertan en la economía, en lugar de ser utilizados para objetivos de financiarización a corto plazo”, escribe en su último libro, Misión Economía: una carrera espacial para cambiar el capitalismo (Taurus, 2021). Una lectura interesante e inspiradora para este verano.

4- Las guerras (culturales) del clima. La subida del precio de los carburantes fue la chispa del movimiento de los chalecos amarillos en Francia. Habría sido la prueba más dura para el gobierno de Emmanuel Macron de no ser porque justo después empezó una pandemia mundial. De aquellos problemas sociales, aún no resueltos, se deriva gran parte del discurso populista que hoy vemos en el país vecino, capitalizado por ambos extremos de la izquierda y la derecha. Moraleja: cuando se toca la renta de las clases medias y bajas, aunque sea por cuidar el planeta, la desafección política aumenta. Revueltas similares podrían darse en otros países, por eso Bruselas ha pedido a los gobiernos que establezcan mecanismos para ayudar a los consumidores vulnerables para paliar el impacto social de la transición energética. Veremos cómo las autoridades en España lidian con los precios disparados de la electricidad y del combustible. Lo peor que nos puede pasar es que el debate se impregne de las guerras culturales y la lucha contra el cambio climático se perciba como lo que solo se puede permitir una élite a la que no le importan sus conciudadanos.

5- El melón intergeneracional. Toda la población española vive mejor que hace 50 años, y al mismo tiempo la desigualdad en nuestro país ha aumentado de manera dramática. El grupo de población más afectado ya no son los mayores, sino los jóvenes, que corren un riesgo triple de caer en la pobreza. Tras la crisis de 2008, vieron cómo se reducían sus opciones de independizarse o de realizarse profesionalmente, y ahora taponan a quienes les suceden. La crisis del coronavirus ha terminado de afianzar su precariedad: los que no están en paro, cobran unos salarios insuficientes para vivir y encadenan contratos temporales. Mientras nueve de cada diez mayores de 65 años tienen casa en propiedad, para la mayoría de los menores de 30 eso resulta una quimera. Los sucesivos gobiernos se han ocupado de cuidar a los pensionistas, que representan 9,5 millones de votos, frente a los 4,5 millones de los jóvenes. ¿Cómo ayudarán a los jóvenes para evitar que la brecha generacional siga aumentando?


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